¿Qué creen que pasó?

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La razón los condenó a morir, pero la imaginación los salvó para ponerle sal y pimienta a la vida. Son los espíritus de los difuntos que rondan calles, cementerios y casonas antiguas de Guadalajara. Ellos se comunican con los vivos para protegerlos, advertirles del peligro, hacerlos ricos, asustarlos o simplemente entablar contacto.
Algunos afirman haberlos visto, otros cuentan lo que pasó al pariente de un amigo, un compañero de trabajo o un conocido. Los relatos hacen entretenidos los momentos que las personas pasan con sus allegados.
Ansias de inmortalidad, combatir la monotonía y cumplir, aunque con imaginación, los deseos y sueños no alcanzados. Estas son algunas de las causas que llevan a los tapatíos a seguir alimentando las historias de fantasmas, adaptándolas a los tiempos modernos.
Gracias a las necesidades que cubren en el ser humano, estos seres desencarnados han sobrevivido. El internet y los medios de comunicación sólo sirven para expandir su fama y seguir alimentando el imaginario colectivo.
“Por lo acelerado de la vida moderna, la gente busca la emoción para relajarse y ve películas de aparecidos. La tradición oral se ha comercializado. Ahora la difunde el cine, la televisión y el radio, donde han tenido gran éxito los programas que narran tales historias”, afirmó Francisco Gutiérrez Rodríguez, psicólogo y profesor investigador del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS).
“Una persona que ve una película de terror es como si recibiera choques de adrenalina. Está tensa por un momento prolongado, mientras dura la película. Después el cuerpo se relaja”.

La dama de la carretera a Chapala
Dicen que la han reportado a Protección Civil, pero de ella nadie sabe nada. Esta mujer se aparece de improviso en algunos tramos de la carretera a Chapala. Los conductores al verla tratan de frenar, pero no logran esquivarla. La golpean y entonces los autos se voltean. Después del accidente, se desvanece en la nada.
Es el caso de aparecidos en carreteras y que dan avisos a los conductores. Resulta una adaptación moderna de la leyenda de La Llorona, vigente en México desde los tiempos prehispánicos.
Hay muchos cuentos adaptados a los nuevos tiempos, los que tienen una fuerte carga simbólica tradicional, afirma Francisco Javier Cortázar Rodríguez, profesor investigador del Departamento de Estudios Sociourbanos, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.
El especialista en leyendas urbanas explicó que por lo general este tipo de leyendas no circulan en todo tiempo. Solo en determinadas épocas del año, como en la cercanía del día de muertos, cuando las historias de espantos están de moda entre la población.
La sobrevivencia de este tipo de historias puede ser explicada porque en el mexicano hay un comportamiento ritual. “Es muy importante para nosotros, para estar en conexión con el pasado y con la memoria colectiva”.
La modernidad no ha podido con los fantasmas y el reino del más allá. “Paradójicamente internet es un excelente medio para rastrear este tipo de historias fantásticas y propagarlas. Abundan sitios donde la gente narra estos relatos. Eso no quiere decir que seamos ignorantes, atrasados o personas influenciables. Todos creen en algo. Esto permite a la gente tener la sensación de que su futuro es dominable. Ante una vida a veces caótica y una realidad que se nos viene encima, los cuentos de aparecidos son un desahogo, una manera de afirmar que hay vida después de la vida”.

