La vulnerabilidad de las mujeres ante la corrupción

Los roles de género y estereotipos pueden conducir a que las mujeres paguen más sobornos o ser más propensas a sufrir extorsiones con fines sexuales

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Fotografía: Cortesía CIDE

La corrupción es uno de los males que han permeado en la sociedad mexicana durante muchos años, y ha tomado relevancia por el impacto que tiene en la economía y en cada ciudadano en particular que ha sido víctima de algún acto de corrupción.

Este fenómeno se ha convertido en el segundo problema más fuerte después de la inseguridad, así lo muestran los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental del INEGI, donde el 52% de la población con 18 años y más de las áreas urbanas lo considera como uno de los problemas más importantes en su entidad federativa (INEGI, 2019)

Por su parte, el Barómetro Global de la Corrupción en América Latina y el Caribe 2019, elaborado por Transparencia Internacional, identificó que el 34% de los mexicanos pagó un soborno en el servicio público en los últimos doce meses.

Tanto el INEGI como Transparencia internacional ubican en sus encuestas que la institución pública más corrupta es la policía.

Una de las principales causas a la que se atribuye esta situación es la impunidad, dada la poca respuesta que existe de las autoridades respecto a las denuncias y a las sanciones para quienes cometen este ilícito.

En este contexto, la encuesta aplicada por la Asociación Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad y el periódico Reforma, mostraron que el 39% de los entrevistados consideran a la impunidad como la principal causa de la corrupción en México, mientras que un 45% percibe que los actos de corrupción no se castigan nunca o casi nunca.

Las consecuencias de los niveles de corrupción del país no solamente se conciben en el ámbito económico, al perderse entre el 5% y el 10% del Producto Interno Bruto, sino también en las desigualdades sociales que se acrecientan en los sectores más vulnerables, tal es el caso de las mujeres.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODOC) menciona que los roles de género y estereotipos pueden conducir a que las mujeres paguen más sobornos por obtener servicios públicos y advierten que la explotación del cuerpo para fines sexuales puede utilizarse como moneda de cambio en la corrupción.

La Asociación Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad apunta que en el último año los sobornos por género resultaron más caros para las mujeres, una de cada cuatro tuvo que pagar sobornos mayores a mil pesos, mientras que para los hombres solamente fue uno de cada diez.

Transparencia Internacional en 2019 reportó que una de cada cinco mujeres en México ha sufrido o conoce a alguna persona que ha tenido una experiencia de extorsión sexual al acceder a un servicio gubernamental, y también señalan que las mujeres son más propensas a pagar sobornos en servicios salud y educación pública respecto a los hombres.

Por otra parte, aunque no existe contundencia respecto a si los hombres son más corruptos que las mujeres, Leonor Ortiz documenta con diferentes estudios coincidentes que las mujeres son menos propensas a participar en prácticas corruptas; es decir, son más sensibles a los señalamientos sociales que los hombres.

Este debería ser un indicativo para propiciar esquemas de protección para las mujeres, para facilitar la denuncia ante cualquier práctica de corrupción que violente su integridad física, dada la brecha de género que persiste en éste tema.

El día 9 de diciembre se conmemoró el Día Internacional contra la Corrupción y aunque es un fenómeno que al parecer se ha normalizado en la ciudadanía, el impacto en las brechas de género es un asunto que debe atenderse en la agenda pública. Las medidas que se aplican a través de las distintas leyes e instituciones poco hacen y mientras no se penalicen los actos de corrupción, se agilicen los procesos de denuncia y garanticen la seguridad de los denunciantes, es difícil cambiar a un país que es presa del miedo.

Sin embargo, mucho se puede hacer si se evita caer en el soborno, se trabaja en la cultura de la denuncia, se difunden los actos de corrupción e impunidad en los canales de comunicación formales e informales. Reforzar los valores con los niños y jóvenes desde el hogar y las instituciones educativas, es otra manera de atender ésta problemática para recuperar la confianza, seguridad y armonía que necesita el país.

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