Mauricio Vaca

1924

Hace un puñado de años apareció, en cafés y librerías, un cuadernillo oblongo y engrapado, con la imagen de un asiento del metro en la portada, seis cuentos en medio y un pastiche de fotografías cortadas junto a un texto sin mucha coherencia, ahí donde en los libros de editorial aparecen una pequeña biografía y un tipo tocándose el mentón con la mano. Era gratis. Lo habitaban un feto amenazante y lleno de odio contra su madre púber, un matrimonio de gandallas escondidos en el pretil de un décimoenésimo piso, un niño con las retinas quemadas de tanto ver a Dios, unos amorosos reconciliándose, etcétera. Hace un puñado de días, Mauricio Vaca apareció completo, con una sola cara y un discurso coherente, a los pies de una escalera que es la entrada de su casa. Bebimos un vaso de agua y comimos galletas de animalitos cubiertas de betún chillón, mientras se acababa la tarde y el sol golpeaba fuerte por la ventana de esa arquitectura extraña.

Pensando en morir
Como ves, lo sigo pensando. Repartí el librito porque neta estaba en esas y quería publicar algo antes. No quería pasar por la vida como por el asiento del metro, donde estás un rato y luego llega otro y ocupa el mismo sitio sin importarle si hubo alguien ahí antes. Sería fácil hacer un rayón mentando madres y diciendo “aquí estuvo fulano” pero prefiero dejar una huella que valga la pena. Imprimí mil ejemplares. Se acababa rapidísimo. Yo esperaba alguna reacción, opiniones. Abrí una cuenta de correo justo para eso, y en estos seis años sigue limpia, no he recibido ni uno. Fue frustrante. Ahora comprendo que la comunicación termina ahí: uno no lee para contestar.

Auto
Conmigo todo es auto: autoasesinato, autobeca, autopublicación… y lo volvería a hacer. Es decir, las últimas dos. Ya se me quitó la pena de la autopublicación, sabes. No necesito que me publiquen para seguir escribiendo. Además, creo que esto será cada vez más común, como pasó con la música, que ya no necesita de grandes disqueras, y que cada banda se graba a sí misma. Creo que el mismo camino van a seguir las letras, eventualmente.

Oficios
La idea era escribir como oficio, pero luego de ese intento lo dejé por mucho tiempo. Vivir de escribir lo que quieres es imposible y vivir de escribir lo que otros quieren tampoco es fácil. Por un par de años volví al oficio de la familia. Hasta que sentí la urgencia de hacer algo que me hiciera sentir bien, que me hiciera sentir vivo. Por un tiempo estuve intentándolo en el mundo de la actuación, pero no se me dio. Originalmente estudié diseño gráfico, cuando aún no había computadoras y todo era a mano. Así que también pinto a veces. Incluso he hecho locución para una radionovela. Ahora hago video y ondas así. Pero por gusto, al final, he vuelto a las letras. En general, siento que tengo algo que decir, sea como vaya siendo más ad hoc. Pero creo que las letras son el mejor camino para mí: con papel y una pluma la haces.

Ensayo
De narrativa, no he escrito más después del cuadernillo. El año pasado escribí un libro de ensayos: En la mente del eremita. Pedí un préstamo para vivir unos meses sin mayor ocupación que escribirlo, para meterlo a un concurso. Como sigue inédito, resulta obvio que no gané. Pero estuvo chido escribirlo, regresé a la onda de la palabra, aunque el ensayo que yo quiero no es para concurso: no me gusta la idea de que el ensayo debe ser muy erudito… no quiero escribir para los intelectuales, me gustaría escribir con el mismo tono con el que hablo, y sin paja que le reste fuerza al mensaje.

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