En la búsqueda de tesoros perdidos
Más de alguno ha oído hablar sobre fantasmas que indican dónde está un tesoro enterrado. Para adueñarse de tal riqueza, hay que cumplir con un ritual: pasar toda una noche rezando ante la tumba del muerto o mandar que celebren misas. En ocasiones el desenlace es feliz. El dueño o el inquilino desentierra el tesoro y sale de aprietos económicos.
“Una de las características de los mexicanos es su capacidad de soñar. Todos anhelan ser ricos, salir de apuros económicos, tener un futuro estable, sin privaciones. Como muchos no pueden alcanzar esos anhelos, inventan historias de aparecidos que les indican dónde hay un tesoro. Es su manera de alcanzar lo que quieren, para no caer en la frustración. Cumplen sus deseos aunque sea a través de los cuentos de fantasmas”, explicó Carmen Armenta, autora de Leyendas jaliscienses.
La historia por lo regular tiene como escenario una casona antigua, junto a un guayabo o un árbol viejo. Fincas en ruinas abundan en Guadalajara. Otras veces, la persona decidida a adueñarse del tesoro, desafía a los muertos y tiene un desenlace fatal.
“Después de quedarse toda una noche en vela, rezando el rosario ante la tumba del que fue en vida dueño del tesoro, la persona muere o enloquece”, añadió Francisco Javier Cortázar Rodríguez.
Las historias de fantasmas tratan de dar una lección. Indicar lo bueno y lo malo. Cegarse por la ambición y desafiar a los seres de otro mundo puede ser castigado.
“Los aparecidos juegan una función importante como reguladores morales. Aquella persona que se porta mal, penará por siempre, hasta que se rediman sus culpas”, aseveró el psicólogo Francisco Gutiérrez.

La viejita del Edificio administrativo
Ronda por los diferentes pisos del Edificio administrativo de la Universidad de Guadalajara. Más de un trabajador sabe de su existencia. Algunos la han visto, otros han sentido su presencia. A muchos simplemente les han contado.
Es una anciana que aparece de preferencia por la noche, cuando casi todos han partido a sus casas y solo queda el personal que tiene asuntos pendientes que resolver. Los que se topan con ella, la ven, la saludan, pero ésta en un santiamén se desvanece. Afirman que hace muchos años trabajó en la Universidad, que laboraba como intendente en la ex Escuela de Música. Murió, pero hasta la fecha no se da cuenta que ya no pertenece al mundo de los vivos y sigue yendo a trabajar… por lo menos en ese relato.
La anciana ni siquiera tiene nombre. Es la “viejita del Edificio administrativo”. En este caso podemos hablar de un relato inmemorial, es decir, no tiene fecha de caducidad. “Nos conecta con los muertos de antaño, que continúan apareciendo en los edificios modernos”.
Francisco Gutiérrez indicó que la percepción sensorial está relacionada con los estados anímicos. Hay alucinaciones visuales y auditivas ligadas a estados de ansiedad. “Hay que hacer la diferencia entre una persona que vio algo debido a desequilibrios metabólicos o problemas alimentarios —en ese caso se trata de un proceso alucinatorio— y otra que tuvo una ilusión, que es un fenómeno sensoperceptivo. Eso es normal. Nuestros sentidos llegan a desarrollar una serie de filtros sensoperceptivos, de manera que la gente cree que algo sucedió, cuando en realidad no fue así”.

La dama del cementerio de Mezquitán
Por el rumbo del cementerio de Mezquitán ronda las calles, a eso de las 12 de la noche, una mujer vestida de blanco. Acostumbra abordar un taxi, dar el número de un domicilio, pero cuando el chofer va en camino y se le ocurre hacer plática, la dama ya desapareció.
En cierta ocasión le pasó a un taxista. La joven que había levantado, desapareció, pero dejó su suéter en el vehículo. Se acordó de la dirección y fue a dejar la prenda. Un anciano le abrió la puerta. El chofer le contó lo sucedido y el señor le contó que se trataba de su hija, que tenía años de muerta.
“Es característica de las historias de aparecidos contadas por tapatíos, ubicar la escena de los acontecimientos en lugares con una fuerte carga tradicional. Así, ocurrirán en el Callejón del diablo, en los alrededores del panteón de Mezquitán, en el de Belén”.
El fin es hacer el relato más local, ya que el mismo lo narran en otros estados de la república como si hubiera sucedido en sus pueblos o ciudades, enfatizó Francisco Javier Cortázar.
Algunas leyendas tienen como escenario lugares anónimos, donde las personas transitan y no les prestan mucha atención, como estacionamientos, predios abandonados, para dar mayor aura de misterio a lo sucedido.
La forma en que los rumores se extienden constituye un mecanismo social, tradicional, que todo mundo emplea en una conversación. “Cuando alguien llega a un bar, restaurante o reunión con los amigos, para hacer más interesante la historia a narrar, usa mecanismos como ‘¿qué creen que me pasó?’, ‘¿a quién creen que vi?’ Eso da mayor interés, cercanía y calor a la conversación”.

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