El legado de Domingo Lobato: docencia y disciplina

En el centenario de su nacimiento, recordamos en entrevista con el compositor Antonio Navarro la trayectoria del Maestro Emérito por la UdeG y director de su Escuela de Música, cuya obra lo ubica en un capítulo importante de la historia cultural del México contemporáneo

2029

La figura del maestro Domingo Lobato, a decir del también compositor, pianista e investigador Antonio Navarro, mantiene como relevancia esencial la “docencia y disciplina”.

Lobato, quien falleció en 2012, fue durante 18 años director de la Escuela de Música de la UdeG, institución de la que dirigió asimismo la Orquesta Sinfónica y que le concedió el grado de Maestro Emérito.

En los años noventa, Antonio Navarro, quien es egresado de la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara donde ejerció como maestro e investigador, se abocó “a realizar una serie de entrevistas con él para rescatar hechos y anécdotas en su vida artística como académica. Todo ello nos unió en gran medida, además de seguir coincidiendo en diversas actividades culturales y académicas al paso de los años recientes”.

De allí su profundo conocimiento de la persona y aportes a la música del siglo XX mexicano del maestro Domingo Lobato, de quien el día de ayer 4 de agosto se celebró el centenario de nacimiento.

¿Cuál es la imagen que tienes del maestro Domingo Lobato?

Docencia y disciplina, son dos aspectos inherentes a la figura del maestro Lobato, quien además supo expresar en cada una de sus partituras el domino de una técnica bien trazada en su discurso sonoro. Es así como puedo tener en mente el retrato de un compositor serio y exigente con sus principios de artista y académico.

¿Su labor como compositor y como maestro de música qué nos hereda?

Su legado musical dignifica y significa en gran medida a la cultura del México contemporáneo, a sabiendas que él mismo contribuyó y fue partícipe de los cambios ideológicos y de estilo que se vieron venir en la segunda mitad del siglo XX, y que pudiéramos definir como postnacionalismo emergente en forma y contenidos, donde el compositor crea a partir de su propia identidad y no del dictado oficial de un Estado totalitario. Él mismo vivió esta transición que queda plasmada en parte de su obra musical. Como maestro de música nos transmite a manera de encomienda el rigor y la concentración de quien ejerce la docencia con signos de vocación y ofrenda.

El músico y compositor Antonio Navarro es egresado de la Escuela de Música de la UdeG. Foto: Cortesía

¿Cómo describirías su estilo y cuáles serían sus influencias artísticas?

Es bien sabido el proceso de cambios estilísticos que cada autor experimenta al paso de los años, y que sólo logra definir lo propio a partir de su madurez y concentración de elementos que pasan a formar parte de su catálogo personal. Tal es el caso en la obra de Domingo Lobato, quien muestra y demuestra en el devenir de su trabajo creativo una serie de valores estéticos que alguna vez Arnold Schoenberg definió como el estilo y la idea. Así, por ejemplo, tenemos en las partituras tempranas de Lobato una reminiscencia de contenidos neoclásicos con algunas temáticas de nuestro folclor (sin la pretensión nacionalista ya superada). Pero también encontramos por convicción y vocación los cánones de la música eclesiástica como una de las especialidades dentro de su rigurosa formación como músico. Bajo esta perspectiva bien puedo concluir en este apartado que cierta influencia artística en la obra de Lobato se encuentra en el llamado “impresionismo musical”, y otra más en el concepto neoclásico.

Durante muchos años Domingo Lobato dirigió la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara, ¿fue allí donde lo conociste?

Mis años de formación en la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara se dieron tiempo después de cuando el maestro Lobato fue su director (1956-1973); yo estuve como alumno entre 1974 y 1979, aun bajo los muro de nuestro antiguo y añorado edificio de Pedro Moreno y Escorza; de ahí que llegué a conocerlo en circunstancias de haber coincidido en conciertos donde se interpretaban algunas de nuestras obras; en mi caso como un joven compositor que recién iniciaba trayectoria. Años después, en la década de 1990, tuve un acercamiento más estrecho con él a raíz de emprender uno de mis proyectos como investigador en la Universidad de Guadalajara, y que iba encaminado a la documentación de la obra de autores de nuestra localidad; y aun cuando Lobato era oriundo de Morelia, Michoacán, ya era considerado un jalisciense por adopción.

También Lobato fue maestro de composición de la Escuela Superior Diocesana de Música Sagrada de Guadalajara, ¿cuáles fueron sus aportes?

En esta etapa de su vida como docente destaca su aportación a las reformas que logra establecer en los planes de estudio de dicha institución. En cierta medida, esto obedeció a los principios del Concilio Vaticano (1962-1965), donde en su apartado número cuatro se refiere a “adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo”; capítulo donde la música obtuvo una atención especial para su práctica. Punto y aparte merece el reconocimiento de haber formado en su cátedra de composición a destacados músicos que en la actualidad han logrado trascender en este ámbito.

¿Qué obra te ha significado más de Domingo Lobato?

Aprecio en mucho sus partituras de juventud por su lozanía y vigor, además de explorar sin temor diferentes resonancias; tal es el caso de sus “Seis Danzas” (para piano, de 1956) y “Sonata no.1” para piano (1957).

¿Dentro de la historia musical de México tiene Lobato un lugar?

Sin duda alguna. Su música, su aportación teórica como pedagogo y autor de tratados para el estudio de la música, lo ubican en un capítulo importante de nuestra historia cultural del México contemporáneo. Su legado permanece.

¿Ahora que es su centenario que recomiendas que escuchemos de él?

Su música permanece. Escuchemos, apreciemos y valoremos lo que él en plena convicción decidió crear con el fin de expresar emociones y sentimientos; conocimiento y entendimiento. Bien merece su permanencia.

 

Antonio Navarro

Autor de música pianística, música de cámara, coros y orquesta sinfónica. Su obra está grabada en cerca de veinte discos donde se incluyen antologías de compositores mexicanos. Autor de libros de ensayos sobre arte y música, así como diversos artículos publicados en diarios y revistas culturales. Actualmente escribe para el periódico Milenio.

Artículo anteriorCartón Trino
Artículo siguienteAdmitirá UdeG, por primera vez en la historia, a todos los aspirantes a sus preparatorias