Escritura contra las ideas

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Es Jena, alrededor de 1796, el núcleo en torno al cual se reúnen los personajes que resultarán fundamentales en el llamado primer romanticismo alemán: los hermanos August y Friedrich Schlegel, Ludwig Tieck, Scheleiermacher, Novalis, Schelling y, sin estar directamente vinculados a este círculo pero cercanos en cuanto a sus ideas, Wackenroder y Hölderlin. 
Como indica Béguin (El alma romántica y el sueño), los poetas y pensadores denominados románticos son herederos de los filósofos dieciochescos, pues aunque llevan a cabo una rebelión contra algunas ideas del racionalismo ilustrado, son también, en otros sentidos, sus continuadores. En tal seguimiento destaca el interés por las cuestiones estéticas.

El romanticismo, frente a la pregunta sobre lo específicamente humano, no responderá aludiendo a la capacidad razonadora del hombre y a la racionalidad universal, sino a su originalidad creativa, a su capacidad de imaginar. La racionalidad, desde su perspectiva, escinde; la imaginación, reúne.

En el ámbito de la belleza, en el ámbito del arte es donde ocurre tal mediación; más allá de una tradición ornamental, la poesía adquiere una carga filosófica, sin que se comprenda que entre arte y filosofía existe un abismo insalvable; por el contrario, la aspiración a lo infinito, absoluto, uno, es tarea conjunta. Y es preciso recordar, como había asentado Kant, que “las bellas artes son las artes del genio”, es esta figura la que, también a decir de Kant, da la regla al arte, la que crea de manera análoga a como crea la naturaleza.

Si de acuerdo con los románticos, es en el terreno del arte donde por excelencia se termina la oposición libertad-naturaleza, el artista genio es por antonomasia quien hace efectiva la reunificación del hombre, el sentido de pertenencia al uno-todo; se comprende entonces, por una parte, que el arte sea la vía de conocimiento privilegiado para estos autores, y que sea durante el período romántico cuando el artista genio se considera la figura fundamental.

Escribe Fajardo (Estética y sensibilidades posmodernas) que: “El genio se asume en  el romanticismo temprano como fuerza creadora que rompe las reglas convencionales y cuya  autónoma libertad convierte al artista no en un simple re-presentador, sino en un demiurgo, un profeta, un visionario”.

Por eso también la pretendida abolición de barreras entre filosofía-ciencia-literatura-crítica, y, más allá, incluso el matiz social y político de muchas propuestas en este movimiento.

Es innegable que al desmontar la construcción de la racionalidad positivista del siglo XVIII, cuyos conceptos imponían lo histórico colectivo sobre lo individual, el romanticismo edificó el subjetivismo vital, afirmando la primacía de la imaginación, del sueño, y en definitiva la visión poética del mundo.

Ahora es menester comprender que tal exaltación del arte no lleva aparejada una normativa o un canon del que se dedujeran de manera unívoca las creaciones románticas. Ciertamente, podemos entrever e identificar ciertos rasgos sea en la pintura, en la poesía, etcétera, pero la noción rectora es justamente, y de acuerdo con sus ideas en contra de la racionalidad excluyente, como indica Schelling, que “el arte es una verdad abierta”. Por ello la valoración del fragmento, de lo inacabado, por la oposición a los sistemas filosóficos herméticos, cerrados.

Tal como pensará su contemporáneo Blake, Novalis propone la poetización del mundo. Se trata de reconquistar la realidad absoluta, oculta por la percepción común, con la ayuda de una refuncionalización mágica de los órganos de los sentidos. Para el hombre común el estatus autónomo de la imaginación que apoya al inicio su actividad en los fragmentos de la percepción, éste debe ser gradualmente conquistado. Es en el artista que la imaginación se encuentra completamente independiente y operante, en cuanto tal. Por ese motivo son calificadas sus reflexiones como idealismo mágico.

La imaginación es la fuente de la creatividad, accesible a todos, pero presente ineludiblemente en el artista. El artista es aquel que ha sabido elevar los órganos de los sentidos a la imaginación; esto es, en que los órganos de los sentidos se encuentran transfigurados al servicio de la imaginación.

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