Un barrio condenado al olvido

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“¿Hace cuánto que no va a la cantina, papá?”, pregunta Mauricio a don Roberto, entre tanto desayunan birria después de una larga jornada nocturna, dividida entre la serenata de unos novios y una fiesta particular. Los vientres abultados, los bigotes despeinados y el viejo guitarrón que los acompaña, hacen evidente su profesión: mariacheros. Mauricio y Roberto se encuentran comiendo en uno de los dos restaurantes tradicionales de birria ubicado en Las Nueve Esquinas. Sus bocas se han llenado de pedazos de tortilla, vencida por el caldo del platillo. Dos cervezas en destilación. Tres platos y un servicio de cebollitas, cilantro, rábanos reducidos a sobras. Entretanto el sol comienza a salir victorioso.
Virginia es bailarina en uno de los centros de baile cubano ubicados en la zona. El maquillaje ha desaparecido, dejando al rímel corrido actuar como protagonista. Usa una blusa con un escote tan pronunciado, que no tarda en ser el centro de atención de los curiosos que transitan a paso veloz, llevando bajo el brazo algún periódico de nota roja.
Ramón es bolero de la zona. Desde las ocho de la mañana abre su chamba móvil, según dice: él ve todo lo que sucede en la plaza principal del barrio. Le ha tocado estar de observador en sucesos que van desde un rompimiento amoroso hasta el nacimiento de un bebé, en plena fuente.
¡Buenos días!, dice el dependiente de la farmacia. ¡Buenos días!, grita el mesero de la birriería. ¡Buenos días!, comenta uno de los transeúntes. Las palomas vuelan. Las cortinas metálicas de los locales comienzan a levantarse. Las lagañas son removidas. Un suspiro hondo y el nuevo éxito del artista grupero Julión ílvarez se escucha de fondo. El día ha iniciado.

