La difícil ruta del cáncer

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Cada año mueren al menos 35 niños por abandonar su tratamiento para cáncer. Sus padres son quienes toman la iniciativa para que lo abandonen y probar alguna alternativa medicinal, como “la herbolaria, uña de gato, omnilife, que de nada sirven, ya que no tienen ningún sustento científico”, señaló Fernando Sánchez Zubieta, jefe del Servicio de hemato-oncología pediátrica del Hospital Civil “Dr. Juan I. Menchaca”.
En el mercado pueden encontrarse una lista de remedios curativos, entre ellos la homeopatía, flores de Bach, plantas medicinales, reiki, vitaminas, trabajos de energía, sanación con las manos o “curandismo”, medicina china tradicional, acupuntura y hasta hipnosis o productos en polvo.
Para Javier Galván Villareal, director del Centro de Apoyo a Niños con Cáncer, A. C. (CANICA), el probar tratamientos alternativos o complementarios se debe a la falta de información.
“Si los padres tienen miedo sobre tabúes de la quimioterapia, lo primero que harán es buscar remedios caseros, mágicos o a un hierbero y sabemos que no existe ningún tratamiento que no sea el que ofrece un oncólogo pediatra para que un niño sane. Las personas que deciden otro tratamiento que no es la quimioterapia terminan en situaciones catastróficas”. Sin embargo, desde el punto de vista humano y social, el responsable de CANICA opina que probar segundas opciones de tratamiento para curarse es una situación que no debe juzgarse. “Es muy difícil que un médico o una institución juzgue si los papás se van o no al tratamiento alternativo”.
De acuerdo a registros del Nuevo Hospital Civil, en 1989, el 75 por ciento de los pacientes abandonaban el tratamiento; en el 2000 el porcentaje disminuyó a 18 por ciento y a partir del 2003 sólo el 10 por ciento desertan. “Un niño que abandona el tratamiento un mes y medio tiene una recaída y regresa a morirse”, dijo el especialista.
Sánchez Zubieta agregó que otra causa de abandono del tratamiento, aunque de menor impacto, es la económica. Aunque en el Hospital Civil el tratamiento es gratuito, existen otros gastos como el del transporte.
“No hay ningún pretexto en materia de salud para que un niño con cáncer no tenga lo que requiere. Rara vez abandonan el tratamiento por causas económicas, viven lejos o no tienen vías de comunicación porque tenemos un porcentaje de niños que viven en otras partes”.
En el caso de los adultos con cáncer, debido a que la enfermedad se presenta con mayor frecuencia después de los 60 años, es común que las personas decidan abandonar su tratamiento puesto que pierden la esperanza de sobrevivir o se sienten viejos.

Instituciones civiles… un apoyo necesario
Transporte, alimentos y hospedaje de familiares son gastos que enfrenta un enfermo de cáncer y su familia, quienes en ocasiones no están solos, ya que diversas instituciones subsidian traslados, análisis médicos, otorgan despensas y asilo a los familiares, aportan infraestructura y equipo médico, entregan juguetes y estímulos al paciente y algunas incluso celebran las primeras comuniones o 15 años de los pequeños pacientes. Un ejemplo es CANICA, en donde brindan los estudios académicos al paciente, gracias a que cuentan con certificación de la SEP.

Bienestar no sólo físico… también emocional
La intervención médica, la psicológica y la nutricional son igual de importantes. Alma Delgadillo Hernández, psicóloga del servicio de hemato-oncología pediátrica refirió que “es primordial una intervención psicológica oportuna con el niño y con la familia. Si hacemos una muy buena primera intervención con los papás del niño, el infante prácticamente caminará solo. Como adultos es mucho más difícil entender y manejar la noticia”.
Los psicólogos ayudan a los padres para que les otorguen herramientas a sus hijos para sobrellevar la enfermedad y el tratamiento. Delgadillo Hernández dijo que la clave es que todos entiendan la enfermedad y el tratamiento. Así los padres están preparados para orientar al pequeño ante lo que vivirá durante su proceso.

… si no cura un medicamento, menos eso
Zulema tiene 10 años, pero a los siete le diagnosticaron leucemia. Ofelia, su madre, sabe que no haber interrumpido el tratamiento médico de su hija por probar uno alternativo fue la decisión correcta. “Lo más difícil fue la enfermedad de mi hija, no lo asimilaba. Siempre confié en el tratamiento de los doctores. Me ofrecieron homeopatía y luego del herbalife, pero para mí, si no cura un medicamento, yo pienso que menos eso”.
Zulema entendía lo que tenía. “Con la psicología como que captó, primero no preguntaba nada pero decía ‘Mami, ¿verdad que si no me curo me puedo morir?’ y yo le decía ‘Si vamos diario y no faltamos a la cita verás que sí te vas a aliviar’”.
Cuando vinieron a Guadalajara lo más difícil para ellas fue llegar a un lugar desconocido. “Batallé con los pasajes y luego el cambio de que no soy de aquí, que no conozco”, cuenta Ofelia y recordó lo que vivió. “Renta no pagaba porque estaba en el hospital, diario estaba aquí. La dejaban ir cuando se recuperaba, era lo más 15 días. Gastaba en comida o la trabajadora social nos daba pases para el comedor”.
Zulema regresó a Zapotlán del Rey, su lugar de origen. Estudia la primaria y desde hace dos y medio lleva una vida normal, al lado de sus padres y hermanos, gracias al transplante de médula ósea que recibió en el Hospital Civil.

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