Cuba y Estados Unidos dan un paso adelante

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Medio siglo después de haberse terminado oficialmente las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, durante la Guerra Fría en 1961, Barack Obama y Raúl Castro decidieron formalizarlas el año pasado, luego de largas negociaciones. El 17 de diciembre de 2014 los dos presidentes anunciaron que las relaciones diplomáticas bilaterales serían oficialmente reanudadas. Meses después, la Cumbre de las Américas (10 y 11 abril en Panamá), fue el escenario del tan esperado encuentro entre Obama y Castro.

El presidente Barack Obama declaró en diciembre: “Hoy Estados Unidos empieza a cambiar su relación con el pueblo de Cuba”, mientras que Raúl Castro anunciaba mediante un comunicado ante la Asamblea Nacional del Poder Popular: “He reiterado, en múltiples ocasiones, nuestra disposición a sostener con el gobierno de Estados Unidos un diálogo respetuoso…, sin menoscabo a la independencia nacional y la autodeterminación de nuestro pueblo”.

El discurso de Obama y Castro no ha cambiado del pasado diciembre hasta abril de este año; cada país perfila claramente sus objetivos respecto al otro. Existe el diálogo y la disposición a la cooperación pero hay diferencias que permanecen y ambas partes lo reconocen. Estados Unidos dejó claro que su convicción es apoyar al pueblo cubano a través del diálogo con su gobierno, basándose en los principios de libertad, democracia y derechos humanos que considera imprescindibles para el crecimiento y la prosperidad. En contraparte el gobierno cubano estableció de manera precisa que está abierto a la cooperación y dispuesto a discutir cualquier tema con Estados Unidos, incluso sobre los que han “acordado discrepar” (“we have agreed to desagree”).

Detrás del discurso oficial
Vale la pena prestar atención a lo que se lee entre líneas en las declaraciones de los mandatarios. Cuba busca encaminarse hacia un “nuevo modelo económico para construir un socialismo próspero y sostenible”, reconociendo que existen dificultades económicas internas que afectan a su población y la obligan a adaptarse al actual contexto internacional, aprovechando las ventajas y beneficios que esto significa. Sin embargo, Castro no menciona un cambio en el régimen político cubano, aunque sabe que vincularse con un país que ondea la bandera de la democracia y los derechos humanos implicará ceder para aventajar su situación económica, pero siempre teniendo un límite en su concesión. Por su parte, el discurso estadounidense también se enfoca a la búsqueda de beneficios económicos; los empresarios norteamericanos están muy interesados en que sus empresas puedan establecerse en Cuba aprovechando las ventajas que implica una población con educación, en situación de necesidad y con deseo de progreso.

La disposición presidencial al diálogo es evidente pero la política exterior no la llevan a cabo solamente los ejecutivos. Existen otros actores que también participan y que pueden o no apoyar esta nueva etapa en las relaciones cubano-estadounidenses. Está el Congreso de los Estados Unidos, que se encuentra legalmente dotado de las capacidades para eliminar o no el embargo a Cuba (ley Helm-Burton) y donde algunos de sus miembros se reúsan a la normalización de relaciones con la isla, argumentando que al interior de ésta hay una violación a los derechos humanos que se opone a los valores estadounidenses; el líder de esta oposición es el Senador Marco Rubio, de origen cubano-americano.

La Cumbre de las Américas significó la primera reunión pública y oficial de Obama y Castro después del frenesí por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, pero esta reunión es sólo un paso más en la cooperación que ya se vislumbraba desde el fin de la Guerra Fría y evidencia que efectivamente estamos ante una coyuntura que de ser bien encaminada logrará mantener las negociaciones y resoluciones sobre los temas álgidos en la agenda bilateral. Cuba y Estados Unidos han dado un paso adelante, pero no hay que olvidar que el diálogo actual es entre Obama y Castro. Es un paso más pero el caminar va a ser lento, muy lento.

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