La Alemania que fue y la Alemania que viene

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En el universo fílmico, desde la creación del arte en pantalla y hasta nuestros días, la cinematografía alemana es una de las que más ha aportado a su evolución. En el próximo FICG habrá de tenerse como Invitado de Honor a Alemania, lo que representará no sólo una oportunidad de revisitar sus grandes cintas y directores, sino también de vislumbrar los nuevos horizontes de la industria del cine y tendencias de este país.

En los inicios del cine alemán, en el periodo mudo, aparecería El estudiante de Praga (1913), de Paul Wegener y Stellan Rye. Aborda el mito de Fausto desde el terror gótico. Luego, del mismo Wegener en compañía de Carl Boese, vendría El Golem (1920), que es un clásico del cine mudo fantástico. Entre este momento y la inminente llegada del expresionismo, estaba Ernst Lubitsch, con un estilo más asimilado al estadounidense, y que incorporaba elementos del teatro ligero y la opereta, con películas como La muñeca (1919) y El gato montés (1921).

El expresionismo aparecería después de la Primera Guerra mundial, ahí los directores en concordancia con el movimiento pictórico, buscaban exteriorizar sus emociones y psicología, además de distorsionar la realidad y cargarla de simbolismos. Aquí se encuentran cintas indispensables como El gabinete del doctor Caligari (1920) de Robert Wiene, que es considerada la primera en este género y de las mejores de terror en toda la historia.

Pero por supuesto aparecen aquí también las icónicas Nosferatu. Una sinfonía de horror (1922), de Friedrich Wilhelm Murnau, la cual estaba íntimamente relacionada con Drácula de Bram Stoker, y La gran Metrópolis (1927), de Fritz Lang, que fue una película futurista que contrastaba con las crisis sociales de la época para los trabajadores y como una crítica del voraz capitalismo.

Después, con la introducción del cine sonoro, se filmaría El ángel azul (1930), de Josef von Sternberg, y que está catalogada como una de las mejores cintas sonoras alemanas de la historia. De ahí seguiría un periodo productivo de películas arriesgadas, con el mismo Lang y con G. W. Pabst, hasta llegar a la Segunda Guerra mundial, en que la cinematografía  sería usada con fines propagandísticos.

Luego de la posguerra vendría lo que se conoce como el nuevo cine alemán. Y es en los años sesenta cuando a través del cine independiente se apuesta por las nuevas tendencias en otras artes de manera creativa, y que tomaba origen en la nouvelle vague de la producción francesa. Se encuentran aquí El amor es más frío que la muerte (1969), de Rainer Werner Fassbinder o Signos de vida (1967), de Werner Herzog. En los setenta sería cuando se consolidaría esta etapa, con cintas como Todos nos llamamos Alí (1973), de Fassbinder; Aguirre, la cólera de Dios (1972); El tambor de hojalata (1979), de Volker Schöldorff, así como Wim Wenders con Alicia en las ciudades (1973).

En los años ochenta el cine alemán volvió a tener éxito comercial. Filmes como El submarino (1981) y La historia interminable (1984), dirigidas por Wolfgang Petersen, marcaron la transición de la época, la primera de ellas sería la película alemana que mantiene el récord de más nominaciones a los premios Oscar con seis.

De las películas más destacadas de los últimos años se pueden mencionar Corre Lola corre (1998), de Tom Tykwer; ¡Adiós Lenin! (2003),  de Wolfgang Becker; La vida de los otros (2006) de Florian Henckel von Donnersmarck, y El hundimiento (2004), de Oliver Hirschbiegel. Todas con nominaciones en festivales como Cannes, Berlín y los premios Óscar, Goya y BAFTA.

La película alemana con más éxito recientemente es La Ola (2008), una historia de ficción dirigida Dennis Gansel, la cual revive una nueva suerte de fascismo como resultado del proyecto durante  las clases de sociología en una escuela pública.

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