Jaime Ernesto Chavira González

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Jaime Ernesto Chavira González, residente del Hospital Civil Fray Antonio Alcalde, obtuvo el puntaje más alto en el Examen del Consejo Mexicano de Certificación en Pediatría, el cual fue aplicado a 752 sustentantes.

Por este resultado recibió un reconocimiento en ceremonia efectuada en la Academia Nacional de Medicina, en la Ciudad de México, en días pasados, donde Salvador Jáuregui Pulido, presidente de dicho consejo, entregó un reconocimiento a los 24 médicos con los mejores 10 promedios.

Originario de Parral, Chihuahua, estado donde cursó la carrera de medicina, se mudó a la ciudad de Guadalajara para estudiar la especialidad en Pediatría en la UdeG. Hoy su meta consiste en especializarse en cardiología pediátrica y en continuar dando lo mejor de sí mismo en favor de la salud de los niños, motivado por una familia que lo ha apoyado y por la cual pudo salir adelante.

¿Cómo nació tu vocación por la medicina?
No tengo familiares médicos. Esto surgió debido a que me trae un recuerdo emotivo: tenía una tía que, cuando estaba muy pequeño, las veces que se sentía mal o le dolía la cabeza, me gritaba: doctor venga a curarme. Son pequeñas cosas que lo marcan a uno desde la niñez. Posteriormente me nació la inquietud y me agradó el trato con el paciente, ayudar a la gente a recuperar su salud. Fue como todo empezó y se fue dando. Después ingresé a la Universidad Autónoma de Chihuahua y posteriormente a la Universidad de Guadalajara para especializarme en pediatría.

¿Por qué elegiste a la UdeG?
Dentro de las universidades con mejor ranking en el país, está la UdeG en general, que tiene un muy buen nivel académico. Por eso me decidí a venir aquí.

¿Cuáles son tus planes?
Mi meta es la cardiología pediátrica. Ahorita no se pudo, pero vamos a trabajar y ahorrar para tener suficiente para viajar y hacer exámenes este año y buscar esa meta. Ayudar a los niños a recuperar su salud es algo muy bonito.

¿Qué es lo más complicado de la profesión?
Ver sus caras de sufrimiento en ocasiones da mucha impotencia. Somos humanos, no somos dioses. Hay veces que no sabemos de qué se trata lo que tienen y eso da impotencia. Es triste no poderlos ayudar como debiéramos, ya que en ocasiones en el país no existen los recursos para poder hacer cierto tipo de estudios de enfermedades complejas y raras. También tenemos la parte satisfactoria de poder ayudarlos cuando llegan con sus caras tristes y verlos al final salir corriendo. De ellos a veces no recibimos un gracias, porque algunos son muy niños, pero una sonrisa es más que suficiente.

¿Qué representa este reconocimiento?
Es la recompensa a tantas horas de dedicación, desvelo y guardias. Pero más allá del reconocimiento, lo que nos da más satisfacción es cuando vemos a un niño recuperar su salud. Es una gran responsabilidad. La gente va a esperar más de mí y me seguiré esforzando y estudiando más.

¿Qué te motiva?
Siempre mi familia, mis padres son mi motor, mi motivo y mi todo. Cada vez que me levanto, o por más decepcionante que haya sido el día, de terminar agotado, lo que siempre me motiva es mi familia, porque creyeron en mí y pusieron todo en mí, y esto va dedicado a ellos. Además de venir de un pueblo pequeño, es un logro: estoy orgulloso de ser de donde soy.

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