Pocos sucesos se conocen de la vida de Raúl Quintero. Sus padres, Adolfo y Macedonia, se casaron el 2 de abril de 1892 en Tapalpa. Se le conocen cuatro hermanos. María Ema, que nació el 23 de octubre de 1894. El segundo de la familia fue José Raúl, que nació en 1896 y Adolfo, que nació el 4 de marzo de 1901; los tres oriundos de Tapalpa. De Eva, la cuarta, no se tienen datos del sitio de su nacimiento. Se sabe que se casó en Guadalajara, a la edad de 16 años el 29 de septiembre de 1922.

José Raúl Quintero Parra -su nombre completo- de niño junto con su familia sale de Tapalpa y se instalan en Sayula. Publicaciones sostienen que en esa ciudad su padre Adolfo Quintero fue director del periódico La voz del pueblo o La voz de Sayula. En el acta de defunción de su padre acaecida en esa ciudad, con fecha 21 de noviembre de 1910, se asienta que su trabajo era el de Tenedor de libros. Y agrega el motivo de su muerte: “… a consecuencia de fiebre tifoidea, de forma cerebral…”

En diciembre de 1919, Raúl Quintero, como será conocido, le envió una carta, que fue publicada, al director del periódico El Informador. Era en ese entonces estudiante en la Escuela Normal. Meses después, el 17 de abril de 1920, fallece su hermano Adolfo, de diecinueve años de edad de “tuberculosis pulmonar y diarrea”.

 La vida hasta ahora conocida de Raúl Quintero transcurrió en la Guadalajara de los años veintes y finales de los treintas del siglo pasado. Fue maestro de la Preparatoria. Entre sus compañeros docentes estaban: el Rector don Enrique Díaz de León, el Ing. Agustín Bancalari y el Pbro. Severo Díaz. En vida se anunciaron al menos dos libros de su autoría que hasta la fecha no se conocen. Para sus trabajos literarios Quintero contó con el apoyo de Agustín Basave, Director de la Preparatoria: le publicó varios poemas en la Sección Literaria de El Informador.

Raúl Quintero murió de 39 años, el 10 de abril de 1935, en la ciudad de Guadalajara. A consecuencia de “tuberculosis pulmonar” según consta en su acta de defunción. Lo miraron entrar solo al hospital fundado por el padre Alcalde “para la humanidad doliente”. De ahí salió a su velorio que fue en un recinto de la Escuela Preparatoria entonces ubicada por la calle Reforma.

En el año de 1968,  las Ediciones del Colegio Internacional de Guadalajara publicaron una antología titulada Quince poetas mexicanos. En este volumen se reúnen 17 de sus poemas. Nueve años después, 1977, la misma editorial publica Poemario (volumen 27) con unos poemas facilitados por la Q.F.B. María Solís Jiménez.

Una calle y un portal llevan el nombre de Raúl Quintero en Tapalpa. En Guadalajara una calle ubicada en San Andrés y un Jardín en Santa Elena Alcalde lo mismo. Pero falta lo más importante para un escritor: la publicación de sus obras reunidas.

A continuación se presentan dos poemas no coleccionados publicados en El Informador.

LOTOS DE ORO

Estrellas que vertéis sobre la ciudad dormida, la claridad apacible de vuestras miradas lejanas! Mi espíritu se refugia en vuestros fuegos inciertos y cada una de vosotras me parece una dulce amiga!

El silencio de la noche os hace todavía más bellas, rosas de diamante que el Maestro de los cielos, enciende cada tarde en la altura serena…..!

¿QUIEN TE PIDE…..

¿A quién te pide que seas sincero en Amor…? Mientras más mientes será mucho mejor.

La mentira es la política del amor.

SE DIRÍA…..

Se diría que hay minutos en vuestra vida que contienen todos nuestros dolores como si estos quisieran hacernos llorar de una sola vez por economía.

EL PASADO.

El Pasado! Un segundo corazón que llevamos dentro, casi siempre inmóvil, pero que a veces late dolorosamente.

ME DIGO…..

Me digo todos los días: “Esta vez será!” Porque yo espero transformar el mundo con las palabras del mensaje lírico que he traído a la tierra. Pero como el mundo sigue siendo mundo, yo sufro y lloro por el Paraíso sonado y perdido……!

Guadalajara, 4 de enero de 1921.

(El Informador. 15 de enero de 1921)

COMO CRISTO

Como si fuera Cristo resucitado,

herido en las manos y en el costado,

regreso pobre, triste, abatido

y busco el suave calor de mi nido.

 

Vengo por rutas desconocidas

viviendo en una, múltiples vidas.

Soy como el resto de una tormenta

a la merced de una racha violenta…

 

¿Cuánto tiempo hace salí sangrando

de este mi tierno y caricioso hogar!…

¡Lo sabe Dios! ¡Yo no sé cuándo!…

 

Madre, la madre mía que me ves llorando

con tus cantos ayúdame a recordar…

Cuéntame los cuentos reposadamente

que en mi niñez solíasme contar.

Cuéntame a ver si logro que el alma doliente

se me quede dormida, hasta que calladamente

el Señor con la muerte me mande llamar…

(El Informador. 14 de abril de 1935)

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