Un coto abierto a la convivencia

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Los fraccionamientos habitacionales cerrados no sólo han sido un éxito en el Área Metropolitana de Guadalajara, también representan uno de los principales focos de segregación socioespacial en barrios y zonas de distintos estratos.

Basta transitar por distintos puntos de la metrópoli para constatar las murallas que conglomeran viviendas donde sus desarrolladores han vendido la idea de mayor seguridad y, en ocasiones, servicios exclusivo.

Es por ello que Perla Marisol González Cázarez se interesó en conocer el impacto y segregación socioespacial que ocurría en uno de los tantos cotos que están a lo largo de prolongación López Mateos; así fue como realizó un estudio en torno al fraccionamiento Residencial Bonanza, ubicado en San Agustín, Tlajomulco de Zúñiga.

Lo que descubrieron ahí fue gratificante en cuanto al tejido social, pese a que la hipótesis era que habría un impacto negativo, como usualmente ocurre en otros cotos de la ciudad.

“La iniciativa era buscar el impacto de un fraccionamiento cerrado. Residencial Bonanza llamó la atención porque era un fraccionamiento pequeño, y además su vialidad principal es abierta y conecta otras dos avenidas. Empecé a notar que la gente se apropiaba de los espacios exteriores y que la gente se sentaba en el camellón, a correr y hasta a sacar al perro”.

Días de campo, pasear a las mascotas, volar cometas e incluso descansar en el pasto del camellón de avenida Bonanza son prácticas recurrentes de habitantes aledaños al coto.

“Quisimos conocer cómo afectaba este fraccionamiento a la ciudad abierta, en cuanto a los modos y formas de vivir en las prácticas sociales pre-existentes. Notamos que se generó una dinámica interesante en la vialidad que comunica a López Mateos con el camino Real Colima, pues como es una vialidad abierta comunicó dos partes de la ciudad (el poniente de López Mateos con San Agustín); lo que derivó en que personas ocuparan el espacio público en las áreas verdes del camellón”, externó Verónica Livier Díaz Núñez, quien fue tutora de tesis de González Cázarez.

Con apenas 530 metros de largo, la avenida Bonanza cuenta con condiciones urbanísticas que hacen posible la interacción social: tiene un camellón de cuatro metros de ancho y banquetas con 4 metros en su lado norte y sur. Ésta conecta la zona de López Mateos con el Centro de la localidad de San Agustín; por lo que propicia el encuentro de los habitantes del lugar.

El estudio Segregación socioespacial y cambios en prácticas sociales de los habitantes del contexto urbano inmediato de un fraccionamiento habitacional cerrado fue parte de la tesis de González Cázarez, para la maestría en Procesos y Expresión Gráfica en la Proyectación Arquitectónica Urbana, del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD); misma que derivó en un capítulo en el libro División social y fragmentación urbana en ciudades mexicanas, que editó la Universidad Autónoma de Sinaloa.

La investigación también arrojó que los visitantes no se sienten del todo bienvenidos por parte de los residentes del coto; sin embargo, aseguran las investigadoras, eso no opaca los efectos positivos de este fraccionamiento, porque incluso varios comerciantes de la zona también se han visto beneficiados.

“Los impactos de este fraccionamiento no eran necesariamente negativos, cuando me metí de lleno al estudio, noté que los cambios positivos fueron por las áreas de cesión porque la gente se apropió del lugar. Son banquetas amplias, con jardines y áreas verdes que dan frescura. No hay bancas, ni mobiliario urbano”, indicó González Cázarez.

Ambas urbanistas dijeron que esta situación también ocurre porque la zona es carente de áreas verdes o zonas de recreación, por lo que los habitantes se motivaron a ocupar lo que ellos perciben como ideal para el descanso y la convivencia.

“Notamos que había un espacio público gracias a las áreas de cesión; que existe un fraccionamiento cerrado que sí limita el acceso, pero dado a que existe una vialidad que divide el fraccionamiento de 500 casas en dos, se logró que no se segmentara el sitio sino que conectara con una vialidad y se generara un espacio público”, mencionó la autora de la investigación.

Y aunque esta aportación para la creación de ciudadanía en un espacio público se le reconoce a Residencial Bonanza, para las urbanistas los desarrolladores urbanos puede que no hayan tenido otra opción, ya que “tal vez se vieron obligados por los planes parciales, donde ya se había contemplada una vialidad conectora, habría que revisar la planeación como variable de análisis”, dijo Díaz Núñez.

“Los fraccionamientos cerrados sí son un problema en Guadalajara, es una de las ciudades que más tiene en Latinoamérica y son un factor de segregación socioespacial y exclusión”, apuntó.

Si se siguen creando cotos, señalaron que al menos eviten que haya muros continuos, que se vuelven muros ciegos, y se generen espacios que promuevan la comunidad, presencia de personas y oferta de servicios.

“También que de acuerdo a su superficie haya un equivalente número de vialidades que conecten con las zonas contiguas, otro es que las vialidades principales no tendrían que ser cerradas, que la comunicación sea abierta y que no te pidan una identificación para cruzar, ya que la ciudad es de todos”, describió Díaz Núñez.

Por su parte, González Cázarez exhortó a que se deje de pensar de forma individualista, se evite adquirir cotos y se opte por vivir en lugares donde se pueda coexistir con el resto de la ciudadanía, que sean visitables, caminables y con presencia de ciudadanos.

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