viernes, diciembre 12, 2025
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La vida misma

Del micrófono a la lente, de la lente a la poesía: Cecilia Fernández

Cecilia Fernández (Guadalajara, 1978) lleva 36 años trabajando en Radio Universidad de Guadalajara, donde actualmente produce el programa cultural Polifónica en la emisora de Puerto Vallarta. Este año participó en la exposición colectiva "Fotógrafas de Jalisco: más allá de la imagen", que se exhibió en el Museo de las Artes (MUSA). Poemas suyos han aparecido en diversas antologías, como Niños que se tragan la luna (2009) y Muestra de poesía femenina (2015). En este 2025 debutó con un libro individual, titulado La bruma de las aves al amanecer, bajo el sello editorial Garrobo, que dirige atinadamente el poeta Juan Azuara.

Primeros versos

No tengo claro en qué momento comencé a hacer poesía. Es algo que me ha acompañado toda mi vida. Sí recuerdo que desde muy niña empecé a hacer unos primeros versos, porque recuerdo decírselos a mi mamá y ella los anotó en algún momento. Más o menos recuerdo en qué calle estaba cuando se me vino una idea, algo de las estrellas, algún verso muy de infancia. Desde allí empecé a tener cierto gusto por las letras. Sí fue muy niña lo de empezar a leer, lo de comenzar a imaginar e intentar llevar eso a las palabras. En mi casa siempre hubo libros, siempre hubo lecturas. Mi mamá me llevó a la primera FIL y me compraba libros. Siempre he tenido esta cercanía con los libros.

La bruma de las aves

Yo soy una poeta de quien la mayor cantidad de sus textos siguen en borrador, porque me la paso escribiendo; escribo, escribo, escribo... Para este libro de La bruma de las aves al amanecer, Juan Azuara me dijo que quería publicar (en editorial Garrobo) un libro mío. Me preguntó si le podía compartir material antes de que se acabara el año, eso fue en diciembre de 2024, después de la FIL, y comenzar el trabajo de selección y edición. Entré en estado de pánico, porque he participado en antologías, publicado poemas sueltos (pero no un libro individual), aunque sí había intentado publicar, desde la pandemia intenté agrupar un libro, pero no terminaba de funcionar. Pero ahora con esta petición, comencé a depurar y seleccionar textos, y realmente la mayoría de los del libro son muy recientes. Y el 31 de diciembre, antes de irme a la fiesta de año nuevo, le envié el poemario. Y nos pasamos casi todo este año (de 2025) revisando y trabajando y puliendo y hasta ahora que se publicó el libro, fuimos siempre con calma.

Deudas

Mis primeras lecturas de poesía fueron de libros hechos para niños. Recuerdo algunos poemas. Me aprendí unos cuantos. Como el de un tomate, que es de Elsa Isabel Bornemann, argentina, y me divertía mucho : “Ay, qué disparate/ se mató un tomate...”. Después, estuvo el libro Ómnibus de la poesía mexicana, del que leí algunos textos. A Sor Juana, hay que leerla y maravillarse con sus letras. Yo me aprendía los poemas y los iba recitando. Recuerdo a Rubén Darío con “Los motivos del lobo”. Y más.

Cómo hilar versos

Todo me sirve (para el trabajo poético). Puede ser desde la música, la poesía, la lectura de textos de narrativa, hasta las noticias de cosas que me sorprenden. Películas, frases, personas, momentos, el clima, el paisaje, van llegando los poemas de todas partes. También soy fotógrafa, y realmente me funciona como la fotografía: en fotografía es estar buscando los momentos, y cómo la luz no espera, la poesía tampoco espera. Si no lo haces en ese momento, la luz se va. Y la poesía, si no la tomas en ese momento, se va. Te queda la esencia de esa epifanía, de eso que llegó y luego hay que buscar estructura, porque en la poesía hay estructura. Así voy tomando de todas partes.

