Crímenes silenciosos

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Dos pequeños hermanos de Ocotlán por un tiempo no podrán sostener sus lápices de colores o agarrar sus juguetes, porque tienen ampollas de casi cuatro centímetros en sus manos, provocadas por las quemaduras de segundo y tercer grado que les ocasionó su madre como castigo por una travesura que hicieron en el hogar.

El pasado 17 de febrero, cuando se encontraban solos en la casa, encendieron unos cerillos y los aventaron a un bote de basura. Como correctivo, su madre, según el expediente de la averiguación previa con folio 369/2015, calentó un comal en la estufa y luego puso arriba de éste las manos de los dos niños, de 6 y 7 años.

Este es uno de los casos extremos que evidencian una situación de difuso maltrato hacia los menores en Ocotlán. Los indicadores en cuanto a casos de violencia intrafamiliar, en los que influyen factores sociales y culturales propios de la región, han permanecido durante los últimos años en un nivel preocupante, asegura Hugo Mauricio Olveda, jefe de la Unidad de Atención a la Violencia Intrafamiliar (UAVI) de Ocotlán, instancia a la que el Ministerio Público instruyó para atender a los dos menores con quemaduras.

“Hemos recibido casos más fuertes, en los que los niveles de violencia son adoptados en el núcleo familiar como correctivos normales en un gran número de familias del municipio, que castigan a sus hijos por travesuras, atentando contra su integridad física”.

Según el registro de la UAVI, en lo que va del año son 15 los casos de maltrato infantil denunciados. El año pasado contabilizaron 65. Pero, dice Olveda, pocos se atreven a demandar.

“El problema con el maltrato infantil es que lo denuncian poco, porque entre los adultos corregir a un niño es algo concebido como bueno. En el caso de estos niños, la tía fue la que denunció los hechos. Un niño necesita de un adulto para poder denunciar. A veces nos llegan denuncias anónimas, pero al arribar al lugar no podemos certificar que esto esté ocurriendo así, porque hay silencio, porque los niños resguardan las cosas y entonces tenemos que hacer una serie de investigaciones”.

La madre de los dos niños, a quien, según el expediente, encontraron droga dentro de la casa, fue remitida al Ministerio Público y será juzgada por maltrato a sus hijos, que ya antes habían sufrido acciones de violencia por parte de la mujer.

Mauricio Olveda, quien además es docente en la licenciatura en Psicología del Centro Universitario de la Ciénega, indica que los niños se encuentran “con un índice alto de maltrato infantil. Las quemaduras fueron la gota que derramó el vaso. Ya había índice de ataques físicos, menosprecio por parte de la madre, situación que se fue generando con el paso del tiempo. El hecho de que les haya quemado las manos involucra un proceso que fue progresivo y que, si revisas la historia de vida, pudo haberse suscitado tarde o temprano”.

Estos casos provocan una distorsión de la imagen de la familia y el tejido de apoyo: “No todas las personas que sufrieron de violencia van a emular esta violencia en el futuro, pero sí hay un porcentaje de repetición. Hay que cuidar esos aspectos, primero, porque en los usos y costumbres las prácticas violentas son consideradas como normales, como actos correctivos. Aquí piensan que lo que están corrigiendo es un acto negativo del niño, cuando lo que están haciendo es replicar la violencia en la que vive el padre o la madre”.

Los dos hermanos agredidos están resguardados con su padre, quien, según la evaluación, no es violento con ellos y está en condiciones aptas para conservar la custodia. Después de las declaraciones que dieron al Ministerio Público, los menores están recibiendo terapia psicológica para evaluar su situación y, de ser posible, ajustarse a un proyecto de reintegración familiar.

Los métodos correctivos que rayan en la violencia, menciona Olveda, deben ser erradicados. Hay ciertos correctivos que pueden funcionar, pero las agresiones que afectan la integridad física de un menor continúan siendo las predilectas por la mayoría de los padres.

Niños golpeados con barras de fierro caliente en la espalda y en los brazos, amarrados con sogas, golpeados brutalmente, niños que caen a zanjas y regresan con infecciones e intoxicaciones, son algunos de los casos más severos que atienden en el Ministerio Público, en el DIF y en la UAVI. Violencia que, en algunos casos, es difícil de detectar.

La educación, los patrones de violencia y los desórdenes mentales que ésta puede generar en una persona, son los factores que provocan estos índices de maltrato infantil.

Olvera exhorta a las personas que viven en el entorno de los infantes, a prestar mucha atención a su comportamiento y, sobre todo, a denunciar los casos en que exista violencia.

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