Gerardo Trejoluna

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Existe la creencia de que el actor le presta su cuerpo, pensamiento y voz a un personaje, como si éste fuera un ente que existiera, cuando en realidad sucede al revés. Son los actores los que expresan necesidades íntimas y expresivas a través de los personajes que caracterizan, afirmó el artista escénico Gerardo Trejoluna.

La intimidad sirve de reflexión respecto a las vivencias personales y colectivas, y es un principio generador de ficción, agregó. Reconoció que hay dos vías de producción y creación. Una de ellas se basa en vender el oficio para interpretar el personaje, aunque no se tenga nada en común con el mismo, y, la otra, parte de la necesidad para hablar de algo; entonces existe un compromiso en la selección del personaje y la estructura para expresarlo, y por lo tanto el artista está identificado con éste.

El actor tiene que estar conectado sensible y conscientemente con su visión y perspectiva individual de lo que interpreta para que los espectadores conecten con las propias, detalló.

En el primer caso, el artista persigue un éxito económico y, en el otro, un éxito expresivo y creativo, y así tal vez obtenga también el económico.

Trejoluna impartirá el Seminario “La intimidad y la escena”, del 30 de octubre al 30 de noviembre, de las 9 a las 14 horas, en la Sala Stella Inda del Teatro Experimental de Jalisco. El objetivo del seminario es el entrenamiento físico, mental y emocional para los artistas escénicos y está enfocado en la importancia de la intimidad como principio creativo y generador de reflexión.

Gerardo Trejoluna es considerado uno de los artistas escénicos contemporáneos más revolucionarios de nuestro país. Ha sido premiado por la Asociación de Periodistas Teatrales APT como mejor actor y nominado como mejor coactuación masculina en la LV entrega de Arieles. Ha trabajado en compañías como la Nacional de Teatro, Teatro de Arena, Teatro de Ciertos Habitantes, Teatro Tres, Realizando Ideas A.C, entre otras.

Ha impartido talleres de entrenamiento tanto en México como en el extranjero, en países como España, Colombia, República Checa y Nueva York.

¿Qué va a enseñar en el seminario?
En este curso yo me planteo como un maestro ignorante. No voy a enseñar algo específico, sino que la gente va a aprender dependiendo de su historia personal y como ente creativo.

Se abordarán las razones por las cuales los actores están interesados por subir a un escenario. Los participantes podrán plantear sus intereses, y a partir de esos elementos se revisarán planteamientos teóricos y ejercicios prácticos.

¿Por qué son importantes cursos como éste?
Es importante renovar el pensamiento, la manera de ver la escena. Vivimos en una época donde fluye la información de manera muy rápida, entonces el teatro, las vías de comunicación escénica tienen que estar en constante dinamismo y al mismo tiempo no perder la raíz ritual de la escena, ya que es necesario regresar constantemente a lo humano, y desafortunadamente sólo un terremoto nos hace volver a esa consciencia de lo pequeño que somos y de que hay cosas o sucesos más grandes que la tecnología que el hombre inventa. El teatro tendría que ser constantemente ese terremoto que hace que el espectador se reconecte con la esencialidad de la vida.

Usted se refiere al teatro como un ente en constante evolución y dinámico, ¿qué cambios ha tenido en los últimos diez años en México?
El teatro ha pasado de la dictadura de la llamada dirección escénica a considerar al actor como centro de la obra. Ha trascendido el texto dramático, ya que el teatro contemporáneo muchas veces no parte de éste, y ha llegado a quitar al actor como generador de personajes y en cambio lo sitúa como generador de acciones de comunicación. En mi caso, en mi último trabajo llamado Sir ko, un espectáculo en el que el cine y el teatro se funden y el espectador está en primer plano, me planteé cómo hacer teatro sin salir yo a escena.

¿Cómo reaccionó el público?
Esta obra causó en México mucha polémica, porque mucha gente aseguraba que eso no era teatro. Para muchos el concepto de teatro abarca a actores que se visten de una manera determinada y dicen que son otros que no son ellos para contarnos una historia, y no es así: el teatro en realidad sucede en el espacio íntimo del espectador. Entonces las estrategias estilísticas que puede haber para que eso suceda pueden ser variadísimas.

¿Qué retos ha tenido que enfrentar el actor ante estos cambios?
Muchísimos, creo que el más evidente tiene que ver con procesos económicos. Vivimos en un sistema que se rige por la economía y poder adaptar un pensamiento renovador ante un sistema económico es muy complicado, porque si se hace lo que no se vende, entonces ¿cómo se gana dinero? Si de pronto es generado un producto que la gente no conoce, es difícil que lo compre, entonces tiene que tener una potencia tal que llame la atención del público. La cultura institucional en México se dirige por completo a que nos volvamos empresarios culturales, lo cual me parece muy bien porque los artistas necesitamos también pensar de esa manera, pero nos pone en una problemática en relación a cómo podemos desarrollar nuestro pensamiento creativo si tenemos que ceñirnos a un sistema empresarial que generalmente es una contraparte del arte, que está mucho más cerca de lo espiritual.

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