Luchas por la soberanía alimentaria

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Frente a la problemática en la producción de alimentos que se vive en el sur de Jalisco, “están surgiendo de manera impresionante pero sutil diversos movimientos de campesinos, indígenas, mujeres o personas que cuestionan este sistema y buscan alternativas”, explica la doctora Claudia Rocío Magaña González, quien estudia el tema  de la alimentación desde el punto de vista de la antropología social.

Existe una problemática que ocasiona el mercado de la libre competencia, la industria alimentaria transnacional y la extensión de monocultivos como los berries, papas, jitomate, aguacate, caña y maguey. “Se vive un despojo de tierras y una producción masiva en detrimento de las producciones locales de autoabasto”, precisa la profesora investigadora del Centro Universitario del Sur (CUSur).

En el estudio están encontrando que grupos o personas “se están organizando para desarrollar estrategias para subsistir y decidir qué quieren comer”. Hay mujeres, financiadas por el gobierno o por su cuenta, que desarrollan huertos familiares; campesinos e indígenas nahuas que están, desarrollando redes con otras regiones y estableciendo escuelas no formales de agricultura orgánica.

Los casos son diversos; hay complejos, como grupos de campesinos que se unen, se desarticulan o compiten entre ellos, debates de si se reparte la tierra o no y si se incluye a la hija entre los beneficiados, pero también hay casos exitosos a nivel individual o colectivo. “Están actuando en la vida cotidiana, y muchos son más efectivos que los programas gubernamentales”, explica la especialista del Centro de Investigaciones en Comportamiento Alimentario y Nutrición (CICAN).

Recuperan la milpa
“Una característica principal de estos grupos es que buscan la diversidad; están recuperando el sistema de la milpa”, el cultivo conjunto de maíz, frijol, chile, calabaza, y, en algunos casos, el cultivo de la flor de cempasúchil para el establecimiento de linderos y barrera natural contra las plagas, agrega Claudia Magaña, joven especialista que a partir de este año ha sido reconocida en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) en el nivel de candidato.

Hacia la costa, afirma, se tienen huertos de limones, jícamas, pepinos, chiles; hacia Manantlán, Jamaica y café; para Tapalpa se está recuperando a las abejas —cuyo descenso es muy grave para el sistema alimentario y productivo— y “muchas familias se están dedicando a la apicultura”. Numerosas personas están incorporando también a escala doméstica la crianza de gallinas, puercos, borregos y vacas.

Estos movimientos locales y de mayor conciencia sobre los tipos de alimentos, se están dando tanto en zonas rurales como urbanas. “Somos testigos del surgimiento de movimientos que reivindican diversos tipos de agriculturas para hacer frente a las necesidades alimentarias”.

Con estas prácticas cuestionan el modelo y también hay quienes “demandan justicia por la desaparición de los sistemas agrícolas, los despojos de tierras y los abusos de autoridad”. Esta producción de alimentos, además, está conllevando a una resignificación de la dimensión humana, de la pertenencia a una comunidad y del vínculo con la tierra.

El estudio se realiza a través de la etnografía con estancia en comunidades, estableciendo vínculos “para entender desde dentro cómo se vive y piensa”, con entrevistas abiertas, observación de campo (que incluye mercados, tianguis, trueques); también se realiza investigación hemerográfica y académica. Participan especialistas y alumnos de la UdeG y se tiene colaboración con la Universidad de Toronto, Canadá.

Como contexto general, la investigadora apunta que en México tenemos graves problemas como obesidad y  diabetes, y la situación “podría transformarse si volteáramos a ver el tipo de alimentos que estamos consumiendo. Cómo es posible que las políticas públicas estén tan desarticuladas: las de salud van para un lado y las económicas para otro; en donde creemos que es más importante vender que sembrar”.

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