Walter Mignolo

1789

Desde el último camino que divide al campo del pequeño pueblo de Corral de Bustos, Argentina, en el límite, puede verse un cercado, una parcela, un molino y un pequeño bosque disperso en la pampa. Así describe Walter Mignolo el terruño donde nació, en el seno de una familia de inmigrantes italianos.
Este paisaje le enseñó a observar el mundo. No es extraño pues, que su trabajo se haya desviado de la teoría literaria que estudió en la Escuela de Altos Estudios de Francia para dedicarse a las estructuras del pensamiento y su relación con el poder y el ser. A eso le llama Gramática de la decolonialidad. Ha acuñado diversos conceptos que explican las formas de pensamiento dominantes. Y propone caminos para desligarnos del sistema centralizado y opresor —la colonialidad— en pos de uno nuevo a nuestra medida. La semana pasada inauguró la Cátedra sobre multiculturalidad, organizada por las Unidades de apoyo a comunidades indígenas y la de vinculación y difusión.

¿El pensamiento decolonial afecta a las instituciones?
Estas ideas se están infiltrando como un virus en las universidades y academias tradicionales. Está sucediendo. En talleres, cursos, conferencias… eso es en relación con la educación hegemónica universitaria, aunque podemos encontrar infinidad de ejemplos. Uno fulminante es la Amawtay Wasi, en Ecuador, universidad creada por indígenas, desligándose de las tradiciones medievales y renacentistas de universidad, así como de la idea kantiana y la universidad corporativa actual: crean una currícula de acuerdo a sus propias tradiciones. Otro ejemplo es la creación de la Academia latina de ciencias en Estados Unidos, con 140 facultades afiliadas.

Estos ejemplos están todos anclados en el ámbito académico…
Sí y no. Están dentro y fuera de la academia. Amawtay Wasi tiene otra organización, produce conocimiento artesanal, un aprender a ser: no hay diferencia entre la institución y la gente. La Academia latina de ciencias, por su parte, es similar porque emerge como una respuesta intelectual al levantamiento de 2006, cuando seis millones de personas se manifestaron contra la ley migratoria, y esto ocurrió fuera de las universidades.

¿Cuál es la relación individuo-paradigma?
El pensamiento decolonial empieza por una toma de conciencia, una transformación del sujeto. Esto se siente, es como la marimba. Hay cosas que no se pueden enseñar racionalmente, que se van sintiendo en el proceso de la discusión o de la experiencia. Yo era colonizado, quería ser un gran pensador como los franceses, pero me di cuenta de que eso no es posible. Entonces sentí la diferencia. Y es a partir de ese sentir que surge una nueva forma de pensamiento, que ayuda a otros a darse cuenta también ya que mucha gente tiene esta experiencia y no la ve hasta que se reconoce en ideas como ésta. En mis conferencias, los que se acercan a mí son estudiantes inmigrantes, personas que están en Estados Unidos y no encuentran su discurso.
En la idea de pensamiento fronterizo, ¿cuál es el papel de la lengua franca?
Yo escribo y hablo en inglés, pero pienso en castellano. Hay que diferenciar entre la lengua de identidad, que forma al sujeto desde su nacimiento; y la lengua que, por circunstancias históricas, tenemos que aprender y manejar. Es lo que hacen los chicanos: mezclar constantemente. Hay que sacarse esa idea de homogeneidad y pureza de la lengua en relación a una nación, y por otro lado, infectar las lenguas con otras experiencias. Eso es el pensamiento fronterizo, pensamiento que se expresa en una lengua que reprime.

¿Cuál es la diferencia entre emancipación y liberación?
Emancipación es un término que surge en el siglo XVIII para señalar la separación de la burguesía de la monarquía y la Iglesia. De ahí surge la Ilustración. El término “liberación” aparece durante la Guerra Fría, en todas las guerras decoloniales: el Ejército de liberación nacional de Argelia, el de liberación zapatista, el de liberación sandinista… todos son movimientos del paradigma otro, no son ya emancipaciones dentro del pensamiento europeo, sino de las otras culturas, de las otras historias. Por ello, el pensamiento decolonial es un pensamiento de liberación.

¿De dónde viene la decolonialidad?
Este pensamiento parte de las reacciones. Fundamentalmente en la colonia, de indígenas y negros en el siglo XVI hasta mediados del siglo XVII. A partir de entonces, los negros se van de las plantaciones, crean los palenques y los quilombos [comunidades libres de esclavitud], que son formas no sólo de resistencia, sino de reexistencia. Son formas de descolonización, formas de reorganizarnos ahora que se han destruido las formas anteriores de organización. Aquí los criollos introducen un nuevo juego, porque ellos son casi europeos: están entre Europa, indios y negros. El pensamiento de América y el Caribe se nutre en la colonia, pero no del pensamiento imperial sino del que no quiere dejarse controlar.

¿Cómo se configura esta rebelión en particular, a diferencia de otras como el romanticismo y el barroco?
La diferencia es que rebeliones como ésas, que se han dado a lo largo de la modernidad, parten del marco mental de Europa: lo nuevo destruye lo viejo. En cambio a los indios y a los negros no les importaba nada ni lo nuevo ni lo viejo. Ellos estaban en otra cosa, en un paradigma otro. Nosotros recogemos el legado de esa periferia y releemos el de los criollos y los inmigrantes. Y esta es la idea de América Latina.

¿poscolonialidad es posmodernidad?
Modernidad y colonialidad son dos caras de la misma moneda. La posmodernidad es un periodo histórico posterior y dependiente de la modernidad, no puede comprenderse sin ella. Es la nueva retórica de progreso y salvación que articula a la nueva colonialidad: supuesto imperio sin colonias pero ¿Irak qué?, ¿y Puerto Rico? La poscolonialidad es un discurso crítico de la colonialidad que necesita de los pensadores posmodernos: Zaid, Lacan, Derrida… Nosotros cocinamos otra sopa. A partir del siglo XVI la modernidad y la colonialidad aparecen juntas en la construcción del mundo moderno colonial. Nosotros nos desenganchamos de esa que parece ser la única forma de entender el mundo.

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