Leer el mundo: los libros y la ciencia

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La historia de la ciencia está íntimamente ligada al devenir del libro y de la lectura. No sólo de una manera metafórica: la práctica científica mucho tiene que ver con un ejercicio de leer el mundo, construir modelos para comprender la realidad y ponerlos a prueba; sino también en un sentido material: si por definición la ciencia es conocimiento público —los procedimientos, metodologías y resultados de la investigación científica deben ser comunicados por escrito para que eventualmente sean aceptados o rechazados— la escritura y la lectura son una de las tareas esenciales del quehacer científico. Gracias a los apuntes, libros, boletines, folletos elaborados por sujetos como Arquímedes, Euclides, Apolonio, Al-Khwarizmi, Copérnico, Galileo, Paracelso, Newton, Pasteur, Mendel, Darwin, Curie, Bohr, Einstein, Gödel podemos conversar con ellos, extender sus ideas, continuar su trabajo.

En nuestros días el acto de leer ciencia está relacionado con al menos tres tipos distintos (en cuanto a formato, extensión y profundidad) de publicaciones: a) los libros de texto, a los cuales accedemos de manera más o menos involuntaria durante el periodo de nuestra educación formal, y que aportan los ingredientes principales para que nos formemos una idea de lo que la ciencia significa; b) los ensayos publicados en revistas especializadas (lo que dentro del argot científico se reconoce con el anglicismo paper), que dan cuenta de los resultados más recientes en los diferentes campos de investigación, c) las revistas y los libros de divulgación, que pretenden convertirse en puentes de comunicación entre las comunidades científicas y el resto de la sociedad, con objetivos tanto didácticos como recreativos.

A favor de una cultura científica
A pesar de que la mayoría de la población considera que la ciencia y la tecnología son importantes, se mantiene una actitud generalizada de indiferencia y desdén hacia el conocimiento científico. “Muchas de las dificultades de nuestro siglo provienen de que gran parte de la población posee una información muy reducida sobre el mundo”, afirma Hubert Reeves en La historia más bella del mundo: los secretos de nuestros orígenes.

Que la distribución del conocimiento tiende a ser tan desigual como la distribución de la riqueza resulta evidente si revisamos los indicadores económicos de Alemania, Japón, Estados Unidos de América, Suiza, Inglaterra, China, Israel y Canadá, atendiendo la inversión que realizan en ciencia y tecnología en relación a su producto interno bruto.

Entre los libros de divulgación científica se encuentra una herramienta poderosa para modificar esta situación y motivar la construcción de una serie de hábitos, tradiciones y costumbres que incluyan la ciencia como un elemento imprescindible. El filósofo, historiador y poeta mexicano Carlos López Beltrán lo ha sabido enunciar: “Una cultura científica no es una en la que todos saben mucho de ciencia, sino aquella en la que todos saben situarse racionalmente ante la ciencia.”

Libros de divulgación científica
En la inmensa bibliodiversidad de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de este 2015 se podrá encontrar una oferta múltiple y variada de libros de divulgación científica, aquellos libros —alimento para la curiosidad— de Carl Sagan, Ian Stewart, Stephen Jay Gould, Richard Dawkins, Jorge Wagensberg, Diego Golombek y tantos otros, quienes, parafraseando a Fernando Savater, se ocupan de entender a los que no entienden, nos acompañan y nos ayudan a leer el mundo.

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