Soliloquio digital

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En tiempos de pandemia, los medios de comunicación oficializaron la instrucción de buscar alternativas de actividades para evitar la convivencia. En estos días de introspección obligada, las tecnologías de la información y la comunicación (Tic) y, resignificaron sus alcances, usos, y sobre todo, su poder.
La alerta sanitaria es un fenómeno preocupante para todos. Sin embargo, la interpretación y aplicación de la medida que nos pide no socializar, cambia radicalmente entre dos grupos sociales. Para los llamados “nativos digitales”, es decir, las generaciones que han crecido y construido su mundo de la mano de estos recursos, implementar rutinas en solitario frente a una multiplicidad de pantallas, es apenas una variante de su cotidianeidad. Tal vez sólo extiendan el tiempo que normalmente dedican a esas actividades. En cambio, para los “inmigrantes digitales”, o sea, aquellos para quienes estas tecnologías no resultan cotidianas, sino más bien novedosas, reducir la vida social y las actividades de entretenimiento tiene un mayor impacto.
La instrumentación tecnológica modela la vida contemporánea. Los luditas que vaticinaban la deshumanización gracias a la frialdad de la informática, se encuentran ahora con que uno de los principales parámetros para medir el nivel de desarrollo de un pueblo es justamente la posesión e implementación de estas tecnologías. La utilización de las Tic ha rebasado el ámbito profesional para llegar a la vida y los espacios cotidianos, lo que modifica claramente la interacción social, antes determinada por el colectivo. El ágora aplicaba hasta hace poco al espacio natural de los procesos informativos y comunicativos. Actualmente convertida en una metáfora, ésta se manifiesta a través de redes sociales virtuales, como el facebook o del.icio.us y sus no tan lejanos antecesores friendster, tribe o my space, que han marcado la transición del mundo social análogo, al digital.
La multiplicación exponencial no es una característica exclusiva de los virus, especialmente del A/H1N1 que hoy se combate, sino también un elemento definitorio de las redes sociales virtuales, que en poco tiempo multiplican la cantidad de amigos y contactos.

Avatar, yo
Participar en una comunidad virtual puede resultar excitante, sobre todo si consideramos lo que algunos estudiosos llaman la construcción de tu “yo digital”. Se trata de utilizar los recursos de las nuevas tecnologías y plataformas comunicativas para algo más que crearte una nueva imagen. Es posible configurar a partir de ti, a alguien nuevo, tan cercano o tan distante a tu personalidad como lo desees. Las relaciones interpersonales crecen en sus formas y estrategias, enriquecen los modos de acercarse al otro a partir de la construcción del propio individuo.
Elegir, crear una imagen de ti, hacerte nacer con la edad y el género que desees, delinear un perfil atractivo a través de predeterminar tus intereses, gustos, lecturas, ideología, consumos; así como enterarte del más superficial o comprometedor comentario de algún amigo de un amigo tuyo, puede resultar tan entretenido como peligroso.
En una plataforma de este tipo es posible “editar” todos aquellos elementos que conforman tu yo real, y así presentarte en el mundo virtual, para contar la historia que conscientemente deseas dar a conocer. Facebook ahora dice tener más de 175 millones de usuarios, de entre los que, curiosamente, destacan personas mayores de 35 años como el grupo de edad más activo.
El cambio de look de tu avatar puede ser tan sutil o radical como lo quieras, y también como la plataforma lo permita. De modo que si lo único que quieres es tener un millón de amigos, está el Facebook, o si lo tuyo es proyectarte a través de alguien completamente distinto a ti, con la intención de radicalizar tus experiencias vitales-virtuales, cuentas con Second life.
Así que estos días de “recogimiento” pudieron aprovecharse para retocar o reinventar tu “yo digital”.

Cultura a un clic
El monólogo virtual también nos ofrece otras opciones. El espectáculo personalizado es hoy una realidad. Los productos de las llamadas industrias culturales están cada vez más encaminados al entretenimiento del individuo, más que a la colectividad. No sólo los procesos de producción abonan a la satisfacción de consumo cultural individualizado, sino también las últimas tendencias de la dinámica social.
Los primeros consiguen con la miniaturización de los dispositivos tecnológicos, la portabilidad. Ahora es posible desplazarse a cualquier sitio y llevar más de 300,000 canciones, 150 horas de video o hasta 25,000 fotografías en un instrumento que pesa apenas unos cuantos gramos. La aparición del ipod, el ipod touch y las últimas versiones de telefonía celular, consiguen -–gracias a la convergencia tecnológica–, la posibilidad nunca antes vista de consumo cultural individualizado.
Navegar por la red, actualizar la música y videos, bajar mapas, aplicaciones y juegos, te permitirá además de pasar el tiempo, marcar una huella inconfundible en un dispositivo que funciona como una extensión más de tu persona.
La sincronización y la movilidad hoy son una realidad que nos orienta rumbo a la ubicuidad. Gocemos entonces de sus obligados beneficios.

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