El gran sátrapa

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Vernon Sullivan fue el verdadero Boris Vian, o al parecer fue el creador de Vian. Lo cierto es que desde los doce años —el verdadero o el falso— conformó su primera orquesta con sus hermanos y desde entonces y hasta su muerte (1959), y aún hoy por cierto, al ingeniero nacido en 1920, en el suburbio parisino de Ville-d’Avray, se le liga con la música, en particular con el jazz y, también, con la literatura.
Alguna vez en tan sólo tres días, en un cuarto de hotel, escribió una de sus más importantes novelas, en cuyo argumento el ratón “gris de bigotes negros” que habita la casa de Colin (uno de los personajes centrales de La espuma de los días, publicada en 1947), arranca una de las más atrevidas y locas historia de amor que para su época fue toda una explosión y dieron a Vian un lugar central en la literatura de su país.
Singular narrador de entreguerras, Boris Vian (o Vernon Sullivan) bien podría ser el precursor de la obra y las predilecciones y el modelo de Julio Cortázar, pues en ambos el jazz fue el pivote para cada una de sus líneas de escritura y el gusto por tocar la trompeta; cierto, Cortázar fue un trompetista fallido, pero Vian fue un consumado músico de su época y compuso además de poemas, algunas piezas para el género que tanto apasionó a Cortázar.
Vian es un excelente narrador de historias breves, y aún hoy su escritura y sus surrealistas —ácidos y plenos de humor— acontecimientos ocurridos en, por ejemplo, Las hormigas (1949), son en verdad una delicia.

Hijo de su tiempo
Su breve vida resulta rica pues sus aficiones fueron variadas y en todas se consumó como un personaje encantador. Es una tristeza que ya la mayoría de sus libros no se editen y que se lea poco. Su música, por cierto, es casi inasequible, pero la magia de Youtube nos guarda sorpresas que son adecuadas para este gran artista que nunca lo pareció, pues su imagen resulta casi un alejamiento de la vanidad de los artistas de su tiempo.
Fue un asiduo colaborador de la revista Les Temps Modernes y amigo íntimo de Jean Paul Sartre, a quien en las páginas de La espuma de los días satiriza como Jean Sol Partre (un loco filósofo), y de Combat, periódico dirigido por Albert Camus. En sus trabajos narrativos dispone con frecuencia de los más célebres músicos de jazz como sus personajes, logrando al mismo tiempo hacer posible la distinción de sus obras y otorgándoles nueva inmortalidad. Como siempre ocurre con los más grandes, se le reconoció tarde. Después de su muerte, sus libros se vendieron por millones y las traducciones fueron a casi todos los idiomas. Sus trabajos se han llevado al cine, mas hoy vuelve a ser casi un desconocido.
Enfermo desde su temprana edad, Boris Vian fue un hijo de su tiempo, pese a que solamente logró sobrevivir 39 años, los grandes acontecimientos de la historia del mundo occidental perfilaron en su ser a uno de los más extravagantes y excéntricos artistas. Bajo la perspectiva del tiempo, podemos vislumbrar que el pesimismo de muchos autores de su época no lograron que el sarcástico humor del músico y escritor disminuyera, al contrario subió y se hizo uno de sus aportes prodigiosos. Sus trabajos no están exentos de una singular crítica de la realidad, se burla igualmente de sí mismo como de la historia, y hasta de quienes le rodearon.
Vian podría ser la semilla en el espíritu de Rubem Fonseca. La forma grotesca y absurda en cada texto del brasileño lo recuerda; quizás en una menor intensidad, pues el negro humor de Fonseca es casi contrario al que destacó a Vian.
No pocas veces las historias de Boris Vian fueron censuradas, por considerárselas nocivas. Vian, quien frecuentó los círculos artísticos e intelectuales con cierta discreción, fue amigo de Duke Ellington, Miles Davis y Charlie Parker, de quienes guarda influencias notorias.

Músico, artista y loco
Hoy sería muy sano releer a Boris Vian. Es de los pocos escritores de su época que no guardan rencor de la Historia, sino que se explaya en ironías y otorga excelentes trompetillas a todo aquello que se miró con seriedad. Nada escapó a su corta vida y su visión, pues al encontrar los fracasos se desvió positivamente hacia nuevos fracasos, y nada logró corromper su triste figura, su fea figura de fracasado perenne, que el cine captó en algunos filmes (hoy casi imposibles de conseguir).
Músico, narrador, poeta y hasta actor de cine (ganó un premio en Cannes), la última vez que vio una película (una adaptación de su obra Escupiré sobre vuestra tumba, de la que fue despedido por conflictos con los productores), asistió de incógnito al preestreno en el cine Le Petit Marbeuf, cerca de los Campos Elíseos, donde falleció de un ataque cardiaco que sufrió durante la proyección de la película, como lo recuerda Wikipedia.

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