La última maquillada antes del más allá

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Ver la muerte a los ojos no es cosa sencilla. Más fácil es cantarle, bailarle y reírse de ella. Aunque este sea un mecanismo de defensa, afirma el doctor Alfredo Rodríguez García, médico forense y profesor del Centro Universitario de Ciencias de la Salud, así como docente invitado en la Universidad Complutense de Madrid.
Asegura que tal mecanismo intenta “mantenerla a distancia. Es un tabú. Aquí no se habla de ella, sino un sólo día: el 2 de noviembre, debido a que el mexicano es de las razas que más miedo le tiene a la muerte”.
En cambio el forense español enfrenta a la muerte casi todos los días: 84 mil 723, hasta la fecha, son los contactos que ha tenido en su vida con la señora, entre autopsias, certificaciones y embalsamamientos. Porque Rodríguez García, además de a la medicina legal, se dedica a la tanatología, ciencia que estudia y, de alguna manera, “corteja” a la muerte.
Al interior de esta disciplina existen divisiones que sirven específicamente para determinados campos, como la tanatopraxia, dedicada a la preservación, presentación y conservación de los cadáveres para el ritual funerario. Es decir, el embalsamamiento y el arreglo estético de los fallecidos.

La plastinación
En su negocio, ubicado por la calzada Federalismo, en Guadalajara, se embalsaman cuerpos con un nuevo procedimiento, que el propio Rodríguez introdujo en América Latina en 1997, donde actualmente es el único que lo aplica.
“Esta técnica se llama plastinación. Consiste en una inyección arterial, donde suplimos todas los líquidos corporales con sustancias fijadoras derivadas del formaldehido. Eliminamos todas las bacterias y con productos estéticos especiales fijamos los tejidos, es decir, frenamos la descomposición en el proceso biológico de la persona”.
Nada que ver con el procedimiento “rudimental y deficiente” realizado anteriormente, ya que, como comenta el médico, “se taponaban la nariz y la boca con algodón o telas, se les ponía petróleo o les habrían las cavidades, y los cuerpos iban en malas condiciones a los funerales”. Y tampoco con el más antiguo y conocido en el mundo. “Lo que hacían los egipcios era sacar el cerebro por la nariz, quitaban los órganos, metían los cuerpos eviscerados a desecar en arena y sal y los conservaban con un vendaje de lino y aceites”.
Con la técnica de plastinación, inventada por Gunter van Hogen, de la Universidad de Heidelberg, Alemania, Rodríguez dice que “hemos acabado con la idea del embalsamamiento como un procedimiento duro. Nosotros utilizamos una técnica de bisección de arteria carótida, donde los órganos quedan íntegros y la persona se conserva por un tiempo indefinido, con licencia médica”. Como por ejemplo el cuerpo que ya preparó para enviarlo a Londres, Inglaterra, donde la familia lo exhibirá durante 30 años en un mausoleo acondicionado en el interior de su casa.

Maquillando el rostro de la muerte
“Este es mi hijo, ‘ganándose su domingo’”, explica Rodríguez García e indica la foto de un niño de ocho años, retratado mientras aplica con un bisturí una pequeña incisión en el pecho de un cadáver. Este orificio es la única intervención “invasiva” que aplicada a los cuerpos, con el fin de insertar un aparato, largo, delgado y puntiagudo, que sirve para succionar la sangre y los líquidos corporales de los distintos órganos.
Este procedimiento es aplicado para mantener los cadáveres en las mejores condiciones. De hecho, la estética es un elemento fundamental. Dicho en palabras de Alfredo Rodríguez, lo que hacen es “maquillar el rostro de la muerte”: “quitamos el rigor mortis, el rostro de angustia y la facies agónica, en particular en las personas que mueren violentamente, que tienen un rostro de agresión y de dolor. Lo modificamos con masajes, inyectamos silicón en algunas partes de la cara y con maquillaje le quitamos la palidez, le damos este tono rosáceo normal y al final le ponemos brillo, y parece que la persona está viva”.
El objetivo de este arreglo estético es “mejorar las condiciones del cuerpo, para que el impacto psicológico de la persona que lo vaya a ver, sea favorable. Si logramos reducir la facies cadavérica en un 20 por ciento, eso es suficiente”. Agrega que “hay gente que para el funeral le pone al cadáver un traje nuevo, se le arregla, se le compra un buen féretro, y es el centro de la atención”. Al respecto, el “embalsamador” comenta que el sentido de este ritual se resume en un pasaje de “El papalote”, de Silvio Rodríguez, que reza: “Muerto al fin te hiciste persona, porque el día más importante de tu vida fue el día de tu muerte”.

Una muerte “democrática”
Varios cadáveres, algunos bien vestidos, otros aún desnudos, ocupan las camillas de la sala de embalsamamiento del doctor Rodríguez. No se trata de personalidades importantes, no se llaman Hammurabi, Lenin o Evita Perón, sino Teresa, Juanito o incluso indigentes sin nombre y sin historias. “El proceso de embalsamado anteriormente era elitista, era privilegio de faraones o personalidades importantes”.
Comenta que dicho proceso “ahora lo tenemos totalmente democratizado. En Guadalajara se mueren mil 600 personas al mes. En las empresas para las que trabajo manejamos un promedio de 800 y todas las embalsamamos”. Al respecto el galeno concluye que “la muerte en sí es muy democrática, no conoce raza, edad o clase social. Todos somos iguales frente a ella”.

En compañía de la muerte
“La gente pensará que somos insensibles, pero no: es al revés, tenemos mucho respeto al ser humano. Cada caso nos enseña”.
Rodríguez comenta que la muerte también “enferma”. “Aquí nos damos terapia entre nosotros. Yo tengo gente que no fumaba y no tomaba, y ahora lo hace, como que absorbes los vicios. Laboras bajo presión 24 horas, porque la muerte no tiene horario”.
Por eso Rodríguez tiene su forma de exorcizar a la muerte: “…los 84 mil 723 muertos son mis aliados. Antes de hacer mi trabajo, para cada persona pido permiso, porque soy el último que la va a tocar, que explora su cuerpo y que la arregla, y su muerte me enseña a vivir mejor”.

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