Lola y los pobres «inditos»

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Todo ocurrió bajo el abrasador sol de Sonora. En el trayecto de Guaymas a Hermosillo, Lola Casanova, hija de un acaudalado comerciante español, fue secuestrada por indígenas seris. Su belleza cautivó al jefe Coyote-Iguana, quien la convirtió en su mujer. Dolores aprendió la lengua, usos y costumbres de los kunkaaks y jamás regresó a vivir entre los suyos.
La leyenda de Lola Casanova fue retomada por el tapatío Francisco Rojas González para escribir una interesante novela que resalta las virtudes del mestizaje. Francisco Rojas da a la historia un nuevo giro. Ante la hostilidad que los yoris (blancos y mestizos) albergan contra los seris, Lola convence a muchos de ellos para que funden el pueblo Pozo Coyote, se conviertan en agricultores y comerciantes y dejen atrás la vida nómada. Poco a poco el México mestizo asimila al nuevo pueblo, que florece y prospera. Los disidentes, seguidores de Huevo Zaino, que decidieron conservar su modo de vida y no tener contacto con los yoris pagan caro su “delito” y son condenados por el escritor, quien atribuye su miseria a su negativa de incorporarse al México mestizo.
Lola Casanova fue editado por primera vez en 1947. Las reflexiones plasmadas en la obra en torno a los indígenas reflejan muchas de las ideas de políticos y pensadores de los siglos XIX y XX.

Blanquear al indígena
Luis Encinas, autor de Progreso y problemas de México, editado en 1954, afirma que al ser el mestizaje indoeuropeo la base étnica de la nacionalidad mexicana, convenía, entonces favorecer la migración europea para incrementar dicha mezcla. “El hecho de que aún queden sin disolverse en el núcleo mestizo más de siete millones de individuos de raza indígena y que este contingente aumente en cada década, es un argumento a favor de la inmigración europea”. Para dicho autor la homogeneidad era una meta.
El punto de vista expresado por el político sonorense no era nada nuevo. Horacio Hernández Casillas y Erika Julieta Vázquez Flores, autores de Racismo y poder, la negación del indio en la prensa del siglo XIX, sostienen que noventa años antes, Francisco Pimentel se pronunció a favor de la emigración europea para blanquear al indígena.
En sintonía con esas ideas, el 1 de junio de 1940, en la revista Tribuna Manuel Gamio relacionaba el bienestar integral de los pueblos con la homogeneidad de los mismos. Consideraba al mestizaje como un factor que contribuye poderosamente a la formación de la nacionalidad y al mejor desarrollo biológico de la población.
Antes, José Vasconcelos en su Raza cósmica, hablaba de la americanización de la cultura y consideraba a Latinoamérica como el espacio en que habían de fundirse todas las culturas para crear una sola.
José Vasconcelos, junto con Antonio Caso y Alfonso Reyes, entre otros, pertenecían a la generación del Ateneo, que debía a la acción magistral de Justo Sierra su existencia. Horacio Hernández y Erika Vázquez indican que Justo Sierra “apostaba por la asimilación de los indios a través del mestizaje”.

Opiniones divididas
En México, los indígenas eran vistos por algunos intelectuales del siglo XIX como un obstáculo para que el país se incorporara al concierto de naciones industrializadas. Sobre qué se debía hacer con ellos dividía las opiniones. Había quienes estaban a favor de su castellanización y evangelización con el fin de incorporarlos a la vida productiva, otros consideraban al mestizaje como un medio de incorporar a los indígenas a la nación, otros estaban a favor del exterminio, explican Horacio Hernández Casillas y Erika Vázquez.
El historiador Enrique Florescano culpa al liberalismo mexicano de mucho de los males padecidos por los indígenas mexicanos. Detalla que las clases dirigentes desde la segunda mitad del siglo XIX adoptaron un modelo europeo de nación. Exigían que las etnias, comunidades y grupos tradicionales que había en el país se ajustaran a ese esquema. Muchos de los que se opusieron fueron castigados, pues el Estado llegó al extremo de aniquilarlos.
José Antonio Aguilar, en El fin de la raza cósmica. Consideraciones sobre el esplendor y decadencia del liberalismo en México acusa de “racialista” al ideal del mestizo como base de la nacionalidad mexicana. El efecto unificador tuvo para este autor un alto costo: “Engendró en la sociedad mexicana un racismo soterrado y vergonzante. Y a pesar de los esfuerzos de incontables integracionistas dejó a importantes segmentos de la población como los indígenas en un limbo simbólico”.

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