Antonio Ortuño

1445

Está orgulloso de no parecerlo. Por eso hay que especificarlo, ponerle el gafete. Porque si lo olvida en casa o el hotel puede que le veden el paso, como hace unos meses en una charla literaria en Xalapa, de la que él era uno de los protagonistas. Por eso elige cachuchas y jamás un sombrero o una gorra vasca. No le gustan los grandes temas y le aburren la filosofía y los estudios literarios “aunque es mejor que no pensar”. Lo cierto es que ha publicado tres novelas (El buscador de cabezas, Recursos humanos y ínima) y dos libros de cuentos (El jardín japonés, La señora rojo), y que este café a unos pasos de Chapultepec –amueblado con equipales y donde hay acérrimas partidas de ajedrez cada tarde– es de hecho un cliché. Encima, fue finalista del Premio Herralde de novela en 2007 y el año pasado la edición hispana de la prestigiada revista Granta lo puso en el centro de una calurosa discusión que agitó el mundillo literario, pues en su listado de 22 apuestas, fue el único mexicano. Escritor, pues, de arriba abajo.

Aquí
Estoy bien aquí. No me interesaría irme más que por cuestiones profesionales. Y eso no tiene nada que ver con escribir: yo no vivo de esto, cosa que me ha permitido escribir lo que yo quiera. No me interesa estar vendiendo y cobrando textos compulsivamente. Le pasa a algunos amigos que optaron por la vía del samurái. Pasan las noches escribiendo y las mañanas en antesalas tratando de obtener su pago. Nunca he querido eso, y por motivos literarios no lo haría, pues afortunadamente la desaparición de la industria editorial mexicana ha vuelto al DF tan importante como Tijuana o Zapopan. De hecho mis editores están en España, así que les da exactamente igual en dónde viva. Si algo ha cambiado en la literatura mexicana en los últimos cien años es que cada vez detecto menos necesidad de que los escritores vayan a la capital para “ser alguien”. Además, creo que hay que diferenciar a los que quieren escribir literatura de los que quieren ser una figura literaria. Para lo segundo supongo que sí es más interesante y menos patético irte a la Roma o la Condesa… es cierto que esta calle cada vez se parece más, pero son menos cuadras y aquí ves todavía a los vecinos, algún videoasta y el señor que vende seguros. No hay un medio literario en Guadalajara. No sé si eso esté bien o esté mal, pero no existe.

30
Publiqué mi primer libro a los 30 recién cumpliditos. Ahora con 35 y cinco libros parece que produzco uno por año, pero la verdad es que había escrito mucho y no había buscado publicar. Tengo muchos amigos arrepentidos de haber publicado demasiado jóvenes. Eran cosas de las que no estaban absolutamente convencidos y de las que luego se avergonzaban, libros que se quedaron en bodegas de secretarías de cultura que nadie leyó, que no fueron distribuidos. Preferí esperar, y cuando al fin tras varios años tuve un texto que consideré lo suficientemente bueno, empecé a buscar editor, y eso es todo.

Periódico
Empecé en Siglo 21 cuando todos los que lo hacían se fueron a hacer Público. Hubo una convocatoria abierta y me presenté para internacional, que nadie quería –en cultura había una sobrecarga absoluta de voluntarios– y a los pocos días ya era el editor de la sección. Aprendí sobre la marcha; echamos a perder el periódico y al año y medio cerró. Pero no lo hicimos tan mal: luego nos buscaron de otros diarios, yo me fui a Público y duré ahí 11 años… La rutina puede mucho a todo el mundo y sobre todo a los periodistas, aún a los mejores que son los de campo, los que investigan; pero aún en ellos pasan los años, llegan las responsabilidades familiares, se cambia de perspectiva y pocos siguen siendo tan buenos reporteros: se acaba el hambre de noticia y se sustituye por el oficio. Los que se salen de esta norma son los que logran alimentar esa inconformidad ante la vida que es el periodismo finalmente: curiosidad llevada al extremo. Pero estas son reflexiones más bien inútiles porque nunca conecté el periodismo con la literatura. En todo caso me quedaba a escribir en la madrugada, después del cierre, porque entonces no tenía computadora… Con todo, volvería al periódico. El problema es que pagan mal. No sé cuánto ganes tú, pero seguro deberías ganar más.

Artículo anteriorKevin Johansen
Artículo siguienteReconocen labor