Habitar la latente desgracia

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Entramos al viejo Valle de Tesistán acompañados de unos nubarrones y el olor a agua en el aire. La noche anterior, como en días pasados, cayeron lluvias torrenciales, que todavía se paladeaban y parecían andar revoloteando en el ambiente, con la impaciencia por dejarse caer otra vez en estas tierras.

El presagio, tan propio de la abundancia acuífera del lugar y que en su momento alimentara la añeja gloria de sus campos —ahora poco a poco olvidados, como los vestigios de la cercana hacienda de Santa Lucía—, podría ser bueno para cualquiera, pero no para quienes viven en la colonia Ángeles de Nextipac, por el acecho perenne bajo sus pies de unas grietas que serpentean el suelo.

Realizamos un recorrido con Luis Valdivia Ornelas, investigador del Departamento de Geografía, de la Universidad de Guadalajara, para apreciar la gravedad de las fracturas que con los recientes aguaceros se han “reactivado” en el rostro del terreno. Sobre todo a partir de la tormenta del jueves 11 de junio, a consecuencia de la cual desalojaron las familias de once viviendas afectadas.

Bien saben las autoridades y la población que el asunto no es nuevo. Uno de quienes tienen más certeza de ello es el mismo Valdivia Ornelas, que en 2007 publicara, al lado de María del Rocío Castillo, el estudio Amenazas por agrietamiento en el Valle de Tesistán, en los cuadernos de geografía Geocalli, de la UdeG.

Ahí se da cuenta del origen y desarrollo de las grietas, de acuerdo a las condiciones naturales e históricas del terreno, que en su momento tuvo una vocación agrícola, para dar paso con el tiempo a un uso habitacional. Las grietas están relacionadas con el periodo de lluvias, porque el subsuelo, que es poroso, granular y fácilmente erosivo, permite la saturación de agua, que termina por colapsar la tierra ante la presión líquida.

La publicación también dice que existe registro del fenómeno de las grietas, 86 años atrás (ahora ya alrededor de 100), y que han sido generadas, más allá de las características geomorfológicas y climáticas de la zona, por el incremento en la extracción de agua de sus mantos acuíferos, pero sobre todo por la creciente urbanización de los últimos años.

Entre los varios casos registrados en la zona, se cuentan los ocurridos en El Húmedo en 2003, cerca del poblado de Tesistán, donde surgió una grieta de unos 50 metros de longitud por cuatro de profundidad; en Prados de Nextipac-Santa Lucía en 1988, que tuvo una longitud de más de dos kilómetros y con una profundidad máxima de 12 metros y cinco de anchura, y en Prados Nextipac en junio 2004, donde se formó una grieta de 1.1 kilómetros de longitud, con profundidad máxima de 12 metros y siete de anchura. Esta última se reactivaría en 2006 en otro segmento, pero con menores dimensiones.

De todos aquellos sucesos, ahora que varios años después las grietas han reaparecido, el que permanece en la memoria colectiva es el de finales de junio de 2004, y que se convirtió en noticia nacional y tal vez internacional. Después de las intensas precipitaciones pluviales de aquellos días, se formaron “importantes inundaciones” en la zona. Personal de Protección Civil y Bomberos acudió al lugar para auxiliar a la población, cuando comenzaría a surgir la grieta con la que “en menos de cinco minutos desaparecieron las aguas”, decía entonces el director de Seguridad Pública y Protección Civil de Zapopan, Rodolfo Ramírez Vargas, además de que según testigos, algunas vacas también se hundieron en las zanjas.

Los elementos de seguridad y bomberos se aprestaron a desalojar a los habitantes. Mientras estaban reconociendo el terreno, cuatro de ellos cayeron en el enorme e inesperado foso que se abrió bajo sus pies.

Valdivia Ornelas recuerda que acudió al sitio para hacer una inspección, pero con el desconocimiento del riesgo. Incluso estaba acompañado por uno de sus hijos. “Los bomberos apenas iban unos metros delante de nosotros, y de pronto uno de ellos volvió corriendo en busca de una cuerda”. La angustia reinó, y uno de los rescatistas se fracturó los dedos para salvar a los otros tirando de la cuerda. Con dificultad, tres de ellos salieron, pero el bombero José Refugio Fuentes fue devorado por la inestable tierra, para no volver a aparecer, sino muerto hasta varios días después.

Hasta ahora las grietas en la colonia Ángeles de Nextipac no han sido de gran tamaño ni de consecuencias funestas. Las autoridades zapopanas señalaron que una tiene una longitud de 160 metros, con anchos variantes de uno a 55 centímetros, y la otra, 360 metros lineales. Aún así, dictaminaron declaratoria de emergencia por parte del municipio, en busca de que el gobierno estatal libere recursos para atender la contingencia y apoyar a los damnificados mediante el Fondo Estatal para Desastres Naturales, de acuerdo al secretario general de Zapopan, Ian Paul Otero Vázquez. Pero el gobierno estatal sólo ha dicho que analizan la situación, mientras que el responsable de Protección Civil de Zapopan, Javier Nápoles Pérez, afirma que están evaluando cuántas fincas más serían evacuadas para seguridad de los pobladores.

Llegamos a la colonia Ángeles, tras pasar por la carretera La Venta-Nextipac, que luego se convierte en la avenida Juan Manuel Ruvalcaba. En ese trayecto se ven llanos, algunos campos sembrados, industrias, y cotos residenciales que surgen de pronto, para aprovechar la venta barata de las que fueron tierras ejidales.