Maestros

Y andando el tiempo me fui encontrando con poetas. Tomé varios talleres de poesía con Víctor Ortiz Partida, Ernesto Lumbreras, Jorge Esquinca, y pues cada uno de ellos llegaba con su “cargamento” de poetas (que te compartían y te recomendaban). Y a un poeta que le tengo mucho cariño es a Fabio Morábito. Porque, ¿quién me ha nutrido? Pues en realidad todos los poetas que he leído, todos me dejaron algo. Pero claro que hay poetas con los que siento una mayor cercanía, tal vez por el tipo de escritura que hago. Por ejemplo, Fabio Morábito, o Andrés Neuman, de quien leí Vendaval y que para mí fue una revelación. José Watanabe y Wyslawa Zymborska, también. Y es que la poesía es maravillosa, porque realmente encuentras en ella unos destellos que te atraviesan.

Ritmo

Este poemario es un poemario muy sonoro. No podía ser de otra forma, he trabajado tantos años en la radio que para mí la palabra, el sonido de la palabra, el ritmo son muy importantes. Entonces, soy una poeta de ritmo. Hay una imagen, una esencia y comienzo a escribir y me meto como a un ritmo, y entonces se va desarrollando el poema. A veces la emoción de lo que quiero escribir es muy fuerte y entonces las palabras no me alcanzan, ni el ritmo, y hago únicamente bocetos. Me siento rebasada. Pero hay veces en que no sé qué quiero escribir, que tengo una primera línea, pero el mismo ritmo me va llevando y va desenrollando la historia, la situación.

De lo clásico a lo nuevo

Además, están los poetas de la juventud, Alí Chumacero, Jaime Sabines, Mario Benedetti, César Vallejo, Pablo Neruda... Cuando lees a los poetas clásicos te das cuenta de que la poesía ya no puede ser como esa poesía, y comienzas un trabajo diferente. Encuentras a poetas que van teniendo otros lenguajes, que ya no van con la métrica y la rima, y cuando yo descubrí que la poesía no es únicamente métrica y rima me emocioné, porque entonces el espíritu adquiere otro tipo de libertad para escribir, un lugar en el corazón y se va nutriendo el espíritu que después se traduce en escritura. A mí me funciona así la poesía: primero es absorber, gozar con la lectura absolutamente y luego ver lo que puedo decir mediante la escritura.

Poesía exuberante

Empecé a hacer un ejercicio para intentar darle una unidad al poemario. Y fue muy lindo el proceso de depuración, porque sí lo trabajamos mucho. Todo el poemario lo leímos en voz alta y le fuimos encontrando una unidad. Porque eso sí lo buscamos, que tuviera una unidad. Y aunque los poemas pueden ser distintos, tienen una unidad. Mi vida ha estado cruzada por el tema del agua, el paisaje, los atardeceres-amaneceres, y todo ese universo de palabras está en el poemario. Vivo en Vallarta y allá todo crece con el calor, se expande. Y este libro nació en ese contexto de la exuberancia. Me dije, es imposible que este libro no crezca, es imposible que no germine en estas condiciones que es un invernadero. El libro está impreso de ese poder de germinación.

La poesía, el antídoto

La poesía ha cambiado mi mundo, y yo quiero creer que puede cambiar la vida de los demás, de cada uno, y en la medida en que cambie la vida de cada uno, como consecuencia, va a cambiar el mundo. ¿Por qué? Porque la poesía es algo muy cercano a la filosofía, y la filosofía habla del ser, entonces, la única manera de ser mejores es pensando en el ser, no puedes ser una persona mejor y no puedes tener un mundo mejor si no partes del origen, del quién soy yo, qué estoy haciendo aquí, a dónde voy, por qué voy, qué es lo que hago. Si no te cuestionas como un ser humano, no puedes cambiar nada, nada. Yo encontré la poesía, y tengo esta idea: para mí en la poesía caben muchos elementos filosóficos, que cada quien cuestione su ser, y habrá quien lo encuentre en la narrativa, en el ensayo, en la poesía, en la filosofía, en otra ciencia. La poesía sí es uno de los elementos que puede ayudarnos a repensarnos, a repensar nuestra existencia, y a pensar quién soy, a dónde voy y, por ende, mejorar como especie.

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