La urgencia del espacio

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La vida porteña en Tampico ha cambiado dramáticamente desde hace algunos años. La cicatriz que ha dejado el narcotráfico y los cuerpos policiales corruptos en el norte de México sigue abierta en Tamaulipas, especialmente en su puerto principal. Determinados por la inseguridad, los tampiqueños sortean su vida diaria entre levantones, robos, secuestros y enfrentamientos entre criminales y fuerzas armadas. Los diarios presentan una numeralia encendida por la sangre de muertos con y sin nombre, en donde además se reporta la venta de osamentas en algunos panteones. Atrás quedó el bullicio de la fiesta popular de fin de semana en sus playas, pareciera que hasta el mar ha bajado la voz. El temor, el abandono y la interminable migración han cambiado drásticamente el paisaje de esta ciudad en la que ni sus edificios ni sus playas conservan blindaje alguno.
Asalto Teatro es un colectivo formado en Tampico por los artistas escénicos íngel Hernández, Mario de Ance, Natzllely Hernández, Nora Arreola, y Lucero Hernández, quienes buscan en espacios públicos y edificios abandonados la recuperación de sí mismos y de sus coterráneos a través del teatro. Ocupar lo que está habitado por el silencio, por la huida y el polvo es dotar de vida lo que para muchos se ha vuelto invisible. Con motivo del Encuentro de Teatro de Pequeño Formato, organizado por Inverso Teatro, íngel Hernández visita Guadalajara para impartir un taller y también intervenir un edificio en el centro de la ciudad. Hernández explica el sentido de su grupo: “Tampico es nuestro territorio de lucha desde el año 2002, que es cuando comenzamos formalmente a trabajar con el proyecto de hacer teatro y nos ha permitido tener contacto con diferentes colectivos del país. Salimos a la calle porque entendíamos que ahí estaba nuestro lugar de confrontación, que necesitábamos organizar un territorio marcado por el riesgo, por la propia estructura que se va construyendo en las ciudades en cuanto a la resistencia que opera en sus circuitos”.
La convivencia urbana no se determina únicamente a partir de los espacios que formalmente se declaran públicos. El ágora de la polis no se define a partir de características físicas, sino de la vida social que ahí ocurre. En las ciudades, las delicadas fronteras que marcan la propiedad pública y la privada se van dibujando a partir de las condiciones de vida de quienes ocupan y transitan por sus espacios. Cuando el miedo y el fuego amenazan, cuando la autoridad se pierde bajo los cimientos del caos, es momento de romper las convenciones, de apuntalar con asaltos lo que aún puede levantarse. Hernández apela a la revelación de nuevas formas comunicativas “Salimos a la calle como reacción a lo que pasa en nuestra ciudad y para satisfacer una necesidad creativa. Los espacios escénicos tradicionales se convirtieron en salas oficiales en las que no pasaba nada, se había gastado la comunicación con el público real. Consideramos que en esos sitios se ha perdido mucho del encanto que posee el hecho escénico, el que creemos que debe ser transgresor y contar con la energía suficiente para provocar al espectador y sus discursos. Intervenir espacios que la gente ha dejado de ver es darles existencia. Hemos hecho intervenciones en barcos abandonados a las que convocamos por redes sociales y en contraste, hemos intervenido puentes peatonales en donde sólo nos observa una pareja”. Asalto Teatro extiende sus posibilidades creativas sabedores de que lo que posee valor en el teatro no depende de la masa, sino de cuánto y cómo se toca al otro, qué se le comunica. Pocas veces recurren a la palabra. En cambio, siempre hacen uso de objetos, del mismo mobiliario urbano, de la geometría constructiva abandonada. Con su trabajo silencioso tejen una red de resistencia cultural en un puerto que por lo pronto guarda el color festivo del Golfo en el recuerdo.

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