Un cine plural

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La suiza es una cinematografía que lucha por fortalecer sus procesos de distribución, pues enfrenta importantes retos para difundir sus producciones; con espectadores por conquistar que asisten con mayor frecuencia a las salas para mirar cine hollywoodense que películas locales. Una cinematografía de realizadores jóvenes. La próxima edición del FICG tendrá como invitado de honor a Suiza, un cine que como el mexicano, vive un proceso de crecimiento, aunque con peculiaridades que la convierten en un caso único de la industria fílmica mundial.

“En cierta ocasión, en el Festival de Cine de Locarno”, recuerda Annemarie Meier —investigadora suiza, miembro de la Red de Investigadores de Cine (REDIC)—, “hubo una conferencia sobre cine suizo que despertó mucha curiosidad. De invitados estaban ocho realizadores que se sentaron y se vieron entre ellos mientras unos hablaban en francés, otros en italiano, otros en retorromano y otros en alemán. Diez minutos después, decidieron que no había tal cosa como ‘cine suizo’, así que se levantaron y se fueron. De esto hace unos quince años”.

Mientras que en otras latitudes la búsqueda por una cinematografía definida por elementos nacionales fue la apuesta para fortalecer las industrias locales, explica Meier, “en Suiza la cultura se ha basado en el cantón, en la región; no hay ministro de cultura federal, por lo que todo se desprende de las cuatro regiones culturales del país: la francesa, la italiana, la alemana y la retorromana, una mezcla de italiano aunque con mucha influencia del latín”.

De esta regionalización se desprenden las peculiaridades de un cine que se crea desde el exterior, pues cada región tiene su centro de producción fuera del país; los hablantes de italiano suelen realizarla en Roma, la región francesa en París y la alemana en Berlín. Un claro ejemplo de ello es el reconocido cineasta Jean-Luc Godard a quien se lo suele considerar francés porque ha generado su obra desde París.

Ha sido esta tradición fílmica nutrida de las influencias de cinematografías hermanas la que ha hecho de Suiza —un país con apenas siete millones de habitantes— un importante referente de festivales en Europa, como son el Festival Internacional de Cine de Locarno; el Festival de Nyon, uno de los pocos en el mundo especializado en documentales; el Festival Internacional de Zürich; el Festival de Animación de Baden; el Festival de Winterthur, especializado en cortometrajes, y el festival local de Solothurn.

“Una de las ventajas de Suiza, al no tener centralizada la cultura, es que se producen muchos tipos de cine, lo cual es muy positivo para una cinematografía que requiere de un millón de espectadores para recuperar la inversión de una película”, comenta Meier. Por ello, la coproducción se ha convertido en una recurrente estrategia que garantiza una distribución exitosa con los países fronterizos, como lo han hecho figuras como Jean-Luc Godard y Alain Tanner en Francia.

La próxima edición del FICG representará un encuentro y mutuo enriquecimiento entre dos cinematografías aparentemente lejanas, pero con importantes elementos comunes pues “aunque esto pueda sorprender, buena parte del público suizo además de ver cine estadounidense, procura y frecuenta el mexicano”

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