Conforme nos acercamos al lugar es mayor la notoriedad de los asentamientos irregulares, porque a la gente le pareció fácil y económico fincar sus austeras viviendas en medio de la nada y sin regulación, hasta que a cuentagotas el municipio les ha ido dotando de servicios básicos.

Entre el laberinto de calles de los alrededores, las más sin pavimento y que tienen nombres de grandes ríos del mundo, se pasa por un arroyuelo mugroso y estrecho, conocido como río Blanco, y que es el único e insuficiente cauce natural del agua que cae en la zona, que corre como un drenaje a cielo abierto, entre casas y unas contaminantes ladrilleras.

Ya en la colonia de calles de nombres de santos y flores, la zona de riesgo está llena de policías en varios puntos, pero apenas delimitada por unas endebles cintas amarillas. Aunque a la prensa le escamotean el paso, salvo las personas evacuadas, los demás habitantes del lugar transitan por las enlodadas y cuarteadas calles sin restricción alguna, aun cuando sus propias casas están enfrente de las afectadas.

Mientras un helicóptero de Protección Civil sobrevuela a baja altura la zona, hacemos el recorrido. Las grietas o grieta, porque Valdivia Ornelas dice que es una sola con dos ramales que deambulan entre algunas casas, es de poca anchura y de poca profundidad en los socavones visibles. Pero a fin de cuentas eso es lo que se capta en la superficie.

Parte del problema —como ya lo ha dicho antes Validivia Ornelas, y que ahora recuerda— es “una falta de control del proceso urbano y de incorporar la información disponible a los planes parciales de desarrollo”, o de respetarla por parte del municipio zapopano, porque de acuerdo a un elemento de Protección Civil que no quiso ser identificado, sí se cuenta con los datos en los planes, pero han hecho caso omiso de los mismos.

No existen políticas adecuadas que respeten o resuelvan las condiciones hidrológicas y del terreno del lugar, asegura Valdivia Ornelas, porque además de que los alrededores eran áreas agrícolas, en este caso, que corresponde a lo que se llamaba El Húmedo, “es una zona baja, anegable, donde había actividad pecuaria y extracción de material para ladrillos. Tiene desconexión con el cauce natural, así que el agua que escurre por superficie se acumula de manera irregular en estas depresiones topográficas”.

Esta grieta y las anteriores son parte del mismo sistema, el cual en su conjunto posee una longitud de alrededor de cuatro kilómetros, y que aunque en su momento han sido “rellenadas y olvidadas”, sigue latente que puedan reactivarse constantemente, y más por la creciente urbanización que hace que “el agua se acumule de manera anómala”.

Ante esto, Valdivia Ornelas afirma que al menos las partes que ya tienen plenamente identificadas por su riesgo, “deben ser ya una zona de exclusión permanente de urbanización”. Lo otro que no han hecho las autoridades, es “un estudio complementario y detallado, para entender cuáles son las otras zonas susceptibles a la generación de este tipo de fenómenos en todo el Valle de Tesistán”.

El patrón de lluvias en el valle es intenso, y alimenta su acuífero que proporciona el 20 por ciento del agua que consume Guadalajara. La infraestructura hidráulica requerida no es de “tubotes”, sino pequeñas obras que respeten el ciclo del agua: lluvia, escorrentía, captación e infiltración.

Así, explica el investigador, la urbanización debe tener un límite, de acuerdo a los volúmenes generados sobre las superficies revestidas por la construcción, porque ningún colector sería suficiente si no atienden esto, y las inundaciones en las fracturas preexistentes continuarán, y con ello aumentarán los agrietamientos y los riesgos.

Esto asevera Valdivia Ornelas, mientras observamos que en las inmediaciones de la zona de riesgo, donde priva la autoconstrucción, también comienzan a instalar cotos residenciales. Entre el personal de Protección Civil corre el rumor de que estas inmobiliarias no quieren que se les relacione con el nombre de Nextipac, porque la fama de las grietas podría bajar su plusvalía. Pero nadie sabe si han hecho estudios a profundidad antes de construir y de obtener los permisos, ya que lo quieran o no, se encuentran en las cercanías del peligro.

Al final encontramos a una de las personas que fueron afectadas por las grietas. Lucía tiene 11 años en la colonia, y vive con su esposo y tres hijos en una casa humilde. Dice que es la segunda vez que le toca vivir estos acontecimientos y que desde entonces sólo les han informado que deben desalojar su hogar por estar en zona de alto riesgo. Cuenta que no tienen a dónde irse, y no saben si los apoyarán para obtener otra vivienda, porque a todos les aseguran que tienen que esperar a que hagan un estudio, y un evaluador dictamine si son inhabitables sus casas y cuánto les darán por éstas.

Desde la vez anterior, salvo los de Protección Civil, ningún funcionario municipal se ha comunicado con los afectados, aclara Lucía, y teme que, como antes, nadie los ayude: “Hace nueve años pasé por lo mismo. Vinieron, me sacaron, me pagaron la renta de una casa por seis meses, y me regresaron, que porque todo estaba bien. Pero ahora en tres meses cambiará la administración. Hace nueve años nos pasó lo mismo: cambió la administración y no hicieron nada”.

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