Rosa Beltrán

1737

Estábamos en medio del suplicio de Tántalo, según su propia expresión: ahí estaban los libros en su fiesta; de todo el año, el momento menos propicio para la lectura. “Pero es defendible que exista al menos una utopía”, se consoló. Rosa Beltrán (Ciudad de México, 1960) asistió a la FIL para presentar Efectos secundarios, el título más reciente de su escritura “fársica, casi esperpéntica, que afirma y niega y no es realista”.

Efectos secundarios
Este libro habla de qué pasa con el país mientras nosotros presentamos libros. Mientras leemos libros vivimos esa vida paralela en la que pretendemos refugiarnos de una realidad atroz que ocurre allá, afuera. ¿Es ético hacer esto? En este libro se hace nuevamente la pregunta de si la literatura sirve para hacernos mejores; si realmente puede salvarnos.

Absurdo
Hago un homenaje a Kafka, Beckett, Wilde… en fin, a todos los autores que en tiempos aciagos y ante el desmoronamiento y la desesperanza buscan un lenguaje para explicarlo. Y ese lenguaje es el del absurdo, el sinsentido. También el humor, la ironía y todo lo que nos obliga a que la lógica colisione; a pensar en términos de dos realidades incompatibles, pero que pueden convivir en el libro de modo que no estemos obligados a elegir entre blanco o el negro, sino que podamos transitar entre los opuestos y de esta forma comprender grietas, recovecos de la conciencia y del alma humana que de otra manera serían inasibles. Así este libro habla al mismo tiempo de la frivolidad de la literatura, pero también de su importancia imprescindible y del poder que tienen las palabras para refugiarnos en los mundos que construimos en la imaginación y encontrar herramientas para poder enfrentar esta otra realidad.

Violencia
Pareciera que la literatura, que tiene sus propios cauces para expresarse, hubiera operado de una manera irónica haciendo que la realidad misma escribiera una suerte de manual o prefacio para poder leer este libro. Pero no se trata de un fenómeno nuevo ni inmediato, lo empecé a escribir hace algunos años pensando en cómo hacer de la desesperanza y el desamparo una poética, como dice Herta Mí¼ller. La crisis del humanismo y la lectura es evidente, y ocurre en todo el mundo.

Personaje
Como toda novela, el eje central es el personaje: un presentador de libros que envuelve literalmente en palabras los libros que presenta. Cree en la literatura, la ama. Y cambia de identidad en cada capítulo, porque lee y leer es un acto travestista y transformador. De esta manera, los clásicos son una suerte de figuras protectoras.

Catarsis direccionada
Esta costumbre extraña de presentar los libros –como si no fueran lo suficientemente poderosos para presentarse a sí mismos– es algo que nos caracteriza en México, y es el punto de partida para esta novela, cuyos acontecimientos se fueron presentando casi de manera autobiográfica, de mi propia experiencia presentando libros en todas las ferias, en el Norte del país, en fin, en todos los lugares como hay que estar. Me di cuenta de que es inevitable que estas presentaciones se vean interrumpidas por la realidad acuciosa y agobiante que las rodea, porque las preguntas que se hacen al final tienen menos qué ver con el libro o lo que se dijo que con una enorme necesidad de hablar del público.

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