Tender puentes entre los científicos y el resto de la sociedad

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Al inicio del segundo Coloquio Internacional de Cultura Científica, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el doctor Miguel íngel Navarro, vicerrector de la Universidad de Guadalajara, recordó la importancia de contar con un foro para reducir la distancia entre los investigadores científicos y el resto de la sociedad, presentando la ciencia como una dimensión más de la cultura, y anticipó lo que sucedería con este evento: “Una celebración de los libros y la cultura científica en la que todos son bienvenidos”.

Ciencia y conversación
Los invitados al coloquio fueron Diego Golombek (Universidad Nacional de Quilmes); Marcelo Knobel (Universidad Estatal de Campinas); Alberto Rojo (Universidad de Oakland); Rosaura Ruiz (Academia Mexicana de Ciencias); Silvia Torres-Peimbert, Sergio de Régules, Carlos López Beltrán y Ken Oyama (Universidad Nacional Autónoma de México), y Silvana Navarrro y Roberto Castelán Rueda (Universidad de Guadalajara).
El doctor Ruy Pérez Tamayo fue el encargado de comenzar la fiesta. Miembro del Colegio Nacional, de la Academia Mexicana de la Lengua, profesor emérito de la UNAM, y uno de los pilares fundamentales de la investigación científica nacional.
Con una mirada de largo alcance se refirió a La ciencia en México, destacando la urgente necesidad de contar con las condiciones básicas que garanticen un mayor desarrollo social con la ciencia como base, y con la participación de toda la sociedad. Enfatizó que la cultura científica no tiene que ver con la idea de que todos “se conviertan en científicos”, sino con la posibilidad de que todos nos sepamos situar de manera racional ante la ciencia.
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Cuatrocientos años de mirar
el cielo
 El año 2009, en todo el mundo se planearon actividades en torno al Año Internacional de la Astronomía, el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin y los 150 años de la publicación de su máxima obra, Sobre el origen de las especies, cuyo impacto fue tan grande que el genetista ruso Dobzhansky acuñó la frase: “En biología nada tiene sentido si no es a la luz de la evolución”.Â
Coordinados por Ken Oyama, Rosaura Ruiz, Diego Golombek y Carlos López Beltrán presentaron a un jovencísimo Darwin dubitativo y al mismo tiempo extasiado, mareado a bordo de una pequeña embarcación que lo llevó por inverosímiles territorios en los que recolectó muestras que años después le permitirían desarrollar una de las teorías científicas más importantes en la historia.
Hablaron de las batallas que están en curso —aquellas que hay que seguir librando— para que las implicaciones sociales de la evolución, así como del conocimiento en general, superen los “obstáculos de gobiernos miopes que proponen absurdos como la ley antiaborto.
Hace cuatro siglos, el italiano Galileo Galilei dirigió un rudimentario telescopio que había construido hacia el cielo, una experiencia que muchos historiadores reconocen como el nacimiento de la ciencia moderna.
Es así que Silvia Torres-Peimbert, Alberto Rojo, Marcelo Knobel y Sergio de Régules dieron cuenta de diversas actividades que se realizaron para celebrar a Galileo, no a aquel personaje de mármol, inmaculado e inalcanzable, sino a ese “copernicano de clóset” que imaginamos con la mirada absorto en la bóveda celeste, presa de la misma curiosidad que cualquiera de nosotros siente al ponerse del otro lado de un telescopio.
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La ciencia es eso que te pasa mientras tú haces otros planes
Diego Golombek se valió de “científicos tan famosos como… John Lennon”, caricaturas y fotografías de su pequeño hijo  para demostrar —de una manera tan hilarante como seductora— que con un poco de atención es posible encontrar “ciencia” en las actividades más cotidianas: en nuestra cara al despertarnos por la mañana (su tamaño es diferente), al bañarnos (ciertas condiciones provocan que “nos escuchemos mejor” mientras tomamos una ducha), al cocinar (se trata de uno de los más exquisitos laboratorios científicos al alcance de la mano.)
Pero también nos comprobó a lo largo de casi dos horas que es posible estimular el gusto por la ciencia de tantas maneras y entre cualquier persona; que el sentido del humor no está reñido con el rigor científico. Basta con aguzar la mirada, afinar el olfato, no dejar de hacerse preguntas.
Durante dos memorables jornadas en las que participaron cerca de 250 personas, se volvió evidente la importancia de crear todos los foros posibles para incentivar la conversación entre los científicos y el resto de la sociedad, en una época en la que es cada vez más notoria la desequilibrada distribución del conocimiento, de la riqueza entre las naciones que desarrollan ciencia y tecnología y aquellas que se ven sometidas y excluidas, inmersas en el analfabetismo científico.
El escritor italiano ítalo Calvino estaba seguro de que había dos maneras de no sufrir el tormento que él mismo reconocía como el infierno de los vivos: “La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio…” Lo resumió muy bien Carlos López Beltrán: “Me siento como si me hubieran invitado a la fiesta del amigo de un amigo, pero que después de conocerlo te das cuenta de que ese es el amigo que siempre habías soñado tener.”
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*Centro Universitario de los Lagos y Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica. Becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

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