Ave Barrera, devorada por la ballena

Desde la oscuridad a la que la llevó la muerte de su madre y el sucesivo duelo, la escritora tapatía hila en su último libro una serie de notas que significan, por un lado, una ruptura, y por el otro un espacio de sanación y reconciliación con su pasado

Escribir desde el interior de la ballena es para Ave Barrera un acto de desobediencia. Es ir en sentido contrario y oponerse a un mandato social, de lo que debía ser, ella como mujer, su cuerpo, incluso el luto. Porque es justamente desde los lugares oscuros a los que la llevó la muerte de su madre, que la escritora tapatía hiló las notas que han dado forma a su última novela, partiendo justamente de la metáfora de Jonás, que se le ocurrió en un viaje al mar de Cortés para avistar ballenas: “Es como una imagen obsesiva y recurrente a lo largo de ese periodo de escritura, y me gusta mucho hacerle caso a esas intuiciones y esas obsesiones, son como símbolos, guías que te van llevando y que te van marcando pistas para el recorrido”, explica.

Entonces, Notas desde el interior de la ballena, es una novela inspirada en “el mito de Jonás, que desobedece a Dios, y en lugar de ir a predicar a Nínive se va a otro lado, huye, Dios le manda una tormenta y los marineros lo arrojan al mar; es donde la ballena lo devora, y desde el interior de la ballena, Jonás se arrepiente y le pide a Dios que lo perdone, y bueno, la ballena ya lo vomita”.

En el caso de la protagonista de la novela, explica, es una desobediencia similar, “y también hay una devoración, esta devoración del duelo, de la muerte de la madre, hay muchas formas de entender la figura de la ballena, a partir de la devoración, a partir de la maternidad, este estar dentro de un cuerpo que está en otro cuerpo, que está en otro cuerpo, esta matrushka, y también está la idea de arrastrar hacia el abismo, en los términos en los que el duelo nos lleva a lugares muy oscuros, a visitar la sombra”.

Sin embargo, cuando la protagonista está en el interior de la ballena, en lugar de pedirle perdón a Dios, que es muy patriarcal y ha sido parte de ese mandato del que está huyendo la protagonista, dice “no”: “Yo no me voy a arrepentir, no voy a regresar a predicar a Ninive, no voy a emprender el regreso en ese sentido, vámonos hasta donde la ballena me lleve”.

La ballena la lleva entonces a emprender y a describir una periplo personal y literario, en que a través de anécdotas de su vida y una narrativa poética, íntima pero al mismo tiempo eficaz, desentraña una relación familiar compleja, la relación con una madre a veces distante y exigente, marcada además por un ambiente religioso opresivo.

Aún así, por muy lejos que la lleve la ballena, y que la protagonista tampoco haya ido a predicar a Nínive, en varios puntos de la historia siente que de todas maneras está cumpliendo un vaticinio; este vaticinio, ¿cuál es?

Es una paradoja que a mí siempre me ha obsesionado mucho, esto de huir del destino para cumplir el destino, que está presente en Las mil y una noches, y que me parece fascinante. Creo que en ese camino de regreso o de huida, o más bien de oposición, hay un cumplimiento de las cosas de alguna manera. Hay muchas cosas que se pregunta la protagonista, entre ellas que nunca se puede dejar de ser hijos, pero al mismo tiempo hay una intención en el libro de dejar de serlo, pero no según el mandato social: que para dejar de ser hija hay que volverse madre. Nunca dejamos de ser hijos, hasta que nos morimos, nos morimos con la identidad de la hijitud, con la maternidad se oculta o como que queda un poco disminuida o en un rinconcito, pero no por eso se resuelven los conflictos que hay ahí. Entonces la tarea estaría más bien en irlos resolviendo, en ir resolviendo aquello que duele, aquello que está pendiente.

¿Y la distancia ayuda? ¿O es nada más una huida?

La distancia ayuda mucho porque es aire y muchas veces necesitamos respirar. A veces se siente una especie de asfixia, cuando las situaciones familiares son muy tensas, que es un poco la imagen que describe la protagonista al inicio de la novela. Entonces tomar distancia puede ser una manera de evasión, pero es muy útil y necesaria, porque tenemos que pensar las cosas para poder tomar con calma las decisiones.

Otro tema que puede estar relacionado con la distancia, en este caso particular con la familia, es la culpa: ¿hay algo de culpa en la protagonista o en la intención de escribir el libro?

Hay mucho de culpa todo el tiempo en las tensiones y en las relaciones familiares. Como que crecemos en un entorno judio-cristiano donde la culpa parece la moneda de cambio, donde parece que todo funciona en torno a sentirnos víctima o a sentirnos victimarios o culpables, es una retórica que tenemos asimilada a partir de nuestro sistema de creencias y está muy presente, nos sentimos todo el tiempo como que no fuéramos suficientes, hay que dar más, hay que esforzarse, y ese no ser suficiente no hay manera de cumplirlo porque la expectativa es distinta. Se espera de nosotros, en particular de las mujeres, algo que probablemente no es ni siquiera lo que nosotras queremos, se espera que seamos madres, que seamos buenas mujeres, delgadas, bellas, hermosas, heteronormadas, eficientes en nuestro trabajo, capaces, educadas, etc. Siempre nos sentimos en deuda, y yo creo que estos tiempos han sido muy pertinentes para decir basta, nos hemos vuelto conscientes de, a ver: alto, no tenemos por qué seguir con esta retórica. Pero la culpa es muy escurridiza, entonces la podemos ir toreando y de repente entra por otro lugar.

¿Es tu forma de decir basta publicar este libro? Porque la protagonista en muchas reflexiones se vuelve a preguntar sobre los motivos que la llevan a escribir esas notas, hasta llega a decir que a veces sería mejor el silencio, a la vez que lo que quiere es justo romper el silencio; en otros puntos no sabe si es por la nostalgia o por odio. Entonces, ¿qué es lo que te llevó a escribirlo?

Son dos momentos muy distintos, son dos procesos completamente diferentes: primero la escritura personal, sacar todo esto, vivirlo como un proceso terapéutico, y después llevarlo a la literatura. Sí fue mi manera de decir basta, de decir esta boca es mía, esto es lo que pienso, lo que recuerdo, la manera en la que a mí me afectó, pensando en cómo esta historia puede conectar con otras personas, es por eso que me pareció que valía la pena publicarla, para precisamente lograr ese diálogo y esa identificación, colectivizar esta elaboración, este duelo.

Hay un punto en que la protagonista dice que siente que no tiene derecho a enojarse con su madre por ser su hija. ¿Lo piensas todavía?

Eso es increíble, yo creo que el mejor aprendizaje que me dejó esta novela es esa manera de aproximarse a la madre, como una persona real y no a partir del mito o de la construcción que nos generamos. Una persona que siempre ha estado ahí desde que nosotros tenemos memoria y ha sido parte determinante de lo que somos. Entonces es difícil dar ese paso atrás y darse la vuelta y generar empatía con esa persona como una otredad que también tuvo infancia, que también tiene problemas, que también tiene contradicciones, incongruencias y es tan falible como nosotras mismas. Y creo que es el punto de partida de un proceso de empatía y de comprensión que puede ser muy saludable, que puede llegar a sanar la relación entre la hija y la madre, porque cuando una de las dos partes deja de esperar, deja de reclamar, la otra también puede relajarse. Ceder a esa demanda, ceder a ese reclamo, nos permite que la otra parte nos vea como seres humanos también falibles, que solo somos hijas y estamos haciendo nuestro mejor intento.

Otro tema muy recurrente en la novela es la religión. ¿Qué tanto influyó ese conflicto a nivel personal, pero sobre todo en la construcción de la novela?

Bueno, en la vida real muchísimo, fue la motivación de mi partida de casa, de la manera en la que soy, la manera en la que pienso, por descarte o por seguimiento. En mi vida personal fue muy determinante, por oposición, me ayudó a ver exactamente qué es lo que no quiero para mí, ni para mi manera de pensar. Pienso en el hecho de que me haya convertido en escritora, ¿de dónde vienen mis primeras referencias? Por supuesto que vienen de la Biblia y de todas esas reuniones en las que me tuve que chutar textos y textos aburridísimos. Pero las estructuras mentales y textuales estuvieron ahí gracias a esas lecturas. Respondiendo a los términos narrativos de la novela, la religión ocupa un lugar muy estratégico, lo que pasa es que es una estructura patriarcal, entonces encarna el mandato, el conflicto y justifica la tensión que se impone sobre la protagonista.

Notas desde el interior de la ballena es una novela híbrida, entre confesión, diario, autoficción, y respondió a las necesidades del sujeto que querías tratar. Aunque siempre existió la idea de mezclar ensayo y narrativa, hay una tendencia en muchos escritores contemporáneos a dar espacio a estas reflexiones en su narrativa, mezclando géneros; ¿crees que es algo que tiene que ver con esta coyuntura histórica?

Hay una mayor aceptación de la escritura personal como parte de la ficción literaria, existe esa rama de la literatura que ha crecido bastante y ha evolucionado, y que se ha enriquecido, me parece, de tomar lo personal como punto de partida para ir hacia la ficción, ir hacia el relato. A mí me parece muy interesante porque se puede llegar a una especie de corazón emocional, afectivo, muy sensible y muy sutil de las historias, que en relatos, en narrativas más estructuradas, más ficcionales, quizás se pierde un poco esa textura fina de las emociones y de los afectos. Y yo creo que estamos en un momento en el que se está prestando mucha atención a los afectos, a la fragilidad, a la ternura, a la sensibilidad desde otros lugares. Una permeabilidad entre el mundo exterior y el mundo interior. Probablemente las redes sociales tengan que ver con eso, hay una mayor exposición de nuestra vida ante otros, y esa exposición creo que también se muestra en la literatura. En mi caso, el hecho de que sea una novela híbrida fue resultado de lo que pedía la propia historia. Me fue llevando a este otro lugar mucho más personal, a esta otra escritura fragmentaria, que va recomponiendo a partir de fragmentos ese todo, ese relato y ese universo.

¿Qué tanto de ti se murió con tu mamá? ¿Y qué tanto revive todavía?

Creo que la parte de mí que se fue con ella y con el proceso de duelo, no sólo con su fallecimiento físico y más inmediato, sino con el hecho de que mi mamá ya no esté presente en mi vida, de manera literal y física, es el miedo; se va un periodo oscuro, se va todo eso a lo que decidí renunciar. Aprovecho su partida para decir: llévate todo esto que no queremos contigo. Y me permite darle vida a lo que sí, a las decisiones con lo que he querido quedarme. Y en esas decisiones hay mucho valioso de lo que ella me ha dejado. Me deja sus palabras, la herencia, un linaje femenino, el reconocimiento de esos genes y de esa vida, la tradición sinaloense, la gastronomía, la costura, muchas cosas que se quedaron y que acepto y adopto ahora con mucho más cariño y de manera más consciente. Y se va eso que nos separaba, eso que nos hacía estar distantes una de la otra.

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