The Night la oscuridad de Venezuela

Rodrigo Blanco Calderón habla en entrevista sobre su novela, un retrato del país sudamericano durante la crisis energética, que este año fue la ganadora de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa

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Foto: Víctor Rivera

VÍCTOR RIVERA

Un apagón eléctrico por la noche se antoja largo e inesperado. Unos cuantos minutos parecen como cinco horas. Nunca se sabe cuán oscura es la noche, hasta que se está perdido —por sorpresa— a mitad de su inmensidad. Justo ese vacío es el punto central de la novela The Night, del venezolano Rodrigo Blanco Calderón, ganadora de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa este 2019, un relato profundo (como la noche) y polifónico (como lo describe la editorial).

El texto viaja al 2010 en el país dominado por el chavismo al momento en el que se declara la crisis energética y los apagones son recurrentes. Sus protagonistas son el palindromista Darío Lancini, el psiquiatra forense Miguel Ardiles, el escritor fracasado Matías Ryde y el publicista depresivo Pedro Álamo.

Blanco Calderón afirma: “Darío Lancini lo abordé como una especie de biografía ficcional. El libro está dividido en tres partes y la segunda funciona como una bisagra dentro de toda la novela, que es donde se narran pasajes de la vida de Lancini, que fue un jugador de palabras; ahí tuve que hacer mucho reportaje y entrevistas con gente que lo conoció porque no existía ninguna biografía establecida sobre él”.

¿Qué termina por inspirarte para ficcionar este pasaje de la historia reciente de Venezuela?

Cuando se fue agravando la situación y se declaró la crisis energética, fue como una alerta para mí que me confirmaba que las cosas estaban cambiando a una dirección verdaderamente terrible. Lo sentía como una metáfora muy elocuente, porque la oscuridad que llevábamos por dentro como sociedad ya empezaba a materializarse en el espacio público. Un indicador de ello es que comenzaron a pasar crímenes atroces amparados en el hecho de que ya no había alumbrado público. Eso, por una parte, llamó mi atención, además de que en julio de 2010 murió Darío Lancini. Y al leer un resumen biográfico en la prensa sentí que lo que quería escribir estaba relacionado con la situación político-social, así como con la figura tan esquiva de un autor tan discreto como Lancini, quien dedicó su vida a escribir juegos de palabras; al día siguiente de su muerte empecé con la novela.

En el escenario actual apareció una figura como Juan Guaidó, ¿despierta en ti alguna esperanza?

Empecé el año con mucha ilusión hacia Juan Guaidó. Como a mucha gente, me dio gusto ver a una figura distinta y dispuesta a ejercer acciones más radicales para desconocer el gobierno de Nicolás Maduro y hacerlo ver como es: una dictadura, y tratar de generar el quiebre del poder. Creo que el paso de los meses ha demostrado dos cosas: si tú quisieras ser benigno con Guaidó, te das cuenta que la estructura del poder montada por Chávez y heredada por Maduro es un búnker de maldad y de dominio que las fuerzas civiles no los van a poder desmontar. Por otra parte, si se ve desde un punto de vista más crítico —que es como yo me siento ahorita—, me parece obvio que Guaidó terminó repitiendo los mismos vicios de la clase política opositora, que es un asco; acaban de descubrir un montón de casos de corrupción de gente vinculada a Guaidó y al manejo de la ayuda humanitaria; por lo que muchos venezolanos estamos entendiendo que el chavismo no ha terminado de caer ni de salir del poder, porque está protegido por una clase política que se vende como opositora, pero que tras bastidores tiene una gran cantidad de negocios que no van a soltar.

¿Ves una salida pronta?

Soy muy pesimista. Y no creo que haciendo las cosas como se hacen —ir a diálogos en países que en el fondo son solidarios con la dictadura de Maduro, el pretender convocar a elecciones cuando no existe un Tribunal Supremo de Justicia o un Consejo Electoral limpio—, se pueda lograr, hacerlo así es repetir un fraude electoral. Insistir por ese camino no conducirá a ningún lado. Creo que en un momento del año hubo una posibilidad de forzar con una especie de intervención de cooperación internacional armada, porque Venezuela es un país que está secuestrado, pero evidentemente esa es una solución que nadie va a querer, porque es una situación dramática también. Los Estados Unidos acaban de decir muy claramente que no hay una posibilidad de incidir en ese nivel, así que creo que la partida está estancada y eso beneficia a Maduro.

Qué importancia tiene la novela que permite, a través de la ficción, comprender mejor estas situaciones…

Desde que la novela se posicionó —a finales del siglo XIX— como el gran género de la literatura, tiene esa capacidad inagotable de absorber conflictos de la sociedad y elaborarlos a través de la ficción para que el lector encuentre dos cosas que parecen opuestas: tanto el alejamiento de la realidad como de algo más profundo, como profundizar en la información. Es como cuando vemos una serie en Netflix, es el mismo formato de la novela por entregas del siglo XIX, pero potenciado con las herramientas audiovisuales del presente; aunque lo importante es la persistencia del relato, independientemente del formato. Necesitamos de un relato que nos dé la opción de sentir todo aquello que está pasando y en un sentido mi novela también es un ejercicio imaginativo para tratar de entender una serie de cosas que han ocurrido y siguen pasando.

 

 

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