
Catalejo digital
La noche del pasado 23 de septiembre, la CDMX fue testigo del Grand National World Tour encabezado por el rapero nacido en Compton, California. En punto de las 21:30 horas, vestido con una chamarra negra, pantalones caídos a la cadera y una playera oscura, “Oklama”, mejor conocido como Kendrick Lamar, apareció con la frente en alto, manos dentro de su chamarra y una actitud de calma y completa seguridad, y dio inicio al concierto con “Wacced out murals”.
La noche estuvo llena de clásicos como «N95», «All right», «Humble», «Money trees» y la explosión eufórica del estadio cuando los beats de “Family ties” y “Not like us” comenzaban. Por supuesto, no faltaron ausencias notables en el set list, como “Love” o “All the stars”. El vacío de SZA fue notorio pero no indispensable, la artista con la que empezaría el tour de manera tímida y distante del fandom de Kendrick, se terminó convirtiendo en una pieza identitaria del tour.
Las sorpresas se hicieron presentes con “Good credit”, canción de su colega Playboi Carti, así como su hit “m.A.A.d City” adaptada sobre la pista de la canción “Sweet love” de la ya inmortal reina de la balada, Anita Baker.
El encore fue uno de los momentos más inolvidables de la noche. En el centro del escenario apareció un auto a escala gigante cubierto con una manta, se trataba nada menos que de un Buick Grand National.
Kendrick Lamar no eligió este vehículo al azar para la portada de su último material, ni para nombrar la gira. Con Lamar, los detalles más pequeños son los de mayor significado para descifrar al rapero. El Grand National pues es un clásico de 1987, año en que, por cierto, nació Lamar. Solo se produjeron 547 unidades, llegando a ser el único auto de producción capaz de competir con gigantes como Lamborghini o Ferrari. Un GNX a simple vista parecía un coche de bajo perfil, uno que siempre se mantuvo alejado de los reflectores pero que, por dentro, estaba hecho solo para una cosa, ser uno de los mejores autos de la historia. Una metáfora perfecta para comprender a Kendrick Lamar.
Mucho se dijo días previos al concierto, la prensa parecía decidida a informar un prematuro fracaso. La realidad fue todo lo contrario. Por primera vez en la historia de México, un rapero logró convocar a tal cantidad de personas en uno de los recintos con mayor aforo del país. El público era en su mayoría, joven. Lo que demuestra el sólido posicionamiento del género en territorio nacional.
A Lamar ya se le adjudica el título de “GOAT” (el más grande de todos los tiempos). Un adjetivo quizá apresurado pero que solo el tiempo podrá confirmar. Lo cierto es que está alcanzando logros sin precedentes y lo merece. Es un poeta moderno, uno que va mucho más allá que escribir sobre armas o batallas callejeras. Puede producir a la perfección un rap con los mejores beats y barras como “Euphoria”, pero al mismo tiempo, hacer una balada romántica mezclada con rap y soul del tamaño de “Luther”. Poseedor de un Pulitzer por sus letras, tocó una vez más suelo mexicano con la claridad de saber perfectamente lo que hacía, un maestro en el control de la dicción, la palabra y las rimas.
En esa noche, Kendrick Lamar no solo ofreció un concierto. También dio una lección para quienes dudaban de su impacto, a quienes les dejó una frase clara: “Be humble. Sit down”.(Se humilde. Siéntate.)
Texto: Gustavo Alfonzo. Foto: Germán Velasco
Hay instrucciones y tutoriales dedicados a músicos más inexpertos que buscan hacer “llorar su guitarra”: hay que estirar las cuerdas, aplicar un vibrato, replicar un “ligado”. Hacer llorar a un humano, algunas veces, no requiere tantos pasos, basta con tres buenas canciones.
1. «Tesoro» – San Pedro Bonfim
«De un amor tan grande no se sale sin heridas»
Acompañado solo de su guitarra, San Pedro Bonfim le canta al dolor que se queda cuando el amor se rompe, lo cual, a su vez, es más valioso que no sentir nada.
2. «Quiero que me digas lo que sientes» – Angelo Escobar
«Quiero que me duela mucho menos que el aire no sea tan veneno»
Equivocarse, rendirse y dolerse es parte del ser. Y el ser se puede acompañar con la voz dolorosa de Angelo Escobar.
3. «No lloro por ti» – Christina Rosenvinge
«Lloro por las nubes que son de un blanco imposible y aquí abajo nada es puro, todo es feo y tan horrible»
Porque a veces el desamor es solo un pretexto para llorar por todo lo que está mal (y Rosenvinge lo sabe).
Anashely Elizondo
Foto: Guitarra, canana y hoz. Tina Modotti
¿Cuántas horas debería dormir al día? ¿Por qué no recuerdo nunca los sueños? ¿Es malo pulsar el botón de repetición cuando suena la alarma?. Merijn van de Laar, un terapeuta del sueño con más de dieciocho años de experiencia, investiga los últimos descubrimientos sobre los humanos prehistóricos para desenterrar los orígenes del sueño.
Él encuentra importantes discrepancias entre lo que nuestros cuerpos primigenios necesitan y lo que nuestros cerebros modernos esperan. Los habitantes de las cavernas vivían en equilibrio con las fuerzas de la naturaleza y se adaptaban perfectamente a la luz, la temperatura y los cambios de estaciones de su entorno. La forma en que comían y se movían durante el día también afectaba a su forma de dormir y, si bien tenían que preocuparse por los depredadores durante la noche, no se estresaban por dormir ocho horas; ni siquiera tenían una palabra para «insomnio».
El autor, después de hacer un recorrido por cada uno de los factores que afectan al sueño, ofrece soluciones realmente simples y fáciles de aplicar.
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ParLa arquitectura me abrió una puerta maravillosa a la abstracción.
Texto: Laura Sepúlveda
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