El bautismo de Del Paso

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Hombre sin concesiones, Fernando del Paso dejó de lado cualquier precaución protocolaria, y en la ceremonia de aceptación llamó al reconocimiento que le otorgó la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), por su nombre original: Premio Internacional de Literatura Juan Rulfo 2007.
Después de esa ocasión, ya nadie se cuidó del protocolo, y durante la feria varias personalidades —incluido el Rector de la Universidad, Carlos Briseño— utilizaron este nombre, en referencia al llamado de Del Paso porque el galardón recupere su denominación, tras dos años de litigios legales en los que la Universidad ha buscado los derechos para utilizarla. Estos llamados fueron un buen augurio. A principios del año próximo se dará a conocer oficialmente si Juan Rulfo volverá a incluirse en el nombre del premio.
Del Paso (ciudad de México, 1935) no podía permitirse dejar de nombrar a “uno de mis mejores amigos”, y arruinársele la ocasión, que esperó durante alrededor de diez años, número cabalístico en la vida del novelista que en su obra se dio a la tarea de demostrar que la “cultura humana puede ser aprendida y es enorme”.
Desde entonces se consideró candidato natural al premio. Esperó pacientemente, acostumbrado a los anhelos de largo alcance. La ceremonia llegó el sábado 24 de noviembre. Al final, el también publicista, dibujante, pintor y gastrónomo, fiel a sí mismo y a la historia del país, que tanto ha estudiado, ratificó su percepción de que el presidente Felipe Calderón llegó a la presidencia en “una de las campañas más sucias que he visto yo en mi vida en México”.
La memoria es la fuente de su inspiración. Desde su primera novela, José Trigo (1966), acudió a la historia novelada o a la novela histórica como forma de expresión. O como lo define O’Gorman, Del Paso ilumina con la imaginación esas zonas oscuras de nuestro pasado nacional. Entrega una realidad más real de la que le sirvió como punto de partida. Sobre referentes históricos objetivos añade el imaginario de la colectividad, los sueños, los mitos, los recuerdos, las ideas, las esperanzas, las creencias de la población, explicó Gonzalo Celorio en la mesa “Amigos de Fernando del Paso”.
Porque en esta FIL, a Del Paso lo definieron sus amigos y familiares, ya que, a excepción de la ceremonia de entrega del premio, no estuvo presente en el resto de los actos en su honor, debido a que convalecía de una operación. A través de preguntas y fotos, fue como pudo enterarse de lo que de él se decía.
Para Celorio, la contribución más notable de este “hombre enciclopédico”, que “toma muy en serio su sentido del humor”, que “sueña con los ojos abiertos”, es el lenguaje, que desempeña un papel protagónico en sus novelas. Las palabras no aluden a otra realidad que a la que ellas mismas van generando en el curso avasallador del relato. Lenguaje generoso, utiliza términos específicos para cada uno de los campos semánticos que aborda. Es un lenguaje vivo, cambiante, efervescente, elástico, generador de nuevas formas, neológico, lúdico, poético, libérrimo.
Elena Poniatowska calificó este lenguaje como barroco, auténtico, abigarrado, trabajoso, irritante, mágico y deslumbrador. Del Paso ha reconocido más de una vez que su literatura no hace concesión alguna al lector. Le exige mucho. Juan Rulfo declaró sobre José Trigo que “es la más formidable empresa que en el territorio idiomático se haya intentado en Hispanoamérica”. Es una novela barroca, sí, pero como dice Carpentier “en Amércia Latina, si no somos barrocos, no somos novelistas”.

El poeta traidor

El ser escritor es un trabajo arduo, pero Del Paso lo emprende porque tiene la capacidad, declaró en una entrevista. Esta dedicación es reconocida por su familia, que asistió a la develación del busto de este “músico de las palabras”. Él está feliz, dicen, y este reconocimiento no lo hace dejar de ser un hombre como cualquier otro, al que nunca le ha ganado la fama.
José de la Colina le habló a la distancia en primera persona: “estábamos convencidos que tú ibas para poeta, y luego, años después, nos extrañó que derivases hacia la novela, hacia las grandes novelas de chorrocientas páginas. Pero qué digo, Fernando, si en realidad lo tuyo, aparte de que hayas escrito otros poemas, es hacerle a la poesía a través de la novela, ah gran traidor. Y poéticamente has violado el género novela”.
Poniatowska recuperó esta confesión de Del Paso: “Me angustia muchísimo escribir, pero al mismo tiempo lo disfruto. Y para mí, lo importante no es tanto haber escrito, sino escribir. Lo que me da sentido a mí como escritor es el momento en que estoy escribiendo”.

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