Bjí¶rk: la música va de la biología a la física

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Para Henri Matisse, bastante de la belleza del arte resulta de la lucha del artista con la limitación de sus recursos. Bjí¶rk no tiene esos problemas.
Dueña de un mega talento, se las ingenió para incorporar a sus álbumes un cosmos de ocurrencias musicales y edificar un maximalismo que combina hip hop con stockhausen, calimbas congolesas, coros islandeses, sonetos de E. E. Cummings y la Misa criolla con el martilleo tecno de una pista de baile en Londres. El resultado es siempre interesante: un arte sin límites, simple y sorprendente.
En Biophilia, su nuevo trabajo, es el turno de los apps, del iPad y de las alusiones científicas. Motivada por la crisis islandesa de 2008, Bjí¶rk pensó a Biophilia como un proyecto pedagógico, una oportunidad para usar los edificios vacíos y convertirlos en una mezcla de escuela y museo musical. El proyecto inicial no prosperó, pero su germen perdura en el álbum que está por salir, una especie de museo interactivo (siempre que uno tenga la tableta de Apple) de instrumentos inventados e imágenes de la biología y de la física.
En su sitio web, que no está del todo a punto y cuyo diseño armoniza el estilo iMac, pueden escucharse algunas de sus declaraciones, sus previas lecturas de investigación, su interés por “la física del sonido, por cómo rebota en los objetos”. Para Bjí¶rk, Biophilia es una especie de continuación de Volta, su proyecto anterior, que era “sobre antropología”. Ahora no hay personas, sino átomos y planetas.
“Cosmogony” es la pista del origen del mundo, y empieza con un lento glissando coral que anticipa un arreglo de bronces al estilo de Volta. Un hermoso himno acústico, una melodía sencilla, un estribillo efectivo y una letra de metáforas tímidas, “y dicen que entonces nuestro universo ni siquiera estaba ahí” y “luego fue la luz, fue el sonido, fue la materia”.
“Crystalline” es otra canción lograda y bien podría usarse como contenido suplementario en una clase sobre cristales. Dispara con un campanilleo del “gameleste”, un híbrido entre gamelan y celesta fabricado para el álbum.
“Bajo nuestros pies los cristales crecen como plantas”, frase que yo usaría para comparar la regularidad geométrica de las flores con la del cuarzo y el diamante, para luego hablar de su velocidad de formación citando “las rocas crecen en cámara lenta (slowmo)”.
“Octógono, polígono, tubos de un órgano, ramas de sonido, aluden, o quiero que aludan, al orden geométrico de la música, a su misteriosa aritmética o, como me gusta decir: la música es un cristal de tiempo. Incluso sus imprecisiones pueden ser motivadoras”. Bjí¶rk misma dice que busca metáforas y no precisión: “Galaxias cristalizándose se extienden como mis dedos”. Las galaxias se extienden en forma de espirales y otras formas, pero no como cristales.
No hay aquí una propuesta de austeridad ni de modestia intelectual. Basta navegar por el sitio y toparse con la versión bilingí¼e (inglés y griego) de “Sobre la naturaleza”, de Parménides, a quien Karl Popper atribuyó la idea del tiempo como un bloque y no como una sucesión. De ese exhibicionismo iconoclasta me hizo cosquillas el verso XIV, que –me permito el anacronismo– siglos después anticipó nuestro Carlos Carabajal al decir que la luna “alumbra con luz prestada”.

*Alberto Rojo es doctor en física y profesor investigador de la Universidad de Oakland, Estados Unidos.

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