
El Laboratorio de Calidad de Agua y Acuicultura Experimental del CUCosta no es solo un lugar para la investigación: es un ecosistema donde estudiantes y profesores aprenden juntos a cuidar la vida acuática y el respeto por el mundo animal
Dentro del Centro Universitario de la Costa (CUCosta), existe un lugar donde la investigación se mezcla con la curiosidad y la vida misma: el Laboratorio de Calidad de Agua y Acuicultura Experimental. Este espacio se ha convertido en un referente de estudio para especies acuáticas nativas y en un punto de aprendizaje para los estudiantes de Biología y otras disciplinas.
“El laboratorio cumple varias funciones dentro del CUCosta, todas alineadas con las líneas conductrices de la universidad: docencia, investigación y extensión”, explicó Fernando Vega Villasante, jefe del laboratorio. “Aquí tenemos laboratorios para la docencia y diferentes asignaturas como histología, embriología, acuicultura y calidad de agua; pero también realizamos proyectos de investigación relacionados con organismos acuáticos de interés acuícola y nativos, como peces, crustáceos y también con anfibios como el ajolote. Además de que participamos en ferias de divulgación de conocimiento”.
El laboratorio fue fundado por el propio investigador, quien llegó al centro alrededor del año 2004-2005 y comenzó su trabajo “con solo dos peceras prestadas”. Con el paso de los años, el esfuerzo conjunto entre docentes y estudiantes ha permitido consolidar un espacio de investigación robusto y reconocido. “Ya como laboratorio formal trabajamos desde 2010 aproximadamente. Antes no teníamos estas instalaciones, pero gracias al trabajo realizado, al apoyo de la universidad y al compromiso con la ciencia, logramos lo que hoy tenemos”, recordó.
Entre las principales líneas de investigación que desarrollan, se encuentran la alimentación y nutrición de especies acuáticas, el comportamiento, el bienestar animal, la eco-fisiología y la reproducción, además de los estudios sobre calidad del agua. “Incluso trabajamos en cienciometría biológica, que es el estudio de la ciencia misma”, añadió.

Sin embargo, detrás de cada experimento hay una constante: la participación de los estudiantes. “Son la parte fundamental de esto. No contamos con un técnico, así que todo lo que se hace aquí —el mantenimiento, el cuidado de los organismos, el registro de datos— se logra con la colaboración de los alumnos que vienen a hacer su servicio social, prácticas profesionales o tesis”, explicó el académico. “Es un ganar-ganar: ellos obtienen más conocimiento y nosotros avanzamos con su apoyo”.
La experiencia formativa no se limita a los estudiantes de Biología. El laboratorio ha recibido alumnos de otras universidades y carreras, quienes pueden integrarse a los proyectos desde distintos enfoques. “Siempre hay un área donde todos pueden aportar. Podemos trabajar, por ejemplo, con psicólogos que analizan el comportamiento de los peces o ingenieros que diseñan dispositivos para medir el oxígeno o el pH en los estanques”, comentó.
Quienes visitan por primera vez el laboratorio suelen sorprenderse. “Si tienes interés en los organismos acuáticos, llegar aquí es como llegar a Disneyland”, dijo entre risas el investigador. “Ves peces, langostinos, ajolotes… y todo lo que antes solo imaginabas en un documental. Para muchos, eso marca el inicio de su vocación”.
Durante el recorrido por el laboratorio, Alondra Guadalupe Figueroa Salazar, estudiante de la maestría en Ciudad, Cambio Climático y Resiliencia, quien colabora en el espacio, compartió cómo se unió al proyecto. “Yo originalmente soy bióloga, y llega un punto en el que tienes que decidir a qué te quieres dedicar. A mí siempre me gustaron los animales —de hecho, quería ser veterinaria—, así que cuando conocí la acuicultura me llamó muchísimo la atención. Siempre tuve peces en casa, y pensé: ¿por qué no convertir eso que me gusta en algo más grande? Así empecé a trabajar con especies nativas, y me encantó”.

Además, resaltó que esto es lo que los estudiantes actualmente buscan: llevar a la práctica aquello que aprenden y aman, lo cual le otorga aún más valor al laboratorio. “Muchos laboratorios en otras universidades no cuentan con este tipo de instalaciones, y eso hace que estudiantes de otros lugares incluso vengan a realizar prácticas aquí. Tenemos la ventaja de estar en una zona costera, lo que nos permite trabajar con especies locales y comprender su comportamiento de manera más real”.
Más allá de los experimentos, el laboratorio fomenta valores como la colaboración, la ética científica y el respeto por la vida animal. “Aquí no hay lugar para el fraude científico ni para el maltrato animal. Buscamos inculcar respeto, solidaridad y compromiso con el conocimiento”, señaló el doctor Fernando Vega.
Para él, lo más valioso del laboratorio es que no solo genera investigación, sino también curiosidad y comunidad. “Este es un espacio de conocimiento, de amistad y de paz. Aquí trabajamos con seriedad científica, pero también disfrutamos lo que hacemos; nos reímos, aprendemos y compartimos”.
El Laboratorio de Calidad de Agua y Acuicultura Experimental no es solo un lugar para la ciencia: es un ecosistema donde estudiantes y profesores aprenden juntos a cuidar la vida que habita el agua.
Este contenido es resultado del Programa Corresponsal Gaceta UdeG que tiene como objetivo potenciar la cobertura de las actividades de la Red Universitaria, con la participación del alumnado de esta Casa de Estudio como principal promotor de La gaceta de la Universidad de Guadalajara.
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