El zapatero de los cirqueros

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Don José Ramírez Guerra confecciona zapatos con gracia, para graciosos que viven de sacar risas a otros. Es un artesano de los payasos, responsable de dejarlos con los pies bien vestidos, con su atuendo perfecto para fiestas, pero sobre todo para la pista, para el gran espectáculo: el circo.
Tiene 83 años y es un zapatero en extinción. Los demás sólo reparan calzado. Por eso se convierten en “los demás”. Él es único. Los payasos y artistas lo reconocen. Don José diseña, crea y convierte en piel los caprichos de los artistas.
La máquina de coser y la radio lo acompañan mientras pega, corta y arma los pares. Sus cejas, blancas y pobladas, no nublan su vista, que le ayuda a ensartar el hilo en la aguja con maestría. Su pulso está firme. No se queja de achaques ni dolores. Nada de esto es parte de la vida de don José o don Giuseppe, como le apodan los muchachos que pasan por su taller. Un lugar rodeado de lienzos, murales y caballetes. Un espacio de artistas. Abajo trabajan algunos jóvenes pintores. En la planta alta este veterano del calzado tiene su taller.
En ese espacio pequeño siempre tiene trabajo por terminar y entregar. Sereno, sin pretensión, don Giuseppe habla de su emporio artesanal: “Casi todos los artistas de circo de México me conocen, me piden zapatos y yo se los hago de la manera en que ellos los quieren. Les hago botas, zapatillas para alambre y botas para motociclistas”.
Sus zapatos no se venden en ninguna tienda especializada. Los clientes le llegan por esa eficaz propaganda que se transmite con la saliva de los comentarios. Satisfecho habla de su forma de trabajar: “A veces ni me conocen, pero de boca en boca se hace la publicidad, les dan el número de mi casa y hacen contacto conmigo y hacemos el trato. Les digo: ‘Para hacértelos necesito un adelanto: deposítalo en tal cuenta’. Aunque no nos conozcamos, así pasa. Como dan buenas referencias mías, con eso me los gano”.
Incluso manda pedidos a otros estados y hasta hay payasos que viven en Estados Unidos que quieren sus creaciones. Entre su innumerable clientela están los artistas del circo Tihany.
Las primeras puntadas en el cuero las hizo hace 40 años. Comenzó como aprendiz, en un taller. En esos tiempos en que quienes tenían un oficio dejaban que los principiantes ingresaran para observar, hacer mandados y poco a poco se pulieran, hasta convertirse en los maestros. “En realidad para hacer zapato de payaso nadie me enseñó. Yo era zapatero de taller y de fábrica, pero poco a poco le fui echando ganas. Yo mismo hice las hormas para payaso. Tengo de diferentes números, desde el 15 al 29”.
Su historia especializada en calzado para los artistas circenses comenzó así: “Tenía un amigo que era zapatero y que también era payasito de un circo. Un día me dijo, ‘¿No quisieras hacerles zapatos a los del circo?’ Yo le dije que sí, pero al principio no sabía cómo eran: hacía los zapatos a mi modo, con resorte o muy tiesos. Conforme fue pasando el tiempo les agarré la idea”.
Aprendió el oficio y no deja de hacer zapatos. Muchos artistas circenses del Hermanos Fuentes Gasca, Circo Atayde o el Circo Rolex, llevan sus creaciones en los pies.
Lo que hace don José no se limita a calzado ancho, boludo y colorido. También hace pares para los malabaristas, trapecistas, bailarinas y acróbatas. Él conoce la necesidad de cada virtuoso de la pista. Los malabaristas requieren de un zapato que permita pararse sobre una pelota mientras giran cilindros en el aire. Las bailarinas deben usar botines coloridos con tacón firme que les ayude a brincar sin problemas. Los trapecistas, con botas ajustadas de color plateado, lucirán más a la hora de las piruetas. Para los que manejan en motocicletas, encerrados en una jaula con fuego, también hay botas especiales.
De diferentes colores y modelos, pero sobre todo el plateado, dorado y rojo, resaltan entre los trozos de piel y el pegamento amarrillo.
El plástico es una blasfemia para don José. La piel, invadida de color, es la que más disfruta este artesano. Tiene de todos los colores, pero compra el material conforme los pedidos y con certeza dice: “Por eso me siguen, porque les pongo buen material. Nada de cartón y plástico: pura piel”.
La competencia china no le espanta, porque sabe que esos zapatos duran poco o casi nada. Quizá para una función, pero después les van a calar, y acabarán arrinconados.
Sus zapatos son casi eternos. Las suelas se resisten a desaparecer después de muchos espectáculos. Por eso la inversión de comprar con él no pesa a los artistas. Los precios van entre 400 a 600 pesos, si son botas. Algunos regatean, pero él sabe defender su trabajo.
¿Cuántos pares ha hecho aproximadamente?, es una pregunta hecha en vano. Don José no lleva las cuentas. Sin embargo, los dueños sí lo tienen en su memoria. Un día llegó un hombre y le dijo: “Usted me hizo mis primeros zapatos de payasito”. Yo ni me acordaba de él. Ahora está grande y hasta con bigote. A veces me preguntan: ¿Qué come para seguir por tantos años?”.
A sus 83 años don José continuará con su oficio de convertir trozos de piel en zapatos originales: los artistas lo buscan porque saben que con él dan paso seguro en la pista del circo.

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