La voz de Raskólnikov

1394

Publicada en 1886, Crimen y castigo, la novela de Fiódor Dostoyevski, profundiza en el pensamiento moral a partir de razonamientos generados en un contexto social definido por la miseria.

El protagonista, Rodión Raskólnikov, se encuentra encerrado en un laberinto de imposibilidades, un universo de espejos que sólo reflejan la peste de una sociedad cuya hambre roe desde la raíz los juicios éticos. San Petesburgo es un lugar frío y hostil, habitado, según Raskólnikov, por apenas dos tipos de personas: seres inferiores cuya única función, dadas sus limitadas capacidades, es la reproducción, pues sólo poseen valores biológicos. Por otro lado están los seres superiores, con quienes se identifica, los cuales en aras de defender y custodiar el bienestar de la sociedad, tienen el derecho de cometer crímenes. Este ordenamiento particular se convierte en un filtro con el que el atormentado Raskólnikov intenta acallar las punzantes voces de la culpa que le cuestiona una y otra vez el asesinato de una infeliz y anciana usurera.

En 2011 el joven creador escénico David Gaitán estrenó en la Ciudad de México Escurrimiento y anticoagulantes, un montaje escénico de su autoría basado en Crimen y Castigo. Como ocurre en todas las obras universales, San Petesburgo no es un punto geográfico, sino el lugar que concentra lo que nos es común, lo humano, que en este caso en particular es la deconstrucción moral de un sujeto que, luego de la comisión de un crimen, busca justificar su acción creando una acomodaticia definición de justicia. El montaje llegó a Guadalajara y ahora, por segunda ocasión, se presenta en el Teatro Experimental de Jalisco, pero bajo la dirección de Daniel Constantini, a quien no veíamos al frente de una puesta en escena desde 2010. El escenario es nuevamente el angustioso espacio de  Raskólnivov en el que cabe la confesión, el ahogo culposo y el delirio moral.

La dramaturgia de Gaitán traslada cuidadosamente el corazón de la novela de Dostoievski a la escena. El profundo discurso moral del autor ruso se manifiesta a través de una coreografía de interacciones entre personajes atemporales y, por ello, vigentes. La apuesta de Constantini elige a uno de los creadores más activos en la cartelera tapatía: Mauricio Cedeño, para encarnar al culposo criminal que, antes de recibir el señalamiento y la sentencia social, se autocastiga. El equipo se complementa con un equipo de casa que busca enriquecer con sentido propio este montaje, pues Karla Constantini es parte fundamental del elenco, mientras que su hermano Carlo se encarga del diseño sonoro. El resto del elenco lo conforman Coralia Manterola, Fernando Sakanassi —uno de los principales gestores de este montaje—, Olaff Herrera y Alberto Sigala. Paloma Domínguez deja la actuación para probarse como asistente de dirección al lado de Constantini, frente a una pieza psicológica que demanda contención, así como la apertura de válvulas expresivas en frecuencias controladas con gran precisión. El cuerpo creativo lo complementan Rodrigo Muñoz, responsable del diseño de vestuario; Ténzing Ortega, como escenógrafo, y Verónica Sanmiguel en la iluminación.

La sangre escurre, gota a gota se hace oír como el pulso de la muerte, mientras se extiende en todo el pensamiento de Raskólnikov, sin que algún anticoagulante detenga la mancha de la culpa.

Artículo anteriorRinde UdeG homenaje de cuerpo presente a Federico Solórzano Barreto
Artículo siguientePrograma Capital Humano e Innovación Social