El conocimiento siempre ha sido sinónimo de poder. Desde las primeras civilizaciones, quienes dominaban los ciclos agrícolas o los secretos de la naturaleza se imponían como líderes. Los antiguos agricultores que descifraron los patrones climáticos no solo aseguraron su subsistencia, sino que construyeron sociedades equilibradas. Sin embargo, cuando ese saber quedó en manos de élites se convirtió en herramienta de control.

Hoy, el patrón se repite: las sociedades que invierten en ciencia y tecnología prosperan, mientras que aquellas que descuidan la generación de conocimiento enfrentan desigualdad y estancamiento. Las universidades tienen una misión crítica: cerrar la brecha entre quienes acceden al saber y quienes quedan al margen. Pero algo está fallando.

La crisis de los cuatro peldaños

El proceso genuino de construcción del conocimiento sigue cuatro etapas: Datos crudos (hechos sin procesar); Información (datos organizados); Conocimiento (información aplicada) y Sabiduría (conocimiento con responsabilidad social).

El problema actual radica en que muchas instituciones educativas se han estancado en el segundo peldaño. Priorizan la recolección de información sobre la transferencia de conocimiento. Esto las hace vulnerables frente a herramientas como ChatGPT, que actúa con mayor eficiencia y menor costo.

Un modelo obsoleto frente a la inteligencia artificial

En las últimas décadas, muchas instituciones optaron por modelos enfocados en la recopilación de información. Programas educativos certificados promueven una formación superficial, donde lo importante es que el estudiante «demuestre» información, no que la comprenda o transforme en conocimiento útil.

En ese contexto, surge un nuevo protagonista: la inteligencia artificial. Herramientas como ChatGPT pueden procesar y entregar información en segundos. Si el modelo universitario continúa priorizando únicamente la información, la IA no solo competirá con las aulas: podría sustituirlas. ¿Para qué pagar una matrícula universitaria si una suscripción basta?

La disyuntiva tecnológica

Si las universidades insisten en formar estudiantes que solo memorizan datos serán reemplazadas por suscripciones a IA generativa (a la cabeza de familia le será más conveniente suscribir a sus hijos al ChatGPT); ampliarán la brecha educativa y graduarán profesionales obsoletos.

Si fallamos en esta tarea, crecerá la brecha entre quienes tienen acceso a la sabiduría y quienes se quedan solo con datos. Los estudiantes formados en modelos centrados exclusivamente en la información serán cada vez menos competitivos. En cambio, quienes accedan a modelos centrados en el conocimiento estarán mejor preparados para un mundo laboral donde la automatización y la IA están cambiando las reglas del juego.

 Repensar el modelo educativo

La solución no está en rechazar la IA, sino en repensar el modelo educativo. ChatGPT no es una amenaza si las universidades asumen su papel en la transferencia del conocimiento. Cuando el modelo se centra en formar personas capaces de generar ideas, innovar y emprender, entonces la inteligencia artificial se convierte en una aliada poderosa.

Al reinventar el modelo educativo para enseñar a generar conocimiento ChatGPT se convertirá en un aliado (no en rival); los egresados crearán empresas y soluciones innovadoras y la sociedad avanzará hacia economías basadas en el saber aplicado.

Reinventar o desaparecer

Las sociedades que eduquen para memorizar están destinadas a extinguirse. Las que enseñen a pensar, crear y transferir conocimiento sobrevivirán a la revolución tecnológica. La elección es clara: o las universidades forman innovadores capaces de emprender con sabiduría o se convertirán en reliquias del pasado; es decir, una sociedad que adopta un modelo educativo centrado solo en la información está condenada a desaparecer. Pero una sociedad que evoluciona hacia la transferencia del conocimiento tendrá futuro en un ecosistema global regido por la tecnología, la innovación y la inteligencia. Esa es la verdadera responsabilidad de las universidades hoy.

SOBRE EL AUTOR

Es miembro del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII) Nivel III y cuenta con Reconocimiento de Profesor con Perfil Deseable por la Secretaría de Educación Pública. Desde el 2004, es Profesor Investigador del Centro Universitario de los Lagos.

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