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Cerca del Rincón del diablo

Antes traviesos, ahora “miones”, los pequeños niños de bronce que se encuentran en el Paseo Hospicio son alegres testigos del vaivén diario del centro tapatío

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Cerca del Paseo del Rincón del Diablo, donde se hallan cuatro niños de color marrón, unas tortugas vomitan agua. Ahí, desde hace 40 años, un enrejado de metal marca el perímetro para su «juego”. Desnudos y petrificados, volteados siempre en la misma dirección, su sombra se va con el sol. 

Y sin importar la fecha, hay quienes se atreven a desaparecerlos en abril, mayo o julio, como las tres veces que ha sucedido en este siglo, para luego intercambiar a alguno de los pequeños niños de bronce, de apenas 25.65 kilogramos, por tan solo mil 500 pesos, como ocurrió el 31 de marzo de 2012. 

“Roban y recuperan escultura del ‘niño meón”, tituló El informador la nota el acontecimiento, que fue complementada con el texto: “La escultura fue robada la madrugada del domingo, pero ayer fue recuperada y tres hombres que confesaron el robo quedaron detenidos”.

Foto: Abraham Aréchiga

Fulgencio, Óscar Germán y Edgar Alberto hurtaron al “niño mión” que fue vendido a una chatarrera allá por la Colonia Ferrocarril, donde partido en dos fue hallado el cuerpecito. 

La escultura del jalisciense Miguel Miramontes forma parte del patrimonio cultural del estado de Jalisco, y de muchas otras historias, como por ejemplo Los narcopolíticos de Ricardo Ravelo, (Editorial Harper Collins, 2021), que se encuentra en Google Libros, y que en sus página dice: “Caminaron todos hacia el parque con la fuente de los Niños Miones y ahí vieron una camioneta gris. Según García, sus amigos…”.

Sonidos, sabores y colores se combinan en ese crucero del Paseo Hospicio, donde se hallan esos niños, esas figuras que las personas pueden contemplar. Ahí, de un lado se lee el cartel de la tienda de ropa: “MÁXIMA Año nuevo PRECIOS VIEJOS”; del otro, Taraska HELADOS PALETAS Y AGUAS FRESCAS; enseguida del local, por la calle Gerardo Suárez, sin respetar el letrero: “POR FAVOR GUARDAR SU SANA DISTANCIA”, la gente espera que abran la puerta de madera para recibir en bolsa de papel estraza un lonche Amparito. 

Foto: Abraham Aréchiga

De una esquina retumba la voz del hombre de blanco: “Acércate, no te vayas, tiene algo que decirte el pajarillo de la suerte”, mientras se asegura que el ave revolotee en la jaula y en contraesquina, el grito se mezcla en el aire con la canción del joven rapero: “Me fui desde los 12 años, ya tengo 24 y … (inaudible). Un saludo a la jefa que me está grabando”.  

Y ahí, mudos, los “Niños Miones” son testigos de fragmentos de la cotidianidad del centro de la perla tapatía. Ahí, a espaldas del empleado de la tienda de ropa y frente a los transeúntes, día a día ellos festejan alegres a quien dio pie al cambio de nombre de Fuente de los Niños Traviesos a “Niños Miones”. No lo sé de cierto, pero lo supongo. 

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