No es necesario recordar cómo reaccionamos cuando nos enteramos de que a algún amigo o familiar le robaron, asaltaron, golpearon o cualquier otro delito, pues inmediatamente pensamos: “yo en su lugar le hubiera dicho, hecho, esto o aquello….”; sin embargo la realidad es que cada día estamos en el lugar de cualquier persona asaltada, pues en nuestras narices y con nuestro permiso, ocurre lo que nadie ha podido detener. Me refiero a los “viene-viene”, quienes se apoderaron de nuestras calles y avenidas para “cuidar” nuestro auto, por la “módica” tarifa desde 20 a 100 pesos y ¡por adelantado! Me pregunto, por muy mínimo que sea este pago, ¿es justo?, ¿de qué lo cuidan?…. ¡de ellos mismos!, por supuesto. Más vale darles lo que piden, que enfrentar cualquier daño a nuestro vehículo, ¿no es así? Les comparto lo que a mí me ocurrió: en una calle del centro de Guadalajara, cuando me negué a pagar 50 pesos, el “vigilante” pegó con un palo en el auto para desquitarse, y no se detuvo hasta que arranqué y me alejé del lugar. ¿Qué clase de robo es ese? Hago un llamado a los lectores y autoridades competentes, a defender nuestros derechos como ciudadanos, por una sociedad segura y libre de esta lamentable plaga de “robo disfrazado”.