Un barrio cosmopolita
El barrio de San Francisco, mejor conocido como el de Las Nueve Esquinas, forma parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Según la Guía arquitectónica metropolitana de Guadalajara, editada por la arquitecta Arabella González Huezo en 2005 y publicada por el gobierno de Jalisco. Se consideró un ejercicio de evaluación en 16 sectores, iniciando con el centro histórico de la ciudad, en donde se invita al lector a conocer a fondo el legado cultural de la capital del estado. Sin embargo, la guía no hace un ejercicio de evaluación apropiado; Ana Lucía González Ibáñez, doctora por la Universidad de Guadalajara en ciudad, territorio y sustentabilidad y especialista en Patrimonio cultural, asegura que la omisión general de datos hace de este instrumento un desacierto para el conocimiento del patrimonio arquitectónico.
El barrio de Las Nueve Esquinas tuvo su originen a partir de la división realizada por parte de los franciscanos a principios del siglo XVI –separación de las zonas habitadas por indígenas con respecto a las de los hacendados–, con la construcción del ex convento de San Francisco. Actualmente, se encuentra el templo de san Francisco y la capilla Aranzazú, divididos por la avenida 16 de septiembre. Dentro de los elementos que lo componían, se encontraba la desaparecida estación de ferrocarril, construida en 1891, junto a las casas de la élite tapatía. Tales elementos otorgaron un sello distintivo a la zona.
Según la guía de González Huezo, se define a la zona como una de las más elegantes en su tipo, la cual contaba con residencias de las familias González Hermosillo, José Cuervo, Verea, Castellano Tolentino, Juan Pérez Rubio, Orendáin, Remus, etcétera. El perímetro en el que se concentra es al sur con la calle Nueva Galicia, al poniente con Ocampo y con la avenida Libertad hacia el oriente en continuación con las calles Leandro Valle y Río seco. La mayoría de sus construcciones pertenecen al neoclásico, influenciado por el nuevo estilo francés que se originó a finales del siglo XIX, el cual convirtió a la zona en un punto cosmopolita.
González Ibáñez, especialista en planeación urbana regional, comenta que la riqueza de la zona pertenece principalmente a los rasgos y estilos que se logran identificar en las construcciones: “La riqueza del sitio logramos verla desde la traza de las calles. Es diferente por las formas orgánicas con las que fueron diseñadas. Nosotros en Guadalajara y en muchas ciudades del país no tenemos los códigos perfectos de las corrientes arquitectónicas. Tenemos los rasgos y los lenguajes de los estilos gracias a la fuerte influencia de la mano de obra de los indígenas. Son aportes únicos, que han de ser igualados en importancia con las grandes construcciones. Lograr un edificio con características de este tipo, se vuelve una muestra importante de expresión, por ser una reinterpretación de estilos clásicos que se daban en Europa y que se convierten en algo fuera de lo común”.
Las proporciones observadas a lo largo de las diferentes construcciones se desarrollaron con una metodología de acuerdo a las funciones requeridas en la fundación del barrio. “Lo que logramos observar actualmente es un desorden al momento en que intervienen los edificios. Un nulo conocimiento por parte de los arquitectos que están interviniendo. Toda esta problemática forma parte de lo que se encuentra en el centro histórico de Guadalajara”, apunta González.
A pesar de ello, en 1997 el barrio de Las Nueve Esquinas se unió al proyecto “Las cien manzanas”, dirigido por el ayuntamiento de Guadalajara, en conjunto con la Universidad de Guadalajara, instancias que crearon un fideicomiso, en conjunto con empresarios, comprometiéndose a la renovación de las diferentes colonias pertenecientes al centro de la metrópoli tapatía. El rescate que entonces efectuaron consistió principalmente en el remozamiento de las fachadas, dejando en un limbo el interior de las propiedades. Uno de los ejemplos es el de la Casa de los Orendáin, construida por Francisco Camarena, ubicada al centro del barrio, la cual sirve de bodega en la parte inferior de la birriería “Las 9 esquinas”.
“Ya no podemos llamar transformación a lo que observamos. Se han modificado los usos y obviamente esto generó una dinámica fuera de lo marcado, a pesar de ser un epicentro comercial. Se ha seccionado el sentido integral de los barrios, que tiene que ver con la habitación, con los comercios, restaurantes, cantinas, etcétera”, añade Ana Lucía González, quien a su vez recalca que los edificios que se logran observar alrededor de la plaza del barrio cuentan con el mismo valor arquitectónico de la colonia Americana. “En términos históricos esto fue fundacional, y se desarrolla más a finales del siglo XIX. Cuando tenemos nuestra ciudad en el siglo XXI, lo que necesitamos observar es el paisaje urbano, que nos va diciendo la historia de la ciudad. Ninguna es más importante que la otra, porque es parte de un proceso propio”.
Las arbitrariedades son constantes. Los estilos son contrastantes e incluso inadaptables al ecosistema de la zona. Las fincas ubicadas en la calle Leandro Valle cuentan con modificaciones que resaltan en la altura de las construcciones. “Las autoridades se escandalizan y actúan en la Americana, pero deberían venir a ver lo que está pasado aquí”, puntualiza la especialista, quien asevera que el plan vigente de construcción entra en contradicciones con lo especificado en el reglamento de “Barrios Históricos del Centro Histórico de Guadalajara”, por lo que se incumplen todos los estatutos marcados con edificaciones y que no responden absolutamente a los códigos en los que se habla de alturas, proporciones, ornamentación, colores, etcétera. “El problema con estas construcciones es que muchas de ellas se dejaron en testamentos intestados, en los que no se puede hacer nada y que son un problema. La gente se hizo de sus locales. Lo que sucede es que por un lado hay un desconocimiento grande de la población. No es que no se puedan hacer las cosas, pero se debe tener en los edificios un respeto, un elemento simbólico de mucho valor”.
González reitera que los edificios históricos no deben ser destinados para galerías o museos exclusivamente: “La ciudad necesita otras cosas para seguir viviendo y los edificios para seguir viviendo necesitan vida. No es que se tengan talleres mecánicos en ellos. El dilema es la forma en la que se intervienen para que sigan siendo respetados“.
La especialista ejemplificó con un caso de la vivienda ubicada en la esquina de las avenidas Tepeyac y de Las rosas, en donde hay una casa de estilo funcionalista impecable. Sus dueños decidieron emplearla para fines laborales, sin alterar su esencia.
Los estilos fueron derribados. Se desconoce a simple vista su definición. Don Roberto y Mauricio se han ido del restaurante. El olor a orines, la basura y la mugre comienzan a brotar como fantasmas. Las Nueve Esquinas, míticas y sobrantes. Las cortinas de los centros de impresión cierran. La música de Julión ha sido reemplazada por la de Pitbull. Las costumbres cambian, sin embargo, para Ramón el barrio sigue siendo el mismo.

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