Un día sin nosotras, pero no para todas

Hay mujeres trabajando. Algunas no dejan de laborar porque tienen que comer o hay que pagar deudas,  y no queda de otra. Por eso en este 9 de marzo, ellas siguen al pie del cañón como trabajadoras domésticas, volanteras, vendedoras ambulantes, como trabajadoras formales en comercios, restaurantes y tiendas departamentales

Son ellas, las del otro México que hay fuera de las academias y círculos intelectuales, el México marginado o el orillado por la necesidad económica y el vivir al día, quienes hicieron caso omiso a “#UnDíaSinMujeres”.

La primera mujer que vi este día, después de salir de mi departamento, a las 8:30, fue la trabajadora doméstica que labora y vive en la casa de un vecino, por la calle Santa Lucía, cercana a la Colonia Altamira. Vestía cómodos pans azules cielo y una sudadera holgada y calzaba tenis. Supuse que sus patrones le habían dado el día, y que había optado por quedarse en la ciudad a descansar y no ir a Michoacán, estado de donde es originaria, pues no la vi barriendo la banqueta. Ella se dirigía a la parada de camión que está sobre Américas, a media cuadra de avenida Patria.

Me saludó con un afectuoso “¡Hola!”, resultado de verla todos los días, a la hora en que yo, por lo general, salgo de mi departamento para ir rumbo al edificio de Rectoría de la Universidad de Guadalajara.

—Hola, ¿cómo estás? ¿Protestando por #Un Día Sin Mujeres”? ¿Te sumaste al paro para apoyar la causa?

—¡Qué día sin mujeres ni que ocho cuartos! Tengo que comer, y si quiero comer, tengo que trabajar. ¡No queda de otra!

—Pero, estás fuera de la casa de tus patrones…

—Me mandaron a cuidar a la niña que tiene el hijo de mi patrona. Vive por Providencia. La nuera tiene que trabajar también. Ella es maestra, y ni modo que deje ahí tirados a los chiquillos…. ¡Eso de “#Un Día Sin  Mujeres” no creo que funcione! Es cosa del gobierno de poner fin a la violencia.

Después de desearle buen día. Ella se aleja apresurada.

En la banqueta, sobre Américas, media cuadra después de la calle Hacienda Santa Lucía, me encuentro a la segunda mujer con volantes publicitarios en mano. Viste ropa cómoda y una cachucha.

La saludo con un afectuoso hola. Ella me mira extrañada, pero responde a mi saludo.

—¿Cuál es su opinión sobre “#Un Día Sin Mujeres”?

—¡Ayyy! Tengo que entregar estos volantes, y si ven que no lo hago, me pueden regañar. Espere a que se ponga el siga.

La veo colocar, de manera apresurada, varios volantes sobre los cofres, junto al parabrisas de los carros que hicieron alto por efecto de la luz roja del semáforo que está ubicado en Américas y Patria, pero ya casi cuando va a cambiar a verde, la veo trasladarse a la acera de enfrente y alejarse, como seña inequívoca de que no quiere ser entrevistada.

Decido dirigirme sobre Patria, hasta la parada de taxis. A unos pasos de un carro amarillo, veo a una mujer atendiendo un puesto ambulante de tejuino y botanas.

—Señora, ¿está trabajando aquí, en este día?

—Sí, hay que trabajar porque mis hijos, esposo y yo tenemos que comer, pero si no hay mucha gente, al rato me voy.

El conato de conversación es interrumpido por una llamada que entra a su celular y que adivino tardará algunos minutos. Por lo que decido cruzar la calle y visitar la plaza comercial.

Son las 9:00 y no todos los negocios están abiertos. Entro al Black Coffe, que abre desde muy temprano. Lo primero que llama mi atención al entrar es la ausencia de mujeres en el mostrador.

—Buenos días, ¿están las chicas que aquí trabajan?— pregunto al muchacho del mostrador, vestido con camiseta negra que tiene el logotipo de la empresa, y unos pantalones del mismo color.

—No vinieron por “#Un Día Sin Mujeres”. Por eso, hoy vamos a abrir sólo hasta las 19:00 horas, y no hasta las 10 de la noche, como todos los días.

Dos horas después decido pasear por la plaza: había mujeres, aunque en menor cantidad que otros días, atendiendo zapaterías, en locales de comida, en tiendas de ropa y de cosméticos.

En Helados Dolphy un dependiente que atendía informó que sus compañeras no asistirían porque se habían sumado al paro.

Decido visitar Liverpool. Me dirijo al área de cosméticos caros, de marcas como Lancôme y  Elizabeth Arden, suponiendo que por ser productos para las mujeres, las dependientas se sumarían al paro…

—La empresa nos dio la opción de no trabajar este día, sin consecuencias, ya que no habrá sanciones para las compañeras que decidan no venir, y les pagarán su sueldo íntegro, pero si no vendo, no facturo y dejo de ganar comisión, y por el momento no puedo darme el lujo —comenta una de las empleadas.

Al salir de Liverpool y conforme paseo por la plaza y visito los negocios resuenan en mi cabeza las palabras del eslogán de” #Un Día sin Mujeres”:

“¡El Nueve Ninguna se Mueve! #UnDíaSinNosotras. Paro nacional. Ni una mujer en las calles. Ni una mujer en los trabajos. Ni una niña en las escuelas. Ni una joven en las universidades. Ni una mujer comprando”.

Las frases vuelven a resonar en mi cabeza mientas observo a mujeres trabajando, otras desayunando en restaurantes y algunas esperando al camión… y yo, que me sumé a la causa, pero que no considero trabajo el escribir una crónica sobre las mujeres.