Marco Antonio Gabriel / Roberto García

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Hace seis años, con la publicación de El Gran Niño. Electrones de un sueño, los editores de El viaje, comenzaron su travesía, que ya ofrece frutos en un oficio poco apreciado o, en algunas circunstancias, valorado en demasía. Los trabajos que mejor se acomodan a sus líneas editoriales son aquellos que embargan momentos “de transgresión”; y su apuesta es editar a escritores “no muy conocidos” y a quienes no llaman la atención por ser ante todo discretos y “oscuros”, pero que mantengan cánones de posibles ventas ante un público ávido de “buena literatura”. Hasta ahora cumplen la cifra de 11 títulos y están abiertos a interesar a los lectores con buena literatura.
“En estos momentos es adecuada la pregunta: ¿para qué una editorial? —expresa Marco Antonio, sentado en las escalinatas de la Rambla Cataluña—; suponemos que es un reflejo social necesario y no hay un porqué más allá; podríamos nosotros decir cualquier cosa, pero lo que digo es la verdad, la nuestra…” “Las grandes editoriales —agrega—, de algún modo sostienen a las pequeñas, pero esas enormes empresas van siempre en la búsqueda de lo que se vende rápido; en nuestro caso nos podemos arriesgar sólo con tirajes pequeños y con autores en los que realmente creemos, hemos leído y en verdad deberían estar publicados…”

¿Qué apuesta un editor al publicar un libro?
Sacar libros mejores y que el lector no suponga que solamente estamos jugando con un formato, y busca el riesgo con escritores que dicen algo distinto a lo convencional. Editar textos excelentes de autores buenos…

Algunas editoriales tapatías buscan dos asuntos al publicar libros: una sangrar al autor y, la otra, alimentar la vanidad de los escritores…
Hay mucha razón en eso. Pero puedo decir que cuando yo me paro como editor ante un público y le ofrezco un material, tengo que hacerlo, pues yo creo que si no lo hago yo, ¿quién lo va a hacer? Y sí hay vanidad y hasta banalidad en esto, sin embargo, cuando alguien me dice que aparezco mucho en los periódicos y el autor también, yo digo: es parte del trabajo de promoción… si no lo realizo yo, entonces que lo haga este o aquel… En el asunto de sangrar al autor, tengo mis dudas, pues los editores conocidos, todos están en la quiebra… nosotros vendemos los libros y, al menos El viaje, procura a cada escritor las ganancias pertinentes de sus derechos de autor.

¿Mantienen cercanía el editor y el autor, en su experiencia?
Procuramos siempre trabajar en compañía de éstos. Creo que nada lo hacemos sin su consentimiento, los problemas que vivimos son compartidos, en todos los sentidos. Los problemas sostenidos en El viaje, el autor también los vive. Tratamos ser muy claros en eso, y como todas las pequeñas editoriales, nosotros tampoco tenemos mucha economía para sobrevivir. Se hace lo posible, y los riesgos asumidos son de ambas partes.
“En realidad —interviene Roberto García, con suma seriedad en su rostro—, se llega a convertir, tanto para el editor como para el autor, en un acto de fe, de fe en la literatura y para nosotros como producto, no hay un hecho oneroso, pues no es fácil volverse rico de la literatura, pero sí otorga satisfacciones. Se permiten, es claro, los pecados de vanidad y debemos controlarlos en ambos extremos…

¿Quién dictamina los textos y quién decide si se publican?
En El viaje leemos ambos —explica Roberto García— y los dos decidimos. Marco Antonio sabe más de asuntos literarios y calidades, yo realizo el trabajo de administrar los derechos de los autores y mantengo las cuentas claras. La editorial la inicia Marco Antonio y, ya después, me invita con el afán de hacer un trabajo más formal. Y al ser formales tenemos la conciencia de que el proyecto es de ambos. Nos respetamos y siempre nos consultamos antes de decidir…

¿Ustedes buscan a los autores o ellos los buscan a ustedes?
Las dos cosas ocurren. En el caso de los autores grandes, como el caso de Parménides García Saldaña, nosotros buscamos tener los derechos para editar Pasto verde, pero en el caso de los autores locales a veces somos quienes acudimos a solicitar los textos para publicarlos. La mayoría de ocasiones los escritores acuden a El viaje.
“Como dentro del medio literario tenemos a muchos amigos —habla Marco Antonio—, algunos nos ‘avientan el cable’ y nos indican sobre la obra de autores desconocidos para nosotros. Pese a que al parecer Guadalajara es pequeña, hay enormes distancias entre la gente. Hay libros que editan otros editores locales, y al leerlos nos hemos dicho que debieron haber caído en nuestras manos para ser nosotros sus promotores…”

¿Qué tipo de lector es el ideal para El viaje?
Aquel que le guste arriesgar y no sea uno convencional y todos los que se den el permiso de sentir y de ser ellos mismos; nunca aquellos que mediante un libro busquen que se arregle su vida. Buscamos a los lectores más urbanos. A quienes viven realmente la ciudad.

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