Wolfgang Vogt

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El mundo cultural tapatío de los años setenta, así como las motivaciones, inquietudes y anhelos que en ese ámbito se perfilaban, son el tema central de la novela Un alemán en Guadalajara. Crónica no-velada (La Zonámbula, 2018) de Wolfgang Vogt, académico del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.

La novela se divide en dos capítulos. En el primero el autor describe el ambiente estudiantil y académico de la Universidad de Bonn, las aspiraciones de los estudiantes, sus inquietudes, sus sueños. Tiene como personaje principal a Werner Wolf, joven egresado de la universidad con estudios de literatura a nivel doctorado, quien quiere trabajar en alguna institución de educación superior de América Latina. Lo alienta la promesa de un campo de investigación poco explorado, como es la literatura latinoamericana, y la curiosidad por conocer un nuevo mundo. Su deseo se hace realidad cuando el Servicio de Intercambio Académico, en Alemania, lo elige para trabajar en la Universidad de Guadalajara. En la facultad de Filosofía y Letras, Werner conoce a jóvenes estudiantes que aspiran a desarrollarse como escritores rompiendo los esquemas heredados de la literatura del siglo XIX, tienen ambiciones de trascender. Muchos son brillantes y tienen un talento que acompañan con una mística de consciencia social basada en el marxismo.

El profesor alemán se relaciona también con académicos cuyas posturas se dividen entre las formas tradicionales, el conservadurismo propio de la sociedad tapatía y las tendencias contemporáneas, el impulso de la creatividad, además de las innovaciones en las formas.

¿Werner Wolf es usted en la novela?
El profesor es alemán, pero este personaje no soy yo, ya que hace una estancia en Guadalajara de sólo un año, y yo duré cuatro años como profesor de intercambio, con apoyo de la Embajada de Alemania, y luego me dieron nombramiento de investigador. Sigo aquí. Mi novela se basa en la realidad, pero mezclada con ficción.

¿Cuánto tiempo tardó en escribir esta novela y qué lapso abarca?
La escribí en alrededor de ocho meses, hace cinco años, aunque la tuve un tiempo guardada en un cajón. La novela se desarrolla en un año, pero en ese lapso yo concentro experiencias sucedidas a mediados de los setenta.

En la literatura, ¿qué escritores vivían en aquella época?
Podría mencionar a algunos de los actuales poetas consagrados, como Dante Medina y Raúl Bañuelos. Entre los escritores de más edad estaban Adalberto Navarro Sánchez, Ernesto Flores, Arturo Rivas Sainz y Elías Nandino, que aún no regresaba de la Ciudad de México.

¿Estos escritores son personajes de su novela?
Aparecen, hay ciertos rasgos de mis personajes que remiten a algunos de estos escritores. Sin embargo, suelo fundir dos figuras en una sola. Por lo que hay la incertidumbre de a quien hago referencia.

¿Qué diferencia hay entre los jóvenes universitarios de los setenta y los actuales?
Los jóvenes eran más idealistas. Ellos querían un mundo más justo. En los años setenta estaba en boga el marxismo, se creía que era el futuro. Había la convicción de un cambio social. En mi novela los jóvenes poetas y escritores sueñan con una revolución en el arte, desarrollar nuevas formas y obras que iban a superar a todo lo escrito anteriormente. En aquel entonces los muchachos no pensaban en el dinero o éxito profesional, sino en ser buenos escritores o revolucionarios, por ejemplo. Actualmente suelen asociar al triunfo con un buen trabajo que les permita ganar dinero.

¿Qué aportó la generación de los setenta a Guadalajara?
El desarrollo cultural de Guadalajara y el hecho de que ya puede competir en este ámbito con la Ciudad de México tiene su impulso en la década de los setenta, cuando hubo apertura de nuevos caminos en la creación literaria e innovación en la poesía y la narrativa, además de que en esa época fueron promovidos nuevos ideales de convivencia. No se llegó a una revolución, pero gracias a esa generación hay actualmente más conciencia de la justicia social.

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