Jorge Vargas

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Soy Juan, soy Pedro, soy Antonio, soy Fernando, soy Rafael…”, repite un solo actor mientras dibuja sobre su cuerpo líneas de muerte. A cada nombre corresponde una herida, una condena. Así inicia la metafórica síntesis escénica de uno de los fenómenos más vigentes y tremendos de nuestra historia: la migración a Estados Unidos. El sólido horizonte vertical de un muro interminable es el telón de fondo, la atmósfera y el árido foro para Amarillo, el último montaje del grupo de Teatro Línea de Sombra, que dirige Jorge Vargas.
Más que una compañía teatral, Teatro Línea de Sombra se define como un proyecto para la creación, formación, producción y  difusión  del intercambio teatral, y es esto precisamente lo que distingue de principio a fin la apuesta del grupo y su director, de las agotadas tendencias que caracterizan al teatro que se hace en México. Creado en 1993 por Jorge Vargas y un colectivo de artistas de distintas disciplinas, Línea de Sombra hace una exploración de las diversas posibilidades expresivas que hay en las artes y, sobre todo, en el propio cuerpo. Actualmente presenta Amarillo en el Teatro El Milagro en la Ciudad de México.

Poética de la ausencia
Amarillo Texas es la meta de un hombre con todos los nombres, con todas las historias que pueblan el intenso y peligroso viaje fronterizo. Para Vargas, la intensidad y vigencia del tema supone también una gran dificultad. “Hablar de la migración es un gran reto, ¿cómo abordas algo tan trabajado? Nosotros estuvimos viendo una serie de documentales que detonaron la idea y mucho después abrimos un laboratorio para explorar el asunto. Amarillo habla de un país que se vacía, se desangra, pierde sus mejores hombres y a pesar de eso, hasta el día de hoy parece ser que del otro lado hay una solución”. Para Jorge Vargas este cruce ilegal de frontera “es un fenómeno que no tiene salida, pero que sí cuesta vidas y es justo eso lo que quisimos poner en frente, no a manera de panfleto, ni denuncia ideológica, sino buscar una poética de la ausencia. Un estudio sobre este país que se moviliza, un país de cientos de miles de desplazados. Lo que resultó de esta búsqueda es una puerta de entrada a muchas otras lecturas que relativizan los puntos de vista, multiplican las realidades, indagan entre lo virtual y lo real. Finalmente yo conozco el mundo porque hago teatro”.
Una de las riquezas que presenta el montaje está en el juego de posibilidades semánticas de los objetos así como de los dispositivos tecnológicos que resignifican el espacio y los planos expresivos de los personajes. La forma en que los actores se relacionan con cosas simples arma una consistencia estética que consigue sensibilizar a quien observa. Al respecto Vargas afirma: “Para utilizar la tecnología hay que tener una postura frente a sus lenguajes. Lo que pasa en Amarillo es que nosotros trabajamos todo el proceso a manera de instalaciones, partiendo de la idea de la disposición y relación que construimos con la “objetualidad”. Creamos tensiones, relaciones, conflictos espaciales, temporales. Esto nos permite el uso del video, proyecciones, o el circuito cerrado, que en este caso lo utilizamos más desde el sentido de la vigilancia que desde la idea de la imagen. Cuando empezamos a trabajar con las cámaras, encontramos el espejo y la relativización de los planos, todo un territorio de indagación no sólo a nivel formal sino en relación al tema y a la idea que buscábamos”.

La oscura raíz
Para Vargas, luego de 15 años de historia de Línea de Sombra, el camino recorrido se cuenta desde su formación personal y también a partir de afortunadas complicidades. “Yo venía de hacer teatro físico, de hacer teatro de calle, clown, mimo, saltimbanqui. Empecé a hacer puestas en escena más en forma con Gabriel Contreras. Después vendría quien marcó definitivamente a Línea de Sombra: Rogelio Luévano. Este director, maestro y pedagogo de los realismos se permitió abrir un laboratorio con nosotros que veníamos del teatro físico. El resultado de esta unión fue una puesta en escena que se llamó La oscura raíz en donde unimos ambas cosas. Esa bifrontalidad, el teatro-texto y el teatro-físico o teatro visual, han marcado los dos caminos y consiguen una mirada renovadora que nos obliga a situarnos en un lugar que no imaginamos para abordar las creaciones, sea desde el texto o a través de laboratorios que nos dejen un pie en el vacío. Se trata de no reconfirmar lo que ya manejamos y sabemos, porque eso resta horizonte a la exploración. Lo que ha pasado es que se han ido añadiendo complicidades interesantes con las que hemos podido experimentar maneras transdisciplinarias de creación”.
Actualmente Vargas prepara Transversales, que se presentará en el marco del XII Encuentro Internacional de Escena Contemporánea. Con la presencia de creadores de España, Cuba, Perú, Argentina y Francia. Este encuentro abre una convocatoria para pensar y experimentar distintas prácticas escénicas y/o artísticas.
El encuentro se llevará a cabo en Pachuca, Hidalgo, del 25 de julio al 7 de agosto. La buena noticia para nuestra ciudad es que en el próximo mes de agosto Teatro Línea de Sombra nos traerá Mujeres Soñaron Caballos, una de las mejores puestas escénicas que pueden verse en México, resultado del intercambio de este grupo con el magnífico director argentino Daniel Veronese. No se la pierda.

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