Tener asma no significa tener que evitar por completo el ejercicio físico. Al contrario, en muchos casos, moverse ayuda. Eso sí: no se trata de lanzarse a correr sin control, sino de entender cómo funciona esta enfermedad y cómo se puede adaptar la actividad física a cada persona. Sobre esto, César Octavio de Loera Rodríguez, especialista medicina en deporte, tiene muy claro que la clave está en el acompañamiento adecuado.

El problema no es el ejercicio, sino no saber cómo enfrentarlo. El asma se puede controlar, y una vez controlada, la persona puede hacer ejercicio sin problema, incluso beneficiarse de él”, afirma.

Aunque a veces se piensa que quienes tienen asma deberían evitar cualquier esfuerzo físico, la realidad es otra. Hay actividades que incluso pueden mejorar la condición respiratoria. Caminar, nadar, andar en bicicleta o trotar suavemente son opciones accesibles y seguras para la mayoría de las personas asmáticas, siempre que se realicen en condiciones adecuadas y con la medicación indicada. La natación, por ejemplo, suele recomendarse por la humedad del ambiente, que evita la resequedad en las vías respiratorias, dijo.

Pero también es importante aclarar que no toda actividad es igual. El también académico del Departamento de Fisiología, de Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), explica que hay que distinguir entre tres cosas: actividad física, ejercicio y deporte.

La primera es cualquier movimiento que implique un gasto de energía: caminar al súper, bailar, subir escaleras. El ejercicio, en cambio, ya tiene un propósito claro: mejorar alguna capacidad física, con intensidad y regularidad. Y el deporte es todavía más demandante, porque se vuelve competitivo y exige más del cuerpo. Esta diferencia no es menor cuando se habla de asma, porque no es lo mismo una caminata de media hora que entrenar para un triatlón.

¿Qué deportes convienen más? «Los que no exigen un esfuerzo prolongado y que permitan controlar el ritmo. Por ejemplo, yoga, pilates, natación o ciclismo recreativo. También depende del entorno: los climas fríos, secos o con mucha contaminación pueden empeorar los síntomas. En esos casos, es mejor entrenar bajo techo o en horarios donde el aire esté más limpio. Y siempre, siempre, con un plan personalizado», señala el doctor en Ciencias Biomédica por la Universidad de Guadalajara.

Un dato importante es que existe algo llamado “asma inducida por el ejercicio”. No es otra enfermedad, es una variante que se manifiesta especialmente al hacer esfuerzos físicos intensos. A veces, la persona ni siquiera sabe que tiene asma hasta que comienza a ejercitarse y nota que se ahoga o que le cuesta mucho trabajo recuperar el aire. En esos casos, el diagnóstico temprano es clave.

“Lo que buscamos como médicos es ayudar a que el paciente identifique sus límites y que sepa cómo actuar. No es que no pueda, es que debe saber cómo”, dice de Loera Rodríguez.

Sobre si hay diferencias entre hombres y mujeres, el especialista explica que, aunque el tratamiento médico no cambia, sí hay algunas variantes en la evolución de la enfermedad, ya que las mujeres pueden tener síntomas más intensos o persistentes debido a factores hormonales.

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