El señor Bozzetto

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En mi memoria —como debe ser en la de muchos otros contemporáneos— se encuentran desbalagadas algunas imágenes de las animaciones de Bruno Bozzetto. Sin la conciencia del nombre del autor en los recuerdos infantiles o juveniles, sino hasta una edad adulta, la sensación de simpatía y atracción por aquellas alocadas e irreverentes caricaturas, regresa ya con verdadera comprensión de su humor al asomarse hoy en una revisión a los filmes de este italiano que a sus setenta y siete años sigue vigente en el mundo de la animación. Él será quien esté a cargo de impartir la Cátedra Julio Cortázar la próxima semana, y que forma parte de los invitados de honor al Festival Internacional de Cine en Guadalajara  en su edición 30.

Bozzetto nació en Milán en 1938, y fue en 1958, cuando creó su primer corto animado Tapum, the weapons’ history. Esto le dio la oportunidad de conocer a uno de los maestros de la animación, el canadiense Norman McLaren, así como al productor británico John Halas, quien le ofreció la oportunidad de colaboración. Es en 1960 cuando funda la Bruno Bozzetto Film Company establecida en Milán, y que se dedicó a la producción de filmes, a la publicidad y la televisión.

De entre la vasta obra de Bozzetto, en la que hay cortos, largometrajes y series, destacan la creación del personaje Señor Rossi, un tipo promedio, aventurado y casi siempre en la desventura de su cotidianidad (de él ha dicho Bozzeto que guarda mucho parecido consigo mismo y su familia); West and Soda, que parodia y homenaje a las películas del género western; Vip, mio fratello superuomo, que se burla de las historias de los súper héroes, y Allegro non troppo, la cual se considera la respuesta a la italiana del filme Fantasía de Walt Disney. Pero hay otra infinidad de títulos de cortos como Big Bang, Europa e Italia, Femninile e maschile, y Olympics.

En todos ellos lo que premia es un refinado sarcasmo y la desbordada imaginación que hacen posible la maquinaria de infinitas ocurrencias y sucesos que machacan a los personajes en turno, pero que sirven de vehículo para los propósitos de Bozzetto: reírse de la realidad o inventarse una que por tan ridícula se torna verosímil.

Con un ritmo ágil y que no decae, y con la concepción visual del que posee una gran capacidad de asimilación y síntesis, logra con sencillez y en ocasiones con una tremenda economía de trazos y no se diga de palabras, enganchar y decir lo que a otros tomaría mucha tinta o saliva. Pero es también a través de los recursos sonoros que logra el gran ímpetu de sus animaciones, pues tienen el mérito de la justeza y precisión que más que acompañar a las imágenes, les dotan de vida y personalidad.

Ahí radica la fuerza de estas animaciones. Su aguda y humorística simplicidad les ha dado la universalidad que les permite ser comprendidas en diferentes países y lenguas. No fueron pensadas para los niños, pero por sus cualidades es posible que los jóvenes y viejos, más o menos accedan a sus chistes, burlas e ironías, y desde ahí hacer reflexiones que abordan la guerra, la contaminación, la violencia, la corrupción, los estereotipos, la sexualidad, la solemnidad o las  diferencias culturales que le dan lugar a mofarse de sus desorganizados, ruidosos y absurdos compatriotas.

Bozzetto está convencido que las películas de animación son un medio de comunicación para hablarle a todos, y no sólo un producto para niños como muchos piensan, demeritando su capacidad de dialogar y cuestionar a los auditorios. Por eso siempre ha estado interesado en los filmes “que tratasen del hombre, de sus invenciones, su comportamiento, su relación con la naturaleza”, y para su inspiración no hace sino observar a las personas y su entorno diario.

Para Bruno Bozzetto la animación se ha vuelto con el tiempo demasiado formal, aunque lo que le interesa a él es más el contenido, la originalidad, y no los proyectos de grandes estudios y ventas. Así, no cree que hay que mirar la caja que envuelve los chocolates, que siempre es llamativa, pero sí lo que viene dentro. Buscando algo más profundo que el entretenimiento fácil del público, mediante la espectacularidad a todo costo.

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