La otra curva del Covid-19

Consentimiento informado, la nueva normalidad y sus retos, los desafíos de la ciencia y la información ante la pandemia de COVID-19, son algunos de los temas que integrantes de la Maestría en Bioética de la UdeG nos proponen cada viernes en estas colaboraciones

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Rodrigo Ramos-Zúñiga*

Desde los sucesos reportados como una alerta sanitaria por la Organización Mundial de la Salud en diciembre de 2019, y que posteriormente evolucionaron a perfiles de epidemia y posteriormente a pandemia, ha ocurrido una gran cantidad de eventos de relevancia para la salud pública global, que han requerido como nunca de una respuesta integral y multidisciplinaria.

El reto para la comunidad científica se contemplaba complejo, contra el tiempo y bajo condiciones críticas demandantes para responder ante la fase aguda, y a la vez generar estrategias de contención a partir de cercos sanitarios y medidas específicas de sanidad básica. En tanto, distintos grupos profundizaban en la búsqueda del comportamiento biológico del virus, su identidad génica, su virulencia y sus mecanismos de propagación y alta contagiosidad.

De esta forma fueron escalando gradualmente los reportes científicos, las guías iniciales y las recomendaciones para la toma de decisiones, tanto en el escenario clínico como en los espacios sociales.

A la fecha estos esfuerzos han requerido la conformación grupos de expertos de diferentes  áreas médicas y ha sido necesario que todo el personal sanitario estuviese involucrado en las tareas de prevención, contención, mitigación y manejo asistencial.

Las implicaciones colaterales de carácter civil, económico y de seguridad  han surgido como un segundo impacto, tipificado por las consecuencias de la pandemia de manera colateral. Si bien no son causadas directamente por el virus, se trata de consecuencias naturales e inherentes a la respuesta social estructurada y la condición reactiva de los grupos sociales, en un escenario de incertidumbre ante una crisis sanitaria.

La primera condición de crisis, está representada por la propia definición de emergencia sanitaria que supone que la capacidad e infraestructura instalada puede ser rebasada por la demanda de atención, ante una oleada masiva de personas  y comunidades afectadas. A esto hay que sumar la escalada progresiva de repercusiones en el rubro socio-económico local y regional.

En este orden, aparece la otra “curva”, que compromete de manera alterna el equilibrio social, la equidad, el empleo, el acceso a insumos básicos, la alimentación, los servicios sociales, la atención a grupos en condición vulnerable, la salud mental, la seguridad pública, la agenda socio-cultural y eventualmente los derechos fundamentales.

Una visión conceptual amplia es la que nos permite identificar las determinantes sociales de la salud, en las cuales se vinculan los derechos básicos a la vida, a la educación y al bienestar en términos de justicia social y dignidad, mismos que bajo condiciones críticas de emergencias pueden verse comprometidos.

Es por ello pertinente incorporar también las determinantes morales de la salud, en las cuales se subraya el compromiso con los derechos fundamentales en la toma de decisiones, anticipándose a que los grupos más desprotegidos sufran más las consecuencias de una pandemia de esta naturaleza.

Desde la perspectiva de la moral filosófica, se le vincula con los valores y preceptos de una comunidad en un contexto socio-cultural específico, mismos que son analizados bajo la argumentación del pensamiento crítico y reflexivo de la ética, y para este caso de la bioética.

Si se logra conjuntar de manera proactiva los liderazgos técnicos (ciencia médica),  en equilibrio con los  determinantes sociales y morales de la salud, es que se lograría un perfil idóneo para definir las estrategias y toma de decisiones  en una emergencia, de forma sistemática, equilibrada y distante de las decisiones discrecionales. Esta proyección virtuosa propone identificar oportunamente las variables colaterales de una pandemia, en lo referente  a los recursos, las implicaciones sociales, las repercusiones económicas y las propias del control de seguridad social y la seguridad  pública.

Es en estas “colaterales” en donde surge la pertinencia de la ética y la bioética, no solo en el marco de valores de una sociedad y los códigos deontológicos de la práctica profesional, sino en los criterios sistemáticos para tomar decisiones en las instituciones públicas vinculadas a la atención sanitaria, en el contexto de una pandemia.

La conformación de  grupos de pares que evalúan y analizan las condiciones en que se aplica la gestión del conocimiento desde la perspectiva de los derechos fundamentales, representa hoy en día a los comités hospitalarios de bioética y los comités de ética en investigación, que contribuyen con sus tareas a procurar un equilibrio entre el poder hacer y el deber  hacer.

Sus consensos, seguramente contribuirán a  fortalecer la seguridad  en las decisiones en el ámbito social, en un entorno en donde aún prevalecen las imprecisiones e incertidumbres de la curva original.

*Maestría en Bioética de la UdeG

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