La leyenda del tesoro perdido:
al filo de la historia

Marianne y Cormac Wibberley, creadores de la serie, retoman una fórmula, 
una historia y dos culturas  

Este artículo es una doble lectura: voy a hablar de una historia reciente, que cada miércoles sacaba al aire un nuevo capítulo en la plataforma Disney+. La serie de televisión La leyenda del tesoro perdido: al filo de la historia (2023) expande la narración de dos películas previas, La leyenda del tesoro perdido, de 2004, y La leyenda del tesoro perdido: el libro de los secretos, de 2007.

La fórmula es similar y reconocible: buscadores de tesoros con principios éticos, fundados en valores y tradiciones familiares, que se enfrentan a mercenarios organizados, con múltiples recursos a su disposición, que también buscan esos tesoros, pero con fines egoístas y se rigen por la máxima de que el fin justifica los medios. Algo similar se encuentra en la saga de videojuegos Tomb Raider, que inició en 1996, y las películas derivadas, de 2001, 2003 y 2018, protagonizadas por la arqueóloga Lara Croft.

Pero hablaba de una doble interpretación: al retomar y reescribir la historia de Estados Unidos la serie de TV refiere a un nuevo modo de leer y apreciar la figura de la Malinche en la historia de México, que es también la historia de la conquista de las Américas por los colonos europeos.

En La leyenda del tesoro perdido: al filo de la historia la protagonista, Jessie, nació en México pero llegó siendo apenas una bebé a Estados Unidos; por tanto, no tiene la ciudadanía pero se encuentra “protegida” por el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés). Esta situación, entre dos lenguas y culturas y territorios, la identifican con la Malinche (Malinalli, Matinalxóchitl, Malintzin): mujer inteligente y preparada entre dos mundos, entre una comunidad de origen y una comunidad de destino, entre la civilización y la barbarie.

Jessie, la buscadora de tesoros, siguiendo la tradición familiar, podría ser considerada como traidora. Pero justo al interior de la sede televisiva la figura de la Malinche es recuperada, restaurada en sus múltiples facetas, en su valor histórico. Y no importa si esto se apega o no a la historia (masculina, no lo olvidemos), sino que mientras te pasas un rato entretenido una mujer, UNA MUJER, es recobrada y descrita de un modo diferente.

Los capítulos de la serie son dispares, algunos tienen un ritmo más ágil, una trama mejor lograda que otros, porque cambian los directores y los guionistas. Pero la tensión se mantiene, a partir de una historia compartida, binacional, y se conserva la relación entre Jessie, una mujer joven y migrante indocumentada, fronteriza, y la Malinche, traductora de dos mundos y figura crucial en la representación de nuestro presente mezclado, enriquecido.

Acompañar a Jessie y sus amigos nos puede entonces conducir a descubrir un tesoro: nuestra historia, nuestro presente sincrético como un crisol de culturas entre Estados Unidos y México. Las aventuras están llenas de lugares comunes, pero siempre valen la pena.

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