La maldad tiene sonrisa de mujer

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Las mujeres fatales son villanas, malvadas, sensuales, atractivas, perversas. En su aspecto físico han de encarnarse todos los vicios, todas las voluptuosidades y todas las seducciones. Emplean su sexualidad para atrapar a los desventurados hombres. Están presentes en todas las culturas, en la mitología o en el folclor.
Estas malévolas mujeres a lo largo de la historia han sido instrumentos de degeneración: asesinas de niños, vampiros, mujeres lobo; criaturas que sólo pueden vivir de noche, bajo el auspicio de la luna: en el terreno de los sentidos, de la oscuridad, del sexo, de los deseos bestiales. Así las describe en su obra: ídolos de la perversidad. Fantasías del mal femenino en la cultura finisecular, el profesor de literatura inglesa Bram Dijkstra.
Para Encarni López Gonzálvez, profesora de literatura de la Universidad de Guadalajara, quien dictó la ponencia “Salamandra, de Efrén Rebolledo: la femme fatale mexicana”, dentro del I Coloquio de semiótica y análisis del discurso, realizado en el CUCSH, recordó que el mito de la mujer fatal surge a finales del siglo XIX, cuando las sociedades modernas, como las de Londres, Viena y París, no saben qué hacer con el nuevo rol femenino.
El patriarcado se siente amenazado, desconcertado con la primera generación de sufragistas y genera la imagen de una mujer malvada. Su origen parece encontrarse en el malestar de una cultura que enfrentaba los primeros problemas de la modernidad: obreros con bajos salarios, explotación y nula seguridad laboral. Mientras la burguesía mantuvo el dominio económico y quería conservar el poder, lo cual produjo conductas retrógradas y conservadoras.
“Los rápidos procesos de urbanización, generalmente de las ciudades, no pudieron dar un sueldo digno a la oleada de personas que llegó del campo. La precariedad en las condiciones de vida desembocó en el aumento de la criminalidad y la prostitución, cuya consecuencia fue la propagación de las enfermedades venéreas que frecuentemente eran asociadas exclusivamente a la mujer y su deseo sexual”.
La crítica de arte Erika Bornay, en su obra Las hijas de Lilita, expone las condiciones que propiciaron el afincamiento de la misoginia que, a su vez, configuró el arquetipo de la mujer fatal. Entre éstas: el temor del hombre tradicional al nuevo rol femenino fuera del ámbito doméstico, en los espacios públicos tradicionalmente reservados para el hombre, como la educación superior, el campo profesional y el político. Tal actitud generó desconfianza ante los movimientos feministas y un alto número de prostitutas.
Este panorama sociocultural fue reflejado en las artes, las que cultivaron la imagen de una mujer sumisa (frágil) y otra perversa (fatal).

La dualidad femenina
Las dos caras de la mujer, la sumisa y la fatal, respondían a la imaginación masculina del “patriarcado”, como consecuencia de cierto malestar o temor ante los primeros cambios que provocó el feminismo.
López Gonzálvez explicó que: “de este modo, la imagen de la pureza y la virginidad fue representada como el ideal de mujer, generalmente de cabello rubio, ojos azules y con atributos propios de la madre, muchas veces identificada con Eva. La imagen del mal y la sexualidad, en cambio, fue representada en la mayoría de las ocasiones con el cabello oscuro o pelirrojo, los ojos verdes, atributos generalmente animalescos que la acercaban a la lujuria desenfrenada y la vinculaban directamente con lo maligno, el demonio y la estética vampírica”.
La mujer fatal constituyó una aproximación a la psique femenina, a su sexualidad y a su deseo tradicionalmente negado, ignorado o considerado un misterio. “A pesar de ello, no podemos olvidar que, al fin y al cabo, fue una explicación y creación masculina para recreación de los hombres, y que realmente mostraba temor y molestia ante una situación que comenzaba a dejarlos sin el poder y decisión que tradicionalmente habían ejercido sobre la mujer”, indicó la profesora.
La mujer fatal posee una belleza turbia, contaminada, perversa. Su cabellera es larga y abundante y, en muchas ocasiones, rojiza. Es blanca y sus ojos verdes. Destaca por su capacidad de dominio, de incitación al mal y su frialdad, que no le impedirá poseer una fuerte sexualidad, en muchas ocasiones lujuriosa y felina, es decir, animal. (Erika Bornay).

Salamandra, la mujer fatal
mexicana
Uno de los textos más importantes en castellano sobre la femme fatale es Salamandra, publicada entre 1916-1919 y escrito por el mexicano Efrén Rebolledo, quien cuenta la historia destructiva de amor entre el poeta Eugenio León y Salamandra (Elena Rivas), una mujer bella, coqueta, cruel y perversa con sus amantes.
Encarni López Gonzálvez explicó que el título de la novela alude a la salamandra, un animal tradicionalmente asociado con lo diabólico, mitológico y resistente al fuego. En la literatura los decadentistas la adoraban por misteriosa, corruptora, sanguinaria, degenerada, por ese primitivo gozo hacia la violencia sádica. También porque la salamandra es la diosa, sagradamente perversa, sacerdotisa de la belleza maldita; porque es mujer-vampiro.
Elena Rivas, identificada con este animal, nació en Sonora, aunque se educó en Los íngeles, donde “adquirió esa independencia que distingue a las mujeres de Estados Unidos”. Lo que la caracteriza es precisamente su libertad, que la enfrenta no sólo a las mujeres, sino a la sociedad de su época.
Elena Rivas representa a la mujer moderna: autónoma, independiente, individualista, libre y consciente de su libertad. Representa la trasgresión. Cuando le preguntan si le gusta fumar, ella contesta: Nada más porque en México nos está vedado a las mujeres.
Físicamente es una mujer bella, voluptuosa, que conoce, domina y admira su propio cuerpo. Se encuentra lejos del papel tradicional de subordinación ante la figura masculina. “Elena Rivas frisaba los veinticinco años y poseía una belleza avasalladora que tomaba los corazones por asalto” (Rebolledo).
Eminentemente fría, “pasa sin quemarse por entre las llamas del deseo”, lo manipula a su antojo y en su beneficio. Responsable de las muertes de sus examantes. Incluso la de su hermano, lo que situaciones de incesto. Elena Rivas planea, a partir de unos versos leídos, la muerte de su próximo amante, el poeta Eugenio León, con el fin de otorgarle la obra de arte más perfecta. Se trata de la concepción decadentista de la vida como una expresión artística más. Así la muerte trágica constituiría el final perfecto, comentó López Gonzálvez.
El suicidio de Eugenio tiene lugar la noche en que Elena lo trata cruelmente, ignorándolo y coqueteando con otros. Esto despierta los celos y una profunda desesperación en el primero. Elena, satisfecha, dice: “¡Qué bella está la mañana!… ¡Qué suave el perfume de las rosas!”, con lo que demuestra y reafirma su frialdad, su naturaleza de salamandra y su triunfo.
La conferencista indicó que la novela fue publicada en el contexto de la Revolución mexicana, cuando la sociedad enfrentaba la necesidad de una modernización. “Desde el punto de vista transgresor, es indudable que Elena Rivas rompe abruptamente con unas reglas sociales y morales anquilosadas, provocando el escándalo y hasta que los valores tradicionales se tambaleen”.
No debemos olvidar que la femme fatale fue creada por y para los hombres, para satisfacer sus fantasías eróticas en un momento en el que las cosas comenzaban a cambiar. Elena Rivas responde a esta necesidad, distanciándose de la realidad histórica.
En Salamandra, Rebolledo no mira los hechos con moralismo, como ocurre en otros textos de temática similar, ya que, no olvidemos, Elena Rivas en ningún momento es cuestionada ni castigada, dijo Encarni López.
Elena Rivas constituye el antecedente literario de toda una generación de mujeres artistas mexicanas que utilizaron la revolución no sólo para los cambios sociales, sino también para construirse a sí mismas desde su propia perspectiva.
“Este arquetipo, aunque se desarrolla a finales del siglo XIX, ha sido una constante que aparece en periodos cíclicos. Todavía las sociedades modernas no han resuelto el nuevo rol femenino, no asumen el rol femenino. Siguen anclándose a un papel tradicional que hoy en día no tiene cabida”.

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