La revelación de Muñoz Molina

En una charla con bachilleres en la FIL, el autor español confesó que la literatura latinoamericana fue fundamental en su desarrollo como escritor

933
Foto: FIL / Pedro Andrés

MARIANA GONZÁLEZ-MÁRQUEZ

La literatura latinoamericana fue para el escritor Antonio Muñoz Molina una especie de eureka que le abrió los ojos y la mente a un español nuevo, distinto al que había conocido en los libros clásicos de su natal España.

En la charla que tuvo con jóvenes de preparatoria y asistentes de todas las edades que se dieron cita en el Auditorio Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, el narrador confesó que leer en su adolescencia a autores como Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Gabriel García Márquez fue fundamental para su educación.

“Tengo una conexión con la literatura que se ha hecho en español de América, era una parte fundamental en mi educación cuando tenía la edad que tienen ustedes ahora, entonces hubo una llegada masiva de la literatura latinoamericana a España”, dijo a los asistentes que le escuchaban con atención.

El autor de El jinete polaco contó que entre los quince y 17 años, cuando España se convirtió en un país cerrado, aunque tenía afición por la literatura de su país, ésta le parecía “muy seca”.

“Y fue cuando empezó a llegar Cien años de soledad, las novelas de Mario Vargas Llosa, los cuento de Bioy Casares, los de Borges, un cuento de Juan Rulfo y fue el deslumbramiento de aquella que era mi propia lengua, que era la lengua española, pero era otra, parecía más libre, más intensa, más poética y más imaginativa, en mi vocación de escritor esa influencia fue determinante”, reveló.

El narrador y miembro de la Real Academia Española (RAE) explicó que nunca quiso ser otra cosas sino escritor, pese a proceder de una familia campesina “que no tenía más que educación básica”, pero que le sobraba amor por la cultura y la educación y sensibilidad para el arte.

Su padre potenció esa vocación cuando en un verano le regaló una máquina de escribir portátil en compensación por el trabajo que lo obligaba a hacer durante sus vacaciones. Esa máquina fue el medio para que el entonces joven Muñoz Molina se animara a escribir, desde un diario, poesía hasta críticas que él imaginaba que algún crítico podría hacerle cuando él escribiese una obra de teatro.

El autor reveló que su padre le hablaba del dolor que sintió cuando tuvo que dejar la escuela de niño para ayudar a la familia en el campo. Esta anécdota sirvió para pronunciarse a favor de la igualdad de oportunidades educativas que deben tener los niños y jóvenes para poder ser lo que quieren ser.

“Si no hay un mínimo de justicia social, las personas no van a poder desarrollar sus capacidades. Cuántos grandes escritores, cuántos poetas, doctoras y doctores se han perdido por no tener posibilidades”.

Pidió a los jóvenes asistentes no dejar de esforzarse por alcanzar sus sueños y defender lo que quieren ser.

“Cuando se tiene la edad de ustedes, tenemos sueños poderosos y uno tiene que saber qué es lo que desea, tiene que saber qué es lo que le gusta y qué está dispuesto a hacer para ello”, dijo.

 

Artículo anterior“Sexpresso” educación sexual en la FIL
Artículo siguienteÉlmer Mendoza y el placer del libro