Che Bañuelos

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No es que no importe, pero su nombre de pila se ha perdido tras el apodo que sumado al apellido identifica a la voz profunda de whisky y cigarrillo tras Déjalo sangrar, el programa más longevo de Radio UdeG, o al menos uno de los que se disputan el título. Pero el Che Bañuelos es veterano por mucho más que sus miles de horas de vuelo en la frecuencia modulada: futbolista trunco, cofrade de los malditos, cantinero por decisión y melómano ante todo, el mote le viene de la época adolescente en que desgarraba tangos con los amigos entre clase y clase, vestido no con las solapas de los garbosos lunfardos, sino con la chamarra militar de las revoluciones olvidadas.

Piedra rodante
El año que entra los Rolling Stones van a cumplir 50 años de estar tocando. Ese espíritu de persistencia es lo que más admiro. Todos somos como piedras rodando solos y sin sentido, pero lo que vale es permanecer fiel a sí mismo, lo que vale es la autenticidad. Leí hace poco las memorias de Keith Richards, y creo que él es un ejemplo de lo que digo, a diferencia de Mick Jagger que ahora es un Sir. “¿Te das cuenta —dice— de que esos que te están nombrando Sir son los mismos que nos metían al bote?”. Yo trato de mantener esa congruencia: tengo 52 años y no me parezco a mis compañeros de la escuela.

Año cero
Yo escuchaba radio UdeG. Estaba en la Escuela Preparatoria de Jalisco y un día me pareció que un comentario de Carlos Ramírez en Dimensión del rock sobre los Stones no era del todo correcto. Llamé y quedamos en que llevaría mis acetatos para hacer un programa especial. Después de varias visitas como esa, me propuso aventarme por mi cuenta la media hora que hasta entonces llenaban con unas grabaciones muy repetidas de la BBC y de Radio UNAM. Así empezaron mis cinco años de amor al arte, hasta que me quedé.

Exploración
El espíritu siempre ha sido compartir lo que encuentro. Como cuando en el barrio le hablabas a todos tus amigos para oír un disco nuevo. Antes era más difícil la labor de exploración porque la radio comercial sólo ofrece ciertas cosas y el panorama musical no estaba tan a la mano como ahora en la red. Un ejemplo es el rock argentino: fuimos los primeros en programarlo, por un amigo argentino que traía un montón de discos y cintas que aquí no existían. O Santa Sabina, La Maldita, Caifanes, Café Tacvba… todos ellos me llevaron sus demos porque sabían que ahí se transmitía lo que en ningún otro lado.

La barra
Siempre cuando uno viaja anda en la calle, los restaurantes, los museos… y los bares. Nada como encontrarte de viaje en viaje en un lugar extraño donde te puedas sentir a gusto. Por eso era un sueño que materialicé hace ya casi once años. No soy bueno para los negocios y hay temporadas buenas y temporadas malas, pero uno prevalece con una idea, aunque la actitud de esta ciudad siempre ha sido la apariencia, estar a la moda, seguir las tendencias. He visto muchos bares aparecer y desaparecer. Creo que el Calavera subsiste sobre todo porque es mi hobby; o mi hijo, porque siempre hay algo que hacerle.

Mosaico
Soy un white negro de Santa Tere: mi educación musical estuvo a cargo de los viejos del barrio, que me aleccionaron en el blues y el rythm and blues. De ahí pasé a las bandas inglesas que tomaron eso de referente y lo transformaron cuando ese sonido estaba ignorado. Y era la música de los esclavos del sur de Estados Unidos, hasta que Elvis lo popularizó. Y de ahí se abre el horizonte hacia ífrica y sus demás hijos arrebatados. Luego me tocó la efervescencia de la androginia y el glam, al mismo tiempo que chupaba la rebeldía de fines de los sesenta y leía sobre materialismo histórico. Pero entonces los folcloristas decían que la música en inglés era un instrumento de manipulación imperialista. Tonterías. Por eso quedé vacunado del canto nuevo y la trova. Como que uno es un mosaico y va eligiendo qué cuadritos poner. Aunque luego con el tiempo se disipa lo ortodoxo y lo radical. Ahora puedo decir que de la música tradicional mexicana me gustan los corridos.

León
Después de la prepa me tuve que ir al ITESO porque en la UdeG no había escuela de comunicación. Pero nunca me sentí de ahí. Soy león negro. Tanto, que estuve en las reservas a punto de debutar. Pero me tronó la rodilla. Y luego otra vez. Yo digo que por eso no fui músico: con tanto entrenamiento no tenía tiempo más que de escucharla. Y al contrario, cuando lo tuve que dejar en serio, me clavé en la radio y seguí jugando cascaritas. Ahora hace un año que no juego, y lo extraño